sábado, 11 de septiembre de 2010

11 - S ¿Lucha contra el terrorismo o guerra contra el Islam? (II)


Una escueta y ambigua noticia sobre la supuesta profanación del Corán en la base estadounidense de Guantánamo en Cuba, convertida a partir de enero de 2002 en campo de detención de los supuestos radicales islámicos capturados durante la guerra de Afganistán fue, al menos aparentemente, el detonante de una espectacular campaña de protesta contra los Estados Unidos. Los disturbios tuvieron como punto de partida la aún convulsa Afganistán, expandiéndose como una bola de nieve, a Indonesia y Pakistán, la Franja de Gaza y los Emiratos del Golfo.
La información, publicada por el prestigioso semanario norteamericano "Newsweek" en su edición del 9 de mayo, alude a un opaco episodio según el cual, algunos oficiales encargados de interrogar a los islamistas afganos y paquistaníes habrían tirado páginas del Corán en los retretes de la prisión, tratando de humillar a los presos y provocar su confesión.
La violenta reacción suscitada por la noticia sigue causando quebraderos de cabeza en los despachos oficiales de Washington. La Administración Bush, acusada en reiteradas ocasiones de fomentar por ignorancia, equivocación u omisión, un conflicto de civilizaciones, se ha visto obligada a defender públicamente los valores del Libro de los musulmanes, sabiendo positivamente que la tormenta desencadenada por el semanario neoyorquino en tierras del Islam podría tener efectos molestos y prolongados. Aunque "Newsweek" haya decidido pedir disculpas a sus lectores por el "error cometido", el debate sobre la difícil convivencia entre Islam y Occidente sigue abierto.
En realidad, la información reproducida por el semanario sirvió para reavivar la frustración de las masas árabes, persuadidas de que los ataques del 11-S constituyeron una respuesta a la falta de voluntad política de las sucesivas administraciones norteamericanas de buscar, hallar e imponer una solución válida al conflicto palestino-israelí.
Los musulmanes acusan a los gobernantes estadounidenses de dejadez y partidismo. A finales de 2001, un exhaustivo estudio elaborado por el Departamento de Sociología de la Universidad de Harvard ponía de manifiesto que el 70 por ciento de los habitantes de Oriente Medio considera que la cuestión palestina representa la mayor fuente de frustración para el conjunto de los musulmanes. En este contexto, la argumentación de Osama Bin Laden (ocupación de las tierras del Islam por "cruzados" - léase cristianos - y "judíos" - israelíes) encuentra un excelente caldo de cultivo en el seno de la comunidad nacional árabe. Y ello, por la sencilla razón de que los pobladores de los países islámicos - sean estos musulmanes o cristianos - no ocultan su rechazo a las humillaciones, la incomprensión y la arrogancia de Occidente.
Una sensación esta que se ha ido acentuando después de las declaraciones formuladas por el presidente norteamericano, George Bush, el 12 de septiembre de 2001, cuando el inquilino de la Casa Blanca anunció el inicio de una "guerra global contra el terrorismo". Sin embargo, los árabes parecen desconcertados: ¿Lucha contra el terrorismo o guerra contra el Islam? ¿Propuestas de democratización del"Gran Oriente Medio" o simples designios neocolonialistas?
En los últimos meses, la Administración estadounidense trató por todos los medios de centrar su interés en la convulsa región de Oriente Medio, esbozando una serie de propuestas para la modernización de la sociedad árabe-musulmana. Pero la mayoría de los gobernantes árabes acogió con escepticismo dichas iniciativas, alegando que se trataba de soluciones impuestas desde el exterior, es decir, que hacen caso omiso de la idiosincrasia islámica. Curiosamente, a la inquietud de los señores feudales y los déspotas "amigos de Occidente" se suma, en este caso concreto, la incredulidad de las masas, poco propensas a aceptar las benéficas virtudes de la llamada "primavera árabe". De una "primavera" útil y necesaria, qué duda cabe, pero que tropieza con un gigantesco obstáculo psicológico: la incomprensión de Oriente por parte de Occidente. Porque resulta sumamente difícil hablar de democratización, modernización y derechos humanos en esta amplia región del mundo después de la guerra (y la ocupación militar) de Iraq, de las amenazas proferidas por el "núcleo duro" de la Administración Bush contra el régimen islámico de Teherán o de los intentos de desestabilización política en el Mediterráneo oriental, avalados por Washington y algunos de sus aliados europeos.
Cabe preguntarse, pues, si la oleada de protestas generada por la supuesta profanación del Corán en la base de Guantánamo no es, en definitiva, más que la punta visible del iceberg. El barómetro del odio y la suspicacia indica claramente que la tormenta se está avecinando a las ya de por sí frágiles y complejas relaciones entre el mundo musulmán y Occidente.

(*) Artículo publicado en RNI en mayo de 2005

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