Alea iacta est. Sí,
la suerte está echada. Los dos hombres fuertes del planeta, Donald Trump
y Benjamín Netanyahu, decidieron que la suerte de Gaza o, mejor dicho, de los
pobladores de la Franja, pasa por la emigración supuestamente voluntaria de
parte de sus habitantes y la reclusión, no menos voluntaria del resto de
los gazatíes – alrededor de 1,3 ó 1,6 millones de personas - en la ciudad
humanitaria de Rafah, situada en la frontera con Egipto. Un territorio muy
exiguo, plagado de las ruinas de los bombardeos israelíes. La ciudad
humanitaria es una quimera, al igual que los planes de emigración voluntaria
de más de medio millón de gazatíes. Pero los planes de limpieza étnica
ideados por los mesiánicos cerebros de los estadistas del (mal) llamado mundo
libre podrían materializarse en un futuro no muy lejano…
Hace un cuarto de siglo,
los diplomáticos extranjeros destinados a Tel Aviv y algunos periodistas
occidentales solían visitar la Franja de Gaza empujados por la curiosidad o las
indicaciones/recomendaciones de algunos de sus jefes occidentales. Se trataba,
en la mayoría de los casos de averiguar in situ detalles sobre las
condiciones de vida de los gazatíes, una población formada, en su gran mayoría,
por refugiados palestinos procedentes de localidades ocupadas en los años 40
por las fuerzas armadas del recién creado Estado de Israel.
¿Las primeras
impresiones? ¿Qué decir de las condiciones de vida de familias de 10 ó 12
personas, acinadas en precarias viviendas de dos habitaciones? Sí, es verdad; tienen suerte. La mitad de
los hijos trabajan”, afirmaban los trabajadores humanitarios de Gaza. ¿Dormir
siete personas en una habitación? Sí, es verdad; pero se turnan. Nadie
puede permitirse alquilar viviendas más espaciosas. Los refugiados nos invitan a comer. O a
compartir una taza de té. No se avergüenzan de su condición. Sí se avergonzaron
los administradores hebreos del territorio, cuando un periodista
canadiense publicó un libro titulado Bantustán Gaza.
Bantustán, sí.
Recordando los extensos territorios con población de color tutelados por el
régimen racista de Sudáfrica. Los bantustanes. Pero Israel no es un país
racista, respondieron los gobernantes de Tel Aviv…
Y así pasaron más de
cuatro décadas. El bantustán Gaza se convirtió en un problema insoluble
para los estrategas hebreos. ¿Qué hacer al final de la actual ofensiva del
Ejército israelí? La eliminación total de Hamas es una mera utopía. La limpieza
étnica, una herejía. La convivencia entre hebreos y gazatíes, una ficción. Pero
queda el ukase de Donald Trump: Hay que vaciarme todo esto. La Riviera Trump
será el paraíso de los ricos.
Mensaje recibido en Tel
Aviv, donde se trabaja incesantemente en la materialización del deseo del amigo
americano.
¿Expulsar gazatíes?
¿Recluir a la población en una mal llamada zona humanitaria? ¿Financiar
el reasentamiento de centenares de miles de personas? ¡Puros disparates! Pero
si Washington lo quiere…
En las últimas semanas,
la prensa anglosajona se hizo eco de la existencia de un plan destinado a
satisfacer las exigencias de Donald Trump y… exonerar (ayunque sólo
parcialmente) de culpa a Benjamín Netanyahu. Una gran consultora norteamericana
- Boston Consulting Group – trabaja dese hace meses en un proyecto
destinado facilitar la tarea de los políticos israelíes.
Un primer indicio: las
actividades de la Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados Palestinos
(UNWRA), vetada por Israel debido a sus supuestos vínculos con Hamas, fueron
retomadas por la Fundación Humanitaria de Gaza, patrocinada por Israel y
Estados Unidos. Su actuación resultó ser torpe y deficiente a la hora de distribuir
la ayuda humanitaria bloqueada por Tel Aviv durante varias semanas.
Al tener que hacer frente
a la distribución de alimentos, la Boston Consulting se vio obligada
contratar la empresa de seguridad Safe Reach Solutions (SRS), cuyos
paramilitares se vieron involucrados – según informes elaborados por centros de
investigación israelíes – en los primeros ataques contra la población
palestina. Aparentemente, los chicos de SRS tienen – al igual que sus
colegas hebreos - el gatillo fácil…
El equipo de Boston
Consulting elaboró un borrador de Plan Financiero para la reconstrucción de
Gaza, que incluye estimaciones de costos para reubicar a cientos de miles de
palestinos de la Franja así como el impacto económico de tal desplazamiento
masivo. Según las hipótesis de trabajo, más de 500.000 gazatíes abandonarían el
enclave con cheques de reubicación por valor de 9.000 dólares por
persona, es decir, un coste total de alrededor de 5.000 millones de dólares.
Pero los altos cargos de la consultora estiman que fueron engañados sobre el
alcance del trabajo por los directivos del proyecto.
En principio, los
combatientes y líderes de Hamás que deseen salir de Gaza podrían hacerlo junto con
sus familiares; Turquía y Qatar los aceptarían con los brazos abiertos.
Los demás pobladores de
la Franja permanecerán en Rafah, recluidos en la “ciudad humanitaria”, un
gigantesco gueto estrictamente vigilado. Tendrá, eso sí, acceso a las zonas
industriales: fabricación de coches
eléctricos, empresas tecnológicas, laboratorios, ubicados en las inmediaciones
de urbanizaciones de lujo destinadas a multimillonarios extranjeros.
Sabido es que Israel – al
igual que la Casa Blanca – prefieren recurrir a… mano de obra barata.
El presidente Trump se
encargaría, por su parte, de animar a Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos
y Arabia Saudí a participar en la creación de un gobierno provisional.
Se estima que el presidente
de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmúd Abbas, que no tardó en reclamar la
soberanía de Gaza para la Autoridad Nacional, debería nombrar a una persona de
confianza para formar un gobierno provisional ¡sin la participación de Hamás!
hasta que los palestinos puedan celebrar elecciones libres.
¿Elecciones libres? Pero
sí; Donald Trump tendrá su Riviera mediterránea.