El edificio balcánico se agrieta. ¿El edificio balcánico?
Encontré el titular en un prestigioso diario anglosajón cuyos redactores,
aristócratas de nacimiento, dedican parte de su vida al análisis
geoestratégico, un buen trampolín para aterrizar en las altas esferas de la
política. Confieso que esa estrategia no me molesta en absoluto; cada cual
tiene derecho de escoger su camino en la vida. Yo personalmente, prefiero no
separarme de mi vieja máquina de escribir. Nos unen demasiados recuerdos…
Mas me estoy alejando sin querer del edificio
balcánico, de esta percepción cartográfica que poco tiene que ver con la
realidad. El término balcanización es sinónimo de atomización. Y
la verdad es que, tras la separación de la Sublime Puerta y la desintegración
del Imperio Austro-Húngaro, potencias que se repartían los territorios del
Sudeste europeo, los Balcanes se convirtieron en cuna de reinos, principados o
microestados que compartían religión, cultura e idioma. Pero la división
fronteriza, existente antes de la llegada de los turcos o la conquista
austro-húngara, se tornó en un quebradero de cabeza para Occidente.
La desaparición de Yugoslavia, deseada y planeada por
estrategas trasatlánticos, abrió la vía a la rebalcanización-atomización de
la zona. Las solicitudes de ingreso en la Unión Europea proliferaron,
convirtiéndose en la pesadilla de los funcionarios de Bruselas, París y Bonn.
Obviamente, los Balcanes no eran - ni son - una región prioritaria para
Bruselas. La integración de los nuevos Estados en la OTAN se hizo sin dilación,
pero de ahí a sentarlos en la mesa del club comunitario…
Si bien la situación parecía haber cambiado durante
las primeras semanas que siguieron la invasión de Ucrania, el tándem
franco-alemán que rige los destinos de la Unión Europea no tardo en desalentar
a los candidatos balcánicos. La frase: su país ocupará el lugar que se
merece en la familia europea, pronunciada ad nauseam por la
presidenta de la Comisión, se traduce, según los altos cargos del Gobierno de
Tirana, por: esperen, la barca está llena. Y no sólo la barca; también
el cómodo velero en el que viajan los antojadizos miembros del club: Polonia,
Hungría, Italia y también, otros candidatos en ciernes. Se trata, en principio,
de países de Europa oriental, ex satélites de Moscú, poco propensos a renunciar
a sus sacrosantas prerrogativas: la Constitución, la soberanía nacional, el
sistema jurídico, en aras de una legislación comunitaria. He aquí las primeras
grietas en el edificio; no hace falta buscarlas en los Balcanes. Sin embargo…
Los resultados de las últimas elecciones locales
celebradas recientemente en la Republica de Montenegro causaron sorpresa e
inquietud en las Cancillerías occidentales. En efecto, los partidos prorrusos
obtuvieron muy buenos resultados, fortaleciendo la influencia de Serbia y la
Federación Rusa en este minúsculo país, eterno candidato al ingreso en la UE.
Detalle interesante: Montenegro se separó de Serbia en
2006. Sin embargo, presentó su solicitud de ingreso en la UE ya en… 2005, unos
meses antes de la proclamación de la independencia. Fue recibido con todos los
honores en la OTAN en 2017. No hay que extrañarse: basta con recordar que este
pequeño gran país - 620.173 habitantes – limita con Bosnia Herzegovina, Serbia,
Albania, Croacia y… Kosovo. Una atalaya ideal para los observadores
atlantistas.
Montenegro se apresuró en adherirse a la zona euro.
Fue admitido, pese a sus catastróficos indicadores económicos: con un PIB de 19
043 dólares per cápita, cuenta entre los países más pobres del Viejo
Continente. Dispone, eso sí, de importantes recursos naturales – metales,
aluminio, carbón – y con un enorme potencial turístico. Los grupos
empresariales franceses pretenden convertir su costa adriática en una especie
de segunda Costa Azul. Sin embargo, las puertas de Europa permanecen cerradas.
El mini estado estrenó un dilatado periodo de
inestabilidad política en 2020, cuando el Partido Democrático de los
Socialistas (DPS) y sus socios prooccidentales fueron derrotados en las
elecciones parlamentarias. Una nueva coalición, liderada por el radical
partido pro serbio Frente Democrático e integrada por agrupaciones
representando a las minorías étnicas, logró imponerse.
Pese a las promesas de seguir una
política prooccidental, la cooperación del Gobierno de Montenegro con la UE y
la OTAN se ha ido deteriorando significativamente; los nuevos gobernantes
promovieron activamente los intereses de Belgrado y de…la Iglesia Ortodoxa
Serbia.
El claro ganador de la última
consulta electoral fue otro partido pro serbio, Europa Ahora, agrupación
creada hace apenas unos meses que, junto con Demfront, el segundo baluarte pro
serbio por orden de importancia, no disimula su escepticismo sobre la independencia
de Montenegro, considerando incluso que los montenegrinos son parte integrante
de la nación serbia.
Frente a ellos, el actual
presidente del país, Milo Djukanovic, un excomunista, antiguo colaborador y
confidente del serbio Slobodan Milosevic, se erige en defensor de Europa,
liderando la cruzada contra la destructiva influencia rusa en los Balcanes.
¿Cambiará de rumbo Montenegro?
¿Consentirán los eurócratas y los atlantistas la presencia ¡ay, cuán molesta!
de un segundo foco pro moscovita en los Balcanes?
Decididamente, Occidente tiene
interés en cuidar las grietas de un edifico que aún no le pertenece.
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