La reciente publicación de los datos relativos al Producto Interior Bruto (PIB) por habitante en la Unión Europea en 2009 vuelve a poner de manifiesto el desfase existente entre los países más ricos y los menos desarrollados del “club de los 27”. En efecto, según la Oficina de Estadísticas de la UE (Eurostat), sólo 13 Estados miembros logran mantenerse por encima de la media comunitaria (el índice del 100 p.c.) mientras que los nuevos socios se sitúan por debajo del indicador global.
Grecia y Portugal, cuyas recientes dificultades económicas o financieras han causado numerosos quebraderos de cabeza a las instituciones de Bruselas y a la banca internacional, se suman al pelotón de las economías más frágiles. Los griegos, que apenas alcanzan un 95 p.c. de la media, ocupan el 15º lugar en la lista de Eurostat, mientras que los portugueses rozan el 78 p.c., colocándose en el 19º lugar.
Si bien las economías de las nuevas incorporaciones mediterráneas – Chipre y Malta – no despuntan, la situación más crítica se registra en los antiguos países del llamado “campo socialista” (Europa Central y Oriental), cuya adhesión a la UE no sólo no ha logrado eliminar los desequilibrios entre “ricos” y “pobres” del Viejo Continente, sino que, en algunos casos, ha acentuado las diferencias. Es el caso de las repúblicas bálticas – Lituania, Letonia y Estonia – cuyos indicadores registran un notable descenso de la actividad económica o del poder adquisitivo. En Lituania, por ejemplo, el retroceso del PIB alcanza el 18,5 p.c. Por su parte, los letones denuncian un fenómeno migratorio masivo hacia Occidente (Inglaterra y Alemania), que afecta sobre todo a los jóvenes y a los profesionales cualificados.
Más preocupante es, sin embargo, la situación de Rumanía y Bulgaria, Estados que ingresaron en la UE hace apenas tres años y que se colocan en los últimos lugares – 26º y 27º respectivamente - de la lista. En ambos casos, el índice de desarrollo es inferior al 50 p.c. Los rumanos han registrado un modesto incremento de 3 puntos del poder adquisitivo desde la adhesión a la UE. Pero este avance podría ser anulado, de aquí a finales de año, por las drásticas medidas de austeridad impuestas por las autoridades de Bucarest para combatir el efecto de la crisis. A ese estado de cosas se suman, además, los inquietantes síntomas de inestabilidad política y la escasa preparación de las estructuras económicas para hacer frente a los criterios de convergencia reales. Según los economistas rumanos, los sucesivos Gobiernos se han limitado a corregir los criterios nominales: inflación, déficit presupuestario y deuda pública, haciendo caso omiso de otros factores clave: la solidez de las estructuras económicas y la competitividad.
Más grave aún es la situación de Bulgaria, cuya economía no ha experimentado mejoría alguna desde 2007, fecha de la adhesión a la UE. Por si fuera poco, las autoridades de Sofía tienen que hacer frente a la corrupción que, sumada a la criminalidad organizada, constituye una amenaza no sólo para el país balcánico, sino también para la mayoría de sus socios comunitarios.
Al hacerse eco de los poco halagüeños resultados de la encuesta de Eurostat, los medios de comunicación de Europa oriental hacen hincapié en el hecho de que Croacia y Turquía, países candidatos al ingreso, aunque no miembros de la UE, superan el PIB por habitante de los europeos “pobres”. El poder adquisitivo de los croatas asciende al 64 p.c., mientras que el de los turcos es de 46 p.c.
A la ya de por sí difícil situación económica de los nuevos socios de la Unión se suma otro factor inquietante: la aparición y el avance constante de grupúsculos de extrema derecha, que aprovechan el período de crisis para afianzarse en unas naciones que aún no cuentan con instituciones democráticas estables.
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