Los neo-NATOs, países
del este europeo recién admitidos en la Alianza Atlántica - nada que ver con
las corrientes demográficas – suelen tildar a Rusia de Imperio del Mal.
Cabe suponer que China, reconocida como principal amenaza venidera
de los adalides del Mundo Libre y sus acólitos, llevará – llegado el
momento -el nombre de Imperio del Mal Supremo.
Según el actual inquilino de la Casa Blanca, mientras Rusia
es el enemigo que hay que derrotar, aplastar y dejar de rodillas, China
es el mal sistémico que habrá que corregir. En realidad, ambas
definiciones designan al nuevo enemigo de Occidente; al oponente que se
había esfumado a comienzos de la década de los 90 del pasado siglo, tras la
desintegración de la Unión Soviética y la desaparición del llamado campo
socialista. Pero, ¡ay, error de cálculo! Los estrategas occidentales no
habían contado con la supervivencia de la eterna Madre Rusia, con el
carácter obstinado y rebelde de su pueblo, los pueblos eslavos asentados en esa
extensa región. No, el mundo no se conquista con la civilización de la Coca
Cola y la hamburguesa, como vaticinaba en su momento Condoleezza
Rice, la flamante Secretaria de Estado de George Bush Jr. No; la felicidad de
los rusos, de los pueblos indoeuropeos en general, no depende sola y únicamente
de la prosperidad económica. El factor cultural, histórico y religioso es
primordial para el desarrollo armónico de esas poblaciones. La Coca Cola no
ha podido ocupar el espacio de lo sagrado; la hamburguesa no ha encajado
en el Russian way of life (modo de vida ruso). Es cierto; lo extraño, lo
desconocido, suele ejercer cierta atracción, pero los rusos creen en Dios, en
la Madre Patria, en el padrecito zar, o pope, o secretario
general del Partido (comunista) o Presidente de la nación. Dios, Stalin,
Gorbachov, Putin: la deidad de turno. Las guerras patrióticas de la
Madre Rusia suelen contar con más apoyo que los emblemáticos equipos de futbol
occidentales. La noción de Patria es, sigue siendo, sagrada.
No vamos a analizar aquí los argumentos y contraargumentos de
las partes involucradas en el conflicto de Ucrania; lo haremos próximamente,
tras la publicación del nuevo concepto estratégico de la Alianza
Atlántica, que se esboza esos días en Madrid. Aquí es donde se ha llegado a la
conclusión de que Rusia y China, los dos colosos que no quieren someterse a los
ukases de Occidente (léase Estados Unidos) son… nuestros enemigos.
La Federación Rusa, este país cercado por tropas de la
Alianza Atlántica, pasó de ser aliado de la OTAN (¡nunca lo fue, Sr.
Stoltenberg!) a desempeñar el papel de enemigo. Un desenlace lógico,
teniendo en cuenta que el santo y seña de la Conferencia de Helsinki era desarmar
a Rusia. Se trataba, en aquel entonces, del desarme ideológico. Pero el
operativo fracasó. La consecuencia de este desacierto lo pagan los justos, no
los pecadores. De hecho: ¿quiénes son los pecadores? Aún queda por ver…
En la cumbre de la OTAN celebrada en Madrid, se nos desveló
un secreto: al oso ruso, archienemigo de la civilización occidental, se
suma el panda chino, simpático animalillo que se ha convertido en la
pesadilla de la clase política del Primer Mundo. En nuevo peligro surge del
Este: el brazo largo de China, el poderío militar de Pekín, preocupa
sobremanera a las Cancillerías pro occidentales. Un ejemplo: durante el llamado
Foro de Seguridad del Diálogo de Shangri-La, el ministro de Defensa de Camboya,
Tea Banh, trató de convencer a los participantes, diplomáticos y militares asiáticos
y occidentales, de que China no está construyendo una base militar en su país.
Aparentemente, alguien pretendió acreditar la tesis de que el Ejército Popular
de Liberación chino trata de crear una red global de centros estratégicos navales.
Nosotros no tenemos ni
queremos disponer de una red de bases militares parecida a las de Estados Unidos,
que cuenta con más de 200 instalaciones en el mundo, aseguran las
autoridades de Pekín. Nos interesa, eso sí, tener instalaciones portuarias
capaces de albergar y dar servicio a los buques de la marina mercante y militar
china.
Por su parte, Derek Chollet, alto
cargo del Departamento de Estado de EE. UU., manifestó que Washington estaba
persuadido de que China estaba construyendo una base en Ream (Camboya) en el
Golfo de Tailandia. Hay indicios de que se trata de una instalación
exclusivamente militar, dijo Chollet.
En marzo, los medios de
comunicación de la región se hicieron eco de la existencia de un acuerdo
estratégico entre China y las Islas Salomón, que podría allanar el camino para
que Pekín construya una base en este archipiélago. El año pasado, la
Administración estadounidense sospechó que Pekín había inaugurado una
instalación secreta en los Emiratos Árabes Unidos y podría tener planes
similares en Guinea Ecuatorial.
Mientras Pekín rechaza las
acusaciones relativas a la existencia de planes estratégicos, su ejército se
dedica a construir una red de baluartes estratégicos a lo largo de las
principales rutas comerciales marítimas para proteger los crecientes intereses chinos.
Según un informe redactado por Isaac
Kardon, profesor en la Escuela de Marina Militar de los Estados Unidos, las
empresas públicas chinas poseen u operan al menos una terminal en 96 puertos en
53 países. Esta red de infraestructura portuaria podría convertirse en la
columna vertebral de las operaciones del ejército en alta mar.
Nuestro modelo está orientado
al desarrollo. Incumbe a nuestro ejército proteger este desarrollo en el
extranjero, y también cosechar los frutos de ese desarrollo, señala un
politólogo chino.
Los argumentos de las autoridades
de Pekín no convencen a los Estados Unidos y sus socios en la región: Reino
Unido, Japón, Australia y Nueva Zelanda, que tratan de frenar la influencia china
en el Indo-Pacífico.
Los cinco países, que integran el recién
creado proyecto Socios en el Pacífico Azul han publicado una declaración
en la que se comprometen a buscar métodos eficaces para hacer frente a la creciente
presión sobre el orden internacional libre y abierto basado en normas. El
orden y las normas fijadas por el patrocinador de la iniciativa: los Estados
Unidos.
Detalle interesante: los Socios
en el Pacifico Azul fueron invitados a participar en la cumbre de la OTAN
celebrada en Madrid. Y no se trata de una mera casualidad. De hecho, la
declaración conjunta señala la intención de la Casa Blanca de invitar a los
ministros de asuntos exteriores de la agrupación a Washington para una
evaluación de los avances obtenidos este año.
Qué duda cabe de que resultará más
difícil corregir el mal sistémico chino que aislar a Rusia, atentando
contra su economía. Y más peligroso, sin duda, contemplar una confrontación
bélica con el gigante asiático; una confrontación que podría desembocar en una
debacle nuclear.
En realidad, en el caso concreto de China, Washington teme que el fulgurante avance tecnológico del coloso asiático podría acabar relegando a un segundo plano la economía ¡y tecnología! estadounidenses. En este caso, los comentarios sobran.
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