Afirmar rotundamente
que los Estados Unidos y la Unión Europea han orquestado los últimos
acontecimientos de Ucrania, que las potencias occidentales han sido los
verdaderos artífices de las revoluciones
de colores de Kiev, que han propiciado la caída del presidente Yanukóvich y
su sustitución por el equipo del autoproclamado
Gobierno de Ucrania, son palabras que, sin duda, provocan malestar. Y más aún,
si las acusaciones proceden del jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, el
hombre que se comprometió, en nombre del Kremlin, a rebajar la tensión en el
Este de Ucrania.
Pero desde la
conferencia de Ginebra, irrelevante evento que congregó en la ciudad helvética
a emisarios de Washington, Moscú, Kiev y la UE, la situación sobre el terreno se
ha deteriorado a pasos agigantados. El pasado domingo, el jefe de la CIA, John
Brennan, realizó un viaje relámpago a la capital de Ucrania. Pocas horas
después de su visita, las autoridades de Kiev anunciaban la reanudación de la
“operación antiterrorista”, destinada a eliminar los focos de resistencia pro
rusa en el Este del país, región que cuenta con una mayoría rusófona, que la
propaganda occidental se empeña en tildar de rusófila. Huelga decir que los anteriores
intentos de pacificación de la zona
se saldaron con estrepitosos fracasos. Soldados y carros blindados que se
entregaron al enemigo, es decir, a
las milicias rebeldes, extrañas situaciones de compás de espera, en que los combatientes de los bandos rivales se
observaban mutuamente sin pegar un solo tiro. Los milicianos, al igual que los
políticos moscovitas, estaban a punto de echar las campanas al vuelo. Pero…
En los últimos días, la
Administración Obama decidió lanzar sus peones en el tablero de la última frontera. El senador John McCain,
candidato republicano a la presidencia de los EE. UU. en los comicios de 2008,
encabezó una delegación de congresistas que tomó tierra en Chisinau, capital de
la República de Moldavia, territorio reclamado tanto por Moscú como por
Bucarest. McCain no dudó en ofrecer a los líderes moldavos asistencia (civil y
militar), préstamos y garantías en la lucha contra… la campaña de intoxicación
llevada a cabo por las cadenas de televisión rusas. Más explícito, el senador
Robert Corker aludió al reciente cambio de actitud de los Estados Unidos hacia
los países de Europa oriental, indicando que Norteamérica se comprometía a promover la democracia en Moldavia. Para
poner la guinda, Bruselas anunciaba casi simultáneamente que las autoridades de
Chisinau podían solicitar el ingreso en
la UE. Un estado de cosas inimaginable hace apenas unos meses, cuando las altas
instancias comunitarias descartaban cualquier avance en las consultas con este
país, acusado de corrupto, inseguro y ambiguo.
El vicepresidente John
Biden encabezaba la otra comitiva enviada por la Casa Blanca a Kiev para
reafirmar el apoyo de Washington a las autoridades ucranias. En su discurso
ante la Rada (Parlamento), Biden hizo especial hincapié en la voluntad de los
Estados Unidos de facilitar ayuda económica y energética a Ucrania, exigiendo
sin embargo una guerra sin cuartel contra la corrupción, así como la férrea defensa
de la unidad nacional (léase, integridad territorial) del país.
No, no se trata de
meras palabras. Estados Unidos y la OTAN no parecen dispuestos a limitarse a un
intercambio de acusaciones verbales con su futuro ex socio ruso. Hace apenas
unas horas aterrizaba en el aeropuerto de Swindin (Polonia) un contingente de
150 militares pertenecientes a la 173 Brigada aeronaval de la OTAN acantonada
en Italia. En los próximos días, alrededor de 450 soldados estadounidenses se trasladarán
a Lituania, Letonia y Estonia. Por su parte, Alemania ha anunciado el envío de
barcos de guerra al Báltico Su misión: reforzar el flanco Este de la Alianza.
Por si fuera poco,
Washington acusa a Rusia de no llevar a cabo medidas destinadas a rebajar la tensión
en la frontera con Ucrania, es decir, insistir en el desarme de las milicias pro rusas, mientras
que Moscú achaca a la Casa Blanca y la OTAN la escalada verbal y… militar.
Hay quien estima que hoy
por hoy sería erróneo hacer un paralelismo entre esos primeros pasos de esa innegable
escalada bélica y las guerras napoleónicas de 1812. En efecto, no conviene olvidar el trágico desenlace
que aquél episodio.
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