viernes, 12 de noviembre de 2010

Los cristianos de Oriente: entre la cruz y Al Qaeda


Los sangrientos ataques perpetrados en las últimas semanas contra miembros de la comunidad cristiana iraquí vuelven a poner de manifiesto el radicalismo y la intransigencia de Al Qaeda, cuyos cabecillas evocan abiertamente la necesidad de expulsar a los “herejes cristianos” de las tierras del Islam. Curiosamente, ello sucede en un país donde la discriminación religiosa estaba vetada por un conjunto de leyes sobre la “igualdad de las minorías étnicas”, promulgadas por el régimen laico de Saddam Hussein.
Conviene recordar que, durante siglos, las provincias que conforman el Irak moderno fueron pobladas por distintas comunidades cristianas. De hecho, la mayor parte de los cristianos iraquíes pertenece al grupo los asirios, que abrazó la fe de Cristo en los siglos 2º y 3º de nuestra era. La segunda comunidad por orden de importancia está integrada por los caldeos, étnia de cultura y expresión árabes. Menos numerosos son los siriacos ortodoxos y católicos, los armenios y los católicos romanos.
La relación de los cristianos y, ante todo, de la comunidad asiria con la rama iraquí de la monarquía hachemita que reinaba en Bagdad acabó generando la desconfianza y la ira de los musulmanes, tanto sunitas como chiitas. Durante los 35 años de gobierno del Partido Ba’az, los cristianos residentes en las zonas urbanas llegaron a ocupar puestos clave en los Gobiernos de Saddam Hussein y/o amasar grandes fortunas en el mundo de los negocios. ¿La procedencia del dinero? Las transacciones lícitas e ilícitas de la camarilla de Saddam, así como la corrupción reinante a todos los niveles de la Administración del Estado.
La violencia contra los cristianos volvió a desencadenarse a partir de 2004, tras la ocupación del país por las tropas de la coalición pro-occidental. Durante los primeros disturbios registrados en el barrio cristiano de Al Dora, los sunitas lanzaron un ultimátum a los pobladores: convertiros al Islam en un plazo de 24 horas o abandonad el país. Tres años más tarde, más de dos tercios de la población cristiana se había marchado Bagdad. Lo mismo sucedió en Mosul y Kirkuk, baluartes kurdos situados en el Norte del país. Los ataques contra los cristianos fueron perpetrados por las milicias sunitas y chiitas, por integrantes del Ba’az o grupúsculos de Al Qaeda, a los que se sumaron numerosa organizaciones criminales.
Huelga decir que la persecución de las comunidades cristianas no se debe sola y únicamente a la actitud más que benévola de las tropas occidentales para con esta minoría; también entran en liza algunos incidentes acaecidos fuera de la región. Las caricaturas que ridiculizaban al profeta Mahoma, publicadas en Europa en 2005 o las desafortunadas declaraciones del Papa Benedicto XVI sobre el Islam y los musulmanes de 2006, desembocaron en una serie de incidentes protagonizados por radicales islámicos y miembros de la comunidad asiria. Los intentos de crear una región autónoma cristiana en la planicie de Nínive fracasaron, pese a que el artículo 125 de la nueva Constitución iraquí garantiza los “derechos administrativos y políticos de las (distintas) nacionalidades”.
El pasado mes de junio, un grupo integrado por 76 líderes cristianos y representantes de otras etnias lanzó un llamamiento a favor de la protección de las minorías. Sin embargo, los derechos de la minoría cristiana siguen siendo violados sistemáticamente.
Pero el malestar viene de más antiguo. Desde la caída del Imperio otomano, en la década de los 20 del siglo pasado hasta los años 50, las comunidades cristianas protagonizaron la llamada “emigración política”, flujo migratorio resultante de los brotes de nacionalismo radical que acompañaron la creación de los Estados-nación en distintas regiones del ya desaparecido imperio.
Irak no es el único país musulmán sometido a la presión social de los islamistas. En los Territorios Palestinos sólo quedan 50.000 cristianos, es decir, un escaso 3 por ciento de la población. En 1920, había en Turquía más de 2 millones de cristianos. Actualmente, apenas quedan 200.000.
La situación es idéntica en la casi totalidad de los países árabes o musulmanes del contorno mediterráneo. ¿Pura casualidad o… sonada victoria de los radicales de Al Qaeda?