martes, 25 de junio de 2019

Imamoglu: el “griego” que reconquistó Constantinopla


El islamismo moderado no existe. Como tampoco existe el comunismo moderado o la socialdemocracia precavida. Soy musulmán, acato los mandamientos del Corán, pero respeto las otras religiones. Para mí, los militantes de Al Qaeda no son islamistas; están empeñados en destruir la Casa  del Profeta, de ensuciar su nombre.

Recordé las palabras de mi buen amigo, un piadoso intelectual turco, al tropezar con las poco tolerantes manifestaciones de algunos políticos adscritos al Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) durante la última campaña electoral llevada a cabo en Anatolia. Su radicalismo y su exacerbado nacionalismo resultan cuando menos inquietantes.

En este caso concreto, su víctima fue Ekrem Imamoglu, candidato del Partido Popular Republicano (CHP) a la alcaldía de Estambul, denigrado por ser de origen griego o griego póntico. En efecto, Imamoglu es originario de Trebizonda, el último reino cristiano que sobrevivió a la caída de Constantinopla, en 1453. Los habitantes de este feudo heleno resistieron hasta 1461. A pesar de la musulmanización progresiva del territorio, se cree que gran parte la población de la región de Ponto tiene ascendencia griega.

Pese a la persecución de las minorías cristianas de los años 1913 – 1923, la cuestión étnica no parecía haberse planteado en la Turquía moderna hasta la primera década de nuestro siglo, cuando elementos integristas volvieron a resucitar las consignas racistas y xenófobas. La travesía del desierto de Ekrem Imamoglu empezó en el mes de mayo, después de su victoria en las elecciones locales celebradas en el mes de marzo en Estambul y anuladas, como se sabe, a petición expresa del presidente Erdogan.

A mediados de mayo, el alcalde conservador de Esenler, Mehmet Göksu, lanzó la primera diatriba: ¿Sabéis qué dice la prensa griega? Dicen que los griegos han reconquistado Estambul. Pero, ¡un momento! ¿De dónde es este tipo, Imamoglu? ¿Cómo es posible que los griegos hablen de la conquista de Estambul sin que haya habido resistencia alguna? 
  
Curiosamente, los medios de comunicación atenienses jamás habían aludido a los posibles o probables orígenes griegos de Imamoglu. 
 
Durante unas fiestas celebradas a comienzos de junio en la localidad póntica de Giresun, el vicepresidente del AKP, Nurettin Canikli, rindió homenaje a Topal Osman, uno de los líderes del movimiento nacionalista de la década de los 20, instigador de las masacres de las comunidades griegas, armenias y aleví.
  
Canikli lanzó diatribas contra los pontianos, acusándolos de traición durante la Guerra de Independencia. El propio Imamoglu se vio obligado a proclamar su lealtad al ideario nacionalista  de Osman.

El genocidio griego, instigado por los gobiernos del Imperio Otomano, el partido Comité de Unión y Progreso (CUP) y el Movimiento Nacionalista Turco de Mustafa Kemal Atatürk, desembocó en numerosas masacres, deportaciones forzadas y marchas de la muerte. Durante este período, se procedió a la eliminación de alrededor de 1 millón de griegos otomanos.
  
La hostilidad actual de los turcos parece derivar del adoctrinamiento llevado a cabo por las instituciones. Sirva como ejemplo la reciente decisión del Gobierno de Ankara de prohibir el rodaje de un documental sobre la cuestión armenia. Al parecer, el veto fue formulado por la plana mayor del ultraderechista Partido Acción Nacionalista (MHP), socio de Gobierno del AKP, que prefiere correr un tupido velo sobre este período histórico.

Irónicamente, muchos turcos que sienten animadversión hacia los griegos o la minoría cristiana, son probablemente de origen griego.

El nuevo alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, miembro de un partido laico, socialdemócrata y hombre de ideas liberales, aterriza en el despacho ocupado hace un cuarto de siglo por Tayyip Recep Erdogan, ese islamista moderado en el que tanto confiaban los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca. El nuevo regidor tiene por delante una colosal tarea: devolver la milenaria urbe a la normalidad republicana después de décadas de gestión islámica.

Los griegos reconquistaron Constantinopla. Vivir para ver…

domingo, 23 de junio de 2019

El plan de paz Kushner - ¿un contrato de compraventa?


Y la luz se hizo. Apenas cuatro días antes del inicio de la conferencia económica de Bahréin impulsada por la Administración estadounidense, la Casa Blanca ha decidido desvelar algunos detalles del plan de paz para Oriente Medio elaborado por el yernísimo del Presidente, Jared Kushner, que el propio Trump no dudó en tildar en su momento de Acuerdo del siglo.

Kushner compareció ante las cámaras de televisión para bosquejar las líneas maestras de su proyecto, que consiste en la creación de un fondo dotado con 50.000 millones de dólares destinados al desarrollo, durante un período de 10 años, de infraestructuras económicas y empresariales en la región del conflicto. Más de la mitad de los fondos – unos 28.000 millones – se destinará a Cisjordania y la Franja de Gaza, 9.000 millones irán a parar a Egipto, 7.500 serán para Jordania y 6.000 para la economía de Líbano.

Donald Trump espera que otros países, principalmente los estados ricos del Golfo y los inversores privados, se hagan cargo de gran parte de los costes del proyecto.

El plan de acción contempla la realización de 179 proyectos industriales y comerciales, recordándonos extrañamente la interminable lista de objetivos prioritarios establecida por la Conferencia de Paz de París. Pero la reunión celebrada hace años en la capital francesa no emanaba de una iniciativa norteamericana…

Con la mentalidad de promotor inmobiliario heredada de su padre, Charles Kushner, el yernísimo cree que el mero hecho de repartir millones a los gobernantes de la región mezo oriental logrará sentar las bases de una paz duradera. ¿Simple contrato de compraventa? La descabellada idea cuenta con el aval de uno de los incondicionales aliados de Trump, el príncipe saudita Mohammed Bin Salmán. Para el heredero de la Corona saudí, el dinero lo soluciona todo.

No es esta la opinión de la mayoría de los políticos y académicos de la zona. En efecto, para la Autoridad Nacional Palestina, el plan Kushner equivale a una nueva Declaración Balfour. De colosal pérdida de tiempo, tachan los iraquíes la iniciativa de la Casa Blanca; es una idea de promotores inmobiliarios, no de políticos, estima en analista egipcio Gamal Fahmi, un proyecto económico, sin fundamento político, escribe la prensa libanesa, un crimen histórico, añaden los medios afines al movimiento radical islámico Hezbollah. Un plan que sólo beneficia a los enemigos de los Estados Unidos en la región, comenta la prensa árabe de Londres, aludiendo concretamente a… Irán.

Detalle significativo: el Acuerdo del siglo no contempla la creación de un Estado palestino. La cuestión de la soberanía brilla por su ausencia. Hay quien estima que el equipo de Kushner desplegó inestimables esfuerzos para domesticar a los palestinos, inmaduros para fundar un Estado propio. El embajador norteamericano en Israel, David Friedman, asegura que su país no apoyará el establecimiento de un nuevo Estado. Lo último que necesita la región es un Estado Palestino fallido entre Israel y el río Jordán, asevera el diplomático.

En las últimas horas se supo que una delegación empresarial israelí participará en la cumbre de Bahréin. También estarán presentes algunos empresarios palestinos y… políticos exiliados, acérrimos detractores del Gobierno de la ANP.

Entre los participantes figuran también emisarios del antiguo jefe de los servicios de seguridad de la Franja de Gaza, Mahmúd Dahlan, controvertido personaje al que se le tildaba, con o sin razón, de hombre de la CIA en la Administración palestina. Más claro…

jueves, 20 de junio de 2019

Los Altos de Trump y el Acuerdo del Siglo


El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, presidió el pasado fin de semana la ceremonia inaugural de una nueva localidad judía ubicada en la meseta del Golán: Ramat Trump (los Altos de Trump). Se trataba de una inauguración meramente simbólica; el emblemático proyecto no cuenta con el visto bueno del Gabinete interino, desprovisto de capacidad decisoria, ni con el aval de la Knesset (Parlamento). También brillan por su ausencia los imprescindibles planos urbanísticos y la financiación. Sin embargo, a la inauguración virtual de Los Altos asistió el embajador estadounidense en Israel, David Friedman, valedor de Netanyahu y ferviente defensor de su política expansionista. No hay que extrañarse: basta recordar que el actual representante diplomático de la Casa Blanca en Jerusalén provocó la ira de la comunidad palestina al pronunciarse públicamente a favor de la anexión de gran parte, si no de la totalidad del territorio de Cisjordania al Estado Judío. Sus declaraciones, reproducidas por el rotativo New York Times, sorprendieron a los profesionales de la diplomacia. Pero Friedman es un embajador político que, junto con el yerno de Trump, Jared  Kushner, y Jason Greenblatt, vicepresidente de la organización Trump, participó a la elaboración del famoso Acuerdo del Siglo, el plan de paz estadounidense que será desvelado a partir de la semana próxima en varias reuniones internacionales que tendrán por escenario  las capitales árabes.

Detalle interesante: en el primer encuentro, pomposamente bautizado Paz para la Prosperidad, no participarán representantes palestinos ni altos cargos del Gobierno israelí. La Casa Blanca confirmó la asistencia en la cumbre que se celebrará en Bahréin la semana próxima de Arabia Saudita, Qatar, los Emiratos Árabes Unidos,  Egipto, Jordania y Marruecos. Según la Administración Trump, dicha reunión facilitará el diálogo sobre una visión ambiciosa y viable para un futuro próspero para el pueblo palestino y la región. ¿Frases huecas? ¿Cortina de humo?

El objetivo principal de este encuentro es la creación de una alianza árabe de corte pro occidental susceptible de promover la iniciativa estadounidense. Aunque el Gobierno israelí no haya sido invitado oficialmente a la primera cumbre, un exfuncionario de alto rango del Ministerio de Defensa hebreo, que ejerció de enlace entre Tel Aviv y la Autoridad Nacional Palestina participará en los debates. Se trata, aparentemente, de una presencia discreta, que revela las preferencias del equipo Kushner, integrado por judíos ortodoxos norteamericanos formados en escuelas rabínicas neoyorquinas o… israelíes.

La segunda fase del flamante plan estadounidense consistiría en anular pura y simplemente el legado de las negociaciones llevadas a cabo en las últimas décadas por israelíes y palestinos, tratando de privar a la ANP de las prerrogativas derivadas de los Acuerdos de Oslo, el Memorándum de Wye Plantation o las cumbres económicas celebradas en París. En resumidas cuentas, dejar entender a los dirigentes de la Autoridad Nacional que la derrota diplomática es un hecho consumado, que la opción de los dos Estados – palestino e israelí – es inviable, que los poderes fácticos del Planeta sólo aceptarían el sometimiento del enemigo palestino a la autoridad del aliado israelí. De hecho, durante el mandato de Donald Trump, los Estados Unidos suspendieron la ayuda económica a la Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados Palestinos (UNRWA), aceleraron el traslado de la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén, haciendo caso omiso de los acuerdos internacionales, cerraron la representación de la ANP en Washington, reconocieron la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán - territorio sirio ocupado tras la guerra de 1967 - ningunearon sistemáticamente a los interlocutores palestinos. Para el equipo de Trump, el Acuerdo del siglo sería una simple imposición a la parte palestina, cuyo porvenir dependerá, siempre según Washington, de la aquiescencia de los potentados del Golfo: el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, y del Presidente de los Emiratos Árabes Unidos, Mohammed Bin Zayed. Por si fuera poco, el equipo de Jared Kushner no vería con malos ojos la posible soberanía saudí sobre la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar santo del Islam,  opción barajada hace ya algún tiempo por los Gobiernos conservadores de Tel Aviv. Malos augurios, pues, para los pobladores de Cisjordania y la Franja de Gaza, empeñados en forjar su propia identidad nacional.

La tercera y última fase de la presentación del Acuerdo del Siglo coincidirá, muy probablemente, con la celebración de las elecciones generales israelíes, previstas para mediados del mes de septiembre. Washington cuenta con la victoria de Netanyahu o de su partido, con los inevitables regateos postelectorales que deberían eclipsar el debate sobre el porvenir de las relaciones israelo palestinas.

Obviamente, el ofrecimiento de la Administración Trump resultará muy apetecible para los halcones judíos. Un auténtico disparate, clamarán los palestinos, la izquierda israelí, los politólogos árabes o los analistas occidentales, poco propensos a confiar en la sinceridad y la ecuanimidad de la diplomacia donaldiana.

En algún lugar de Tierra Santa, en la meseta del Golán, quedará un recuerdo de esta triste farsa; una hermosa placa de polivinilo con la inscripción Ramat Trump - los Altos de Trump. Un asentamiento ideado por Benjamín Netanyahu, un político cuyo dudoso porvenir depende de la judicatura del Estado de Israel.

miércoles, 5 de junio de 2019

Cazas norteamericanos y misiles rusos para el ejército turco


¿Renunciará Ankara a la compra del sistema de defensa antiaéreo ruso S-400?  ¿Estará en condiciones de compaginar el uso de armamento de fabricación rusa con el suministro de cazas de combate estadounidenses F-35? ¿Qué problemas de seguridad plantea la controvertida decisión del Presidente Erdogan de dotar las fuerzas armadas de su país de armamento producido por un “enemigo potencial” de la Alianza Atlántica? En resumidas cuentas: ¿puede la OTAN fiarse del hasta ahora “incondicional aliado” turco?

El jefe de la misión diplomática de Ankara en Washington, Serdar Kiliç, trató de apaciguar los ánimos del establishment político estadounidense, explicando que las armas de combate “amigas” – léase los aviones invisibles F-35 – no compartirán territorio con el sistema de defensa “enemigo”, los S-400. Un ejercicio de estilo poco convincente, para el cual el embajador tuvo que recurrir a un ejemplo concreto: la forzosa convivencia de armas rusas y norteamericanas en suelo sirio. ¿Compatibilidad? ¡Garantizada! El término “incompatibilidad” sólo fue empleado por la OTAN para disuadir a los turcos. En vano…

La solución ofrecida por las autoridades de Ankara es a la vez sencilla y… poco convincente. Aparentemente, los cazas y los sistemas antimisiles estarán estacionados en lugares bastante alejados para que los cohetes rusos no puedan alcanzar los aviones norteamericanos. Turquía piensa instalar el sistema antiaéreo ruso en la vecina Azerbaiyán, país con el que tanto Ankara como Moscú mantienen excelentes relaciones, y los cazas F-35, a una “distancia prudencial”, en el sur de Anatolia.

Los expertos militares occidentales no parecen muy propensos a aceptar esa argumentación, recordando que los misiles del S-400 pueden alcanzar objetivos en países europeos, como Bulgaria, Chipre o Grecia, aunque también algunas zonas de Israel.

De hecho, Washington está tratando de persuadir a Ankara que la compra de los S-400  representa una amenaza para la OTAN y para la interoperabilidad militar entre los estados miembros de la Alianza Atlántica. Turquía llamó la atención a su aliado transatlántico sobre el hecho de la los F-35 de la fuerza aérea israelí suelen sobrevolar Siria, donde los rusos cuentan con baterías de S-400, pero que ello no perturba a la Administración norteamericana. "Sin embargo, cuando Turquía trata de mejorar su sistema de defensa antiaérea, surgen problemas de interoperabilidad”, señala el embajador Kiliç, recordando que los S-400 estarán operados sola y únicamente por militares turcos.  

Para vencer las reticencias de Donald Trump y de los estrategas del Pentágono, el presidente Erdogan sugirió la creación de un grupo de trabajo sobre los sistemas de defensa rusos. Mas la propuesta fue recibida con cajas destempladas en la capital del imperio. De hecho, Washington amenazó en reiteradas ocasiones con imponer sanciones a Turquía por la adquisición de los S-400, insinuando incluso que suspendería la participación de Ankara en el programa de fabricación de cazas invisibles F-35.

Kathryn Wheelbarger, Subsecretaria del Departamento de Defensa de los Estados Unidos encargada de los Asuntos de Seguridad Internacional, estima que la materialización del contrato de venta del sistema S-400 tendría un efecto “catastrófico” para las relaciones futuras entre  Turquía y sus socios de la OTAN.

¿Armamento de fabricación rusa? ¿Falsos juicios salomónicos? Pero, ¿qué se han creído esos turcos; que son una auténtica potencia regional? preguntan los miembros del establishment militar estadounidense.

La respuesta de Ankara es… inequívoca.  Turquía no dará marcha atrás.

sábado, 1 de junio de 2019

Netanyahu: aguantar hasta octubre


Al principio, todo parecía una artimaña del establishment político israelí, una crisis de Gobierno provocada con tal de ganar tiempo ante las prisas de un interlocutor empeñado en “vender” su producto – el tan cacareado “acuerdo del siglo” -  en este caótico mercado repleto de jeques, emires, ayatolás y rabinos, habituados a las incomprensibles e injustificadas prisas de Washington y a los fallos provocados por la precipitación de sus ingenuos negociadores. Un plan de paz. ¿Otro más? ¡Llamad a los dinamiteros! 

Sin embargo, esta vez la jugada – el jaque al rey - obedecía a otros motivos. Los protagonistas decidieron que el tiempo de Netanyahu se había agotado. El tiempo y las perspectivas de  supervivencia del veterano político israelí, acosado por la justicia de su país. Las querellas por fraude y corrupción presentadas por el Fiscal General del Estado judío planean, tal una espada de Damocles, sobre la cabeza del líder del Likud. La justicia optó por suspender las investigaciones hasta el mes de octubre, fecha en la cual Netanyahu deberá comparecer ante los tribunales. Con o sin inmunidad parlamentaria; poco importa. Las maniobras dilatorias de sus abogados sólo sirvieron para conseguir un largo período de gracia.

Siete semanas después de la celebración de las últimas elecciones generales, Benjamín Netanyahu optó por la disolución de la Kneset (Parlamento israelí) y la convocatoria de una nueva ronda de consultas. La actual mayoría parlamentaria obstaculiza la formación de un nuevo Gobierno.
   
La próxima cita electoral está prevista para el 17 de septiembre. “Sólo vamos a nuevos comicios porque Netanyahu quiere librarse de la cárcel”, insinúan los políticos laboristas.

No, no es este el único motivo.  Aparentemente, la decisión del Primer Ministro se debe al conflicto generado por la iniciativa del exministro de defensa, Avigdor Lieberman, judío moldavo ultraconservador, aunque laico, de promover una ley sobre el servicio militar, que implicaría el reclutamiento forzoso de los estudiantes de las Yeshivás (escuelas rabínicas), hasta ahora exentos del alistamiento. Estos estudiosos de la Torá representan un 11% de la población. Sus prerrogativas se remontan e la época del premier jefe de Gobierno israelí, David Ben Gurion, quien defendió en su momento, la necesidad de contar con un segmento de la población capaz de preservar la esencia religiosa del Estado.

La mayoría de los partidos tradicionales rechazaron la iniciativa de Lieberman, que cuenta con el apoyo de la inmigración rusa, alrededor de un millón de almas. Para neutralizar el proyecto, Netanyahu trató de forjar una alianza con las agrupaciones conservadoras, aunque también, en el último memento, con sus contrincantes directos: los laboristas. Todos los intentos fracasaron.
Sabido es que la Administración Trump esperaba los resultados de la consulta popular israelí para dar a conocer su “plan de paz” para Oriente Medio. La publicación del borrador se retrasó a raíz de la fiesta musulmana de Ramadán, que finalizará la próxima semana.

En principio, un primer encuentro, destinado a analizar los aspectos meramente económicos del “acuerdo del siglo” tendrá lugar en Bahréin a mediados de este mes. Washington ha decidido a acelerar el ritmo de las negociaciones, tratando de contrarrestar la posible ofensiva diplomática de la Autoridad Nacional Palestina, cuyos representantes recuerdan que la opinión del Gobierno de Ramala no queda reflejada en el documento elaborado por el yerno de Trump, Jared Kushner, judío practicante cuya familia tiene intereses económicos en Israel y los territorios ocupados. “Los americanos no se han molestado siquiera en hablar con nosotros”, recuerda el negociador jefe de la ANP, Saeb Erakat.
  
Por su parte, Donald Trump lamenta el embrollo, debido a la incapacidad de su amigo Netanyahu  “un gran tipo”, de formar Gobierno.

La crisis, ficticia o real, permitirá sin embargo a Israel preparar una batería de argumentos destinados a contrarrestar cualquier ofensiva diplomática árabe y, ante todo, palestina.