lunes, 30 de noviembre de 2020

Que viene Biden


 ¿Victoria de Joe Biden? ¡Vamos! La verdad es que Bibi Netanyahu no se lo esperaba o, mejor dicho, no lo deseaba. El proyecto de anexión progresiva de Cisjordania, avalado por el actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, queda inconcluso, al igual que la creación de una alianza militar regional anti iraní, ideada por los estrategas de Tel Aviv y de Riad. Aparentemente, los intereses son convergentes, aunque no idénticos. Mientras Netanyahu denuncia el “peligro nuclear” iraní, auténtica pesadilla para el estamento castrense hebreo, la monarquía wahabita tiembla ante la expansión del chiismo en los países habitualmente controlados por el régimen feudal saudí. En efecto, en las últimas décadas, Teherán logró colocar sus peones en el tablero del Mashrek: Siria, Líbano, Yemen, la Franja de Gaza… Lo que podía haber parecido un mero enfrentamiento entre las dos grandes corrientes religiosas: chita y sunita, acabó convirtiéndose en una pugna geoestratégica. El régimen de los ayatolas propugna la revolución, la desaparición de estructuras obsoletas, mientras que la dinastía saudí apuesta por el inmovilismo. Sí, es cierto; la “joven generación” contempla algunos cambios sociales, compatibles con las rígidas estructuras monárquicas del país. Pero los ayatolas son partidarios de cambios radicales, del “borrón y cuenta nueva”.

Tras el anuncio de la derrota electoral de Donald Trump, los protagonistas del guion crematístico ultraconservador ideado por el clan presidencial decidieron acelerar el proceso iniciado hace un año en la conferencia de Bahréin. Algunos de los proyectos – la paz entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin – se han materializado. A última hora, el Secretario de Estado, Mike Pompeo, logró añadir al reciente “cuadro de caza” de la Casa Blanca un país que se hallaba en la lista negra de Washington: Sudán. Quedaba, sin embargo, una gran incógnita: Arabia Saudita.

El intento de acercamiento se produjo a finales de la pasada semana, cuando el Primer Ministro Netanyahu se desplazó a Neom, una localidad situada en las orillas del Mar Rojo, que los saudíes pretenden convertir, tras la edificación de un gigantesco puente, en… punto fronterizo con Egipto. El proyecto necesitaba el visto bueno de Israel. Los primeros contactos informales entre emisarios de Riad y Tel Aviv se celebraron en Washington, París y Roma. Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, las reuniones diplomáticas se convirtieron en discretos conciliábulos entre los jefes de los servicios de inteligencia de ambos países: el Príncipe heredero de la Corona saudí, Mohamed bin Salman, y el director del Mossad israelí, Yossi Cohen.

El desplazamiento de Netanyahu a Arabia Saudita, un “viaje secreto” anunciado con bombo y platillo por los medios de comunicación hebreos con… 24 horas de antelación, no dio los resultados esperados. Las reticencias del anciano monarca wahabita lograron contener el ímpetu de su hijo, partidario de establecer relaciones con el Estado judío. Mas el mensaje de Riad fue claro y conciso: “Abriremos una embajada en Tel Aviv cuando se solucione la cuestión palestina”. Bibi Netanyahu regresó a casa con una promesa. Y un desafío: su hipotético aliado en la guerra contra Irán reclamaba un precio excesivamente elevado.   

El Primer Ministro israelí, acosado por la justicia de su país, tendrá que hace frente a nuevas acusaciones relacionadas esta vez con irregularidades en la compra de submarinos alemanes para la marina israelí. Un escándalo que salpica también a los familiares de Netanyahu. Su único consuelo es la nominación, junto al príncipe heredero de los Emiratos árabes, para el Premio Nobel de la Paz. Una propuesta formulada el pasado fin de semana por el Lord David Trimble, quien participó directamente en el proceso de paz entre las dos Irlandas.  

Sin embargo, Bibi Netanyahu prefiere centrar su atención en asuntos prioritarios, como la construcción de nuevas colonias judías en Jerusalén Este, siguiendo la vieja y muy socorrida política de los hechos consumados, o imaginar toda clase de trabas a la normalización de las relaciones entre Washington y Teherán. El asesinato del cerebro del programa nuclear iraní, Mohsen Fakhrizadeh-Mahavadi, refleja claramente la opción del establishment de Tal Aviv.

El mensaje dirigido a Joe Biden es transparente:

Israel no permitirá que Irán tenga el arma nuclear y;

No hay vuelta atrás al acuerdo nuclear con Teherán.

“Si Bibi supo plantarle cara a Obama, más fácil resultará enfrentarse a Biden”, aseguran sus consejeros.

Eso… queda por ver.


jueves, 12 de noviembre de 2020

Nagorno Karabaj: a río revuelto...

 

Israel ha pactado con las fuerzas del mal, con Turquía, con los terroristas y los mercenarios sirios para respaldar a Azerbaiyán en el actual conflicto con Armenia; eventualmente, padecerá las consecuencias de esa alianza impía, vaticinó el primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, en una entrevista concedida al rotativo The Jerusalem Post unos días después de la retirada del embajador de Armenia en Tel Aviv.

Visiblemente molesto por la zigzagueante política exterior del Estado Judío – mayor proveedor de armas a Azerbaiyán - el político armenio llamó la atención sobre la ambición imperialista del actual Gobierno de Ankara, señalando que es sólo cuestión de tiempo antes de que Turquía se dirija contra Israel.

Contestando a la pregunta de los periodistas hebreos sobre si Armenia está dispuesta a recibir la ayuda humanitaria ofrecida por Israel, Pashinyan repuso vehementemente: ¿Ayuda humanitaria de un país que vende armas a mercenarios que atacan a civiles? Sugiero que Israel envíe esta ayuda a mercenarios y terroristas como una continuación lógica de sus actividades. Obviamente, el primer ministro armenio reprueba la ética de los mercaderes de la muerte.

 

Las autoridades de Ereván trataron en reiteradas ocasiones de normalizar sus relaciones con Turquía, el país al que consideran a la vez autor intelectual y ejecutor del Holocausto armenio. Los sucesivos Gobiernos de Ankara optaron por acercar posturas, negándose sin embargo a pedir disculpas por las masacres perpetrados en la época del Imperio Otomano y la revolución de los jóvenes turcos. El paréntesis histórico abierto en las primeras décadas del pasado siglo sigue, pues, sin cerrarse. Es este uno de los motivos – aunque no el único – de preocupación de la República de Armenia.

 

Convine señalar que otros actores de la zona comparten la preocupación de los jerarcas de Ereván. De hecho, la mayoría estima que los turcos llegaron al Cáucaso para… quedarse. Hace apenas unas horas, el Kremlin obligó a los Gobiernos de Armenia y Azerbaiyán a firmar una tregua, asumiendo Rusia la responsabilidad de supervisar el alto el fuego. Aparentemente, ambas partes lamentaron el ukase de Moscú; la fiebre nacionalista se había apoderado de las masas. Sin embargo, la perspectiva de la mediación rusa ofrecía ciertas garantías de ecuanimidad, al contrarrestar la influencia de los llamados factores externos. Pero los datos del problema cambiaron al día siguiente, al anunciar Ankara su participación en el operativo de vigilancia de los acuerdos. Bastó con una simpe llamada de teléfono del presidente Erdogan a su aliado Putin para restablecer el preponderante papel de Turquía en el conflicto transcaucásico. Obviamente, los turcos llegaron para quedarse.

 

El experimento de Nagorno Karabaj podría ser un simple anticipo de la política expansionista deseada por las agrupaciones islamistas de Ankara. De hecho, Igor Strelkov, ex ministro de Defensa de la República Popular de Donetsk, estado fantasma creado tras la invasión del Este de Ucrania por llamados elementos no identificados provenientes de la Federación rusa, se refirió a una posible expansión turca apuntando… a la península de Crimea. Strelkov formuló estas advertencias en el programa de televisión Intereses rusos, transmitido por el canal YouTube.

El éxito de las tropas azerís abre amplias oportunidades para que los turcos expandan su esfera de influencia a otras regiones, creando amenazas directas para la Federación de Rusia, señaló, haciendo especial hincapié en otra región en litigio: la península de Crimea. Los parlamentarios del AKP, el partido de Erdogan, sugirieron claramente que Crimea debería volver a ser turca. Al parecer, el presidente del país se ha adherido a su retórica, denunciando los instrumentos diplomáticos injustos que permitieron a Rusia quedarse con Crimea.

En este sentido, Strelkov concluye que el acuerdo de cooperación militar entre Ankara y Kiev sobre la producción de drones turcos en Ucrania es de vital importancia. Estamos siendo testigos de una alianza militar emergente entre Turquía y Ucrania, afirma

Ficticia o real, la amenaza se está abriendo camino en los círculos castrenses. Sin embargo, los estrategas están divididos. Algunos estiman que ya es hora de castigar la prepotencia del sultán Erdogan. Otros, probablemente más afines a la doctrina y los intereses de Ankara, se decantan por un análisis completamente distinto, que se resum en pocas palabras:

· Azerbaiyán utiliza armamento israelí y turco para ganar la guerra, pero depende de Putin a la hora de mantener el acuerdo de alto el fuego con Armenia;

· El primer ministro Pashinyán, a punto de ser defenestrado en Ereván. Putin se queda con el control de Armenia;

· Turquía gana un pasillo de seguridad que conduce a Azerbaiyán, pero tiene que confiar en Putin para mantener el trato.

En resumidas cuentas: Putin gana.

A río revuelto…


jueves, 5 de noviembre de 2020

Putin - Erdogan: un difícil noviazgo


 Durante la segunda mitad de 2016, las autoridades de Ankara iniciaron un rápido y sorprendente acercamiento hacia el Kremlin. El cambio de rumbo de la política turca se debía, al menos aparentemente, a un episodio que los occidentales optaron por ocultar: la ayuda prestada por los servicios de inteligencia rusos al presidente Erdogan durante la intentona golpista del 15 de julio de aquel año, protagonizada por varias unidades del ejército, apoyadas por facciones de la policía nacional turca. La información de última hora facilitada por la inteligencia militar rusa sirvió para frustrar el golpe y salvar la vida del mandatario turco. Un Erdogan crecido y agradecido dirigió su afable mirada hacia el Kremlin.

Rusia acababa de ganar un aliado; se trataba nada más y nada menos que del presidente de uno de los baluartes de la Alianza Atlántica en la región, del país que albergaba el mayor depósito de ogivas nucleares estadounidenses ubicado en los confines con la antigua URSS. La luna de miel entre Moscú y Ankara se tradujo en la firma de numerosos acuerdos de cooperación cultural, comercial y tecnológica, aunque también en la adquisición por parte de Turquía de los sofisticados sistemas de defensa antiaérea S – 400 rusos, capaces de localizar y derribar los rápidos cazas de… la OTAN.  

Pero los tiempos cambian. En los últimos doce meses, Turquía se ha convertido en el mayor obstáculo para la expansión del poderío ruso tanto en la región mediterránea y Oriente Medio como en el Mar Negro, un “lago” en los mapas de los sultanes de Constantinopla. Los dos Estados han acumulado una serie de desacuerdos en los teatros de combate de Siria y Libia, así como en el conflicto que tiene por escenario el enclave de Nagorno Karabaj.

Los turcos no permitieron el aniquilamiento de la oposición siria, ansiado por Moscú. Por su parte, el Kremlin ha dejado claro a Ankara que su presencia e involucramiento en el conflicto del Cáucaso constituye una intromisión en la zona de influencia de Rusia.

Por su parte, las autoridades de Ankara no disimulan su malestar por el acercamiento de Moscú a las agrupaciones armadas kurdas de Siria o por el empecinamiento del Kremlin a la hora de exigir que sus vecinos reconozcan la soberanía de Rusia sobre la península de Crimea.

¿Crimea? Ese antiguo feudo greco bizantino cuya economía estaba regentada por comerciantes otomanos. Esa tierra habitada por tártaros, hermanos de sangre de las tribus turcomanas. Renunciar a Crimea presupone abandonar parte del legado del Imperio Otomano.

Sin embargo, las diferencias políticas, los roces, como se empeñan en llamarlas los diplomáticos, no impiden que Moscú y Ankara mantengan excelentes relaciones económicas. Los proyectos de gaseoductos Blue Stream y Turkish Stream, así como la central nuclear de Akkuyu, edificada por técnicos rusos, se han convertido en una especie de amortiguador que protege los lazos entre los dos países.  La cooperación va viento en popa. 

Con el paso del tiempo los gobernantes de ambos países aprendieron a dialogar, a dividir las trabas en dos categorías: las problemáticas, que podrían desembocar en la confrontación ¿bélica? y las mutualmente aceptables, que se solucionan mediante la cooperación. Ambos países entienden que el diálogo es necesario, ya que la congelación de las relaciones no conducirá a nada bueno. En definitiva, Moscú y Ankara tratan de emular el ejemplo de los zares y los sultanes otomanos, acostumbrados a apostar por la convivencia durante los períodos de calma entre… dos conflictos. 

martes, 3 de noviembre de 2020

¿Radicales o radicalizados?


Los últimos atentados perpetrados en suelo europeo deberían servir para recordarnos el mantra de nuestra clase política; todo se centra, cómo no, alrededor del llamado terrorismo islamista, una lacra difícil de aceptar o de combatir, una perversidad que no somos capaces de eliminar. Algunos dirán que el mero hecho de emplear el término terrorismo islámico constituye una digresión, un atajo políticamente incorrecto. Permítanme disentir: al escribir eses líneas no me refiero al terrorismo musulmán (¡sería un sacrilegio!), sino a los grupúsculos violentos que siembran la muerte y la desolación no sólo en el Viejo Continente, sino en todas las latitudes. La verdad es que lo llamaron terrorismo islámico poco después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Los asesores del entonces presidente norteamericano, George Bush, acuñaron este termino tras haber intentado la variante terrorismo árabe – mucho más ofensiva e imprecisa – y otras lindezas, que apuntaban en la misma dirección: la criminalización de un grupo étnico.

Recuerdo que ya en aquel entonces nos rebelamos contra la ligereza de los islamólogos (islamologists) de la Casa Blanca, quienes trataban de convertir el mundo árabe – musulmán en el nuevo enemigo de Occidente. La URSS había desaparecido y, aparentemente, el peligro rojo también. Sin embargo, no podíamos ni debíamos practicar la política del avestruz; obviamente, si el Islam no era el peligro, el terrorismo radical islámico, heredado de las cabezas pensantes de Al Qaeda, sí lo era.

¿Qué pasó exactamente? Tras la mal llamada guerra contra el terror, iniciada por Bush, el enemigo público número uno, Osama Bin Laden, abandonó su escondite afgano, refugiándose en Waziristan, la zona montañosa de Pakistán De allí emitió el mensaje dirigido a los Estados Unidos y a Occidente: el combate continúa.  Volveremos dentro de diez años.

En realidad, todo empezó en 1988, unos meses antes de la retirada de las tropas soviéticas acantonadas en Afganistán.  Bin Laden y su lugarteniente, Mohammad Atef, antiguo policía egipcio perteneciente a la Yihad Islámica, decidieron convertir la oficina de coordinación de las brigadas internacionales que combatían junto a los afganos en un organismo encargado de velar por la repatriación y/o reasentamiento de los guerrilleros islámicos.

Sin embargo, la supuesta ayuda para la repatriación de los excombatientes, principal objetivo manifiesto de la organización, serviría de tapadera para los designios de sus fundadores, quienes pretendían disponer de un auténtico ejército en la sombra, capaz de reactivarse mediante el envío de una simple consigna a células militantes o grupúsculos “durmientes”. Para garantizar la eficacia de la red, los comandos operativos debían contar con una compleja infraestructura logística: dirección militar, suministro de armas y documentación, transmisiones, fuentes de financiación, pisos francos, etc.

Después del 11 de septiembre, los servicios de inteligencia occidentales parecían centrar su interés en detectar y desmantelar las células que formaban la telaraña integrista financiada por el régimen del ayatolá Jomeini. Pocos hablaban de las demás redes de corte islámico que pululaban en Occidente. Tanto es así, que a la hora me mencionar la existencia de agrupaciones radicales o de lobos solitarios – termino usualmente empleado a sabiendas para minimizar la peligrosidad de dichas bandas, los investigadores utilizaban gustosamente la expresión se han radicalizado.

Se han radicalizado. Pero, ¿por qué no reconocer las evidencias? Se trataba de agrupaciones extremistas afincadas en Europa en el momento en que los servicios de lucha contra el terrorismo empezaron a confeccionar el censo de dichos grupúsculos y de fichar a sus miembros.

Durante décadas, el suelo francés fue utilizado por movimientos radicales argelinos (FIS, GIA), tunecinos (En Nahda), turcos (Kaplan) y un sinfín de organizaciones afines a la ideología y las cajas de caudales de la monarquía saudí. Los fondos y donativos procedentes de Riad y los emiratos del Golfo Pérsico – principalmente Qatar - fueron gestionados por la Federación Nacional de los Musulmanes de Francia, que actuaba bajo los auspicios de la Liga Islámica, ente-paraguas administrado por Arabia Saudí y Pakistán. 

Alemania federal, que cuenta con varios millones de inmigrantes de origen turco, aunque también bosnio y magrebí, se convirtió en feudo de los radicales de Milli Gorüs, Kaplan y Nurgiu, agrupaciones que apoyan, directa o indirectamente, a los islamistas de Turquía.

En Italia y Bélgica proliferan organizaciones de corte religioso convertidas en plataformas y apoyo logístico de organizaciones muy activas en los países limítrofes.

En España, el añorado Al Andalus, las asociaciones islámicas habían gozado, al menos aparentemente, de un estatus privilegiado en comparación con Francia, Alemania o el Reino Unido, países en que las dos grandes corrientes que propugnan el Islam radical, los iraníes y los saudíes, pugnaron para afianzar su presencia.

No hay que extrañarse, pues, al comprobar que la Comunidad Islámica de España, integrada por asociaciones musulmanas creadas en las últimas décadas en Andalucía, propugnaba en su acta fundacional que: “... la autoridad del último profeta, Muhammad (la Paz con él), debe ser reconocida sobre las formas anteriores de religión de Moisés y Jesús”. Más claro…

Sin embargo, los emisarios de Riad procuraban limitar su actuación al establecimiento de centros culturales, cuyo principal objetivo era la creación de una nueva hornada de españoles mahometanos, punta de lanza del Islam conservador en tierras del Califato (¡de Córdoba!).

Los paquistaníes, que actuaban a la sombra de la monarquía saudí, fueron los artífices de la puesta en marcha de estructuras económicas en zonas clave para la inmigración musulmana: Cataluña, Madrid y las Islas Canarias. Sin descuidar, claro está, Ceuta y Melilla.

Durante años, las autoridades españolas trataron de eludir cualquier comentario relacionado con la actividad de los grupúsculos y asociaciones de corte islámico. Sin embargo, los funcionarios encargados de supervisar los programas de lucha antiterrorista no ocultan su inquietud ante la constante proliferación de agrupaciones vinculadas al Islam conservador y radical.

Con razón: los atentados perpetrados en las últimas semanas en Europa no son los primeros ni serán los últimos. Culpar de los recientes estallidos de violencia a Al Qaeda, Estado Islámico, Irán o Turquía sería pecar de miopía. La gran telaraña ideada por Bin Laden se ha activado y es más dinámica que nunca.

Sería, pues, un error afirmar que sus integrantes se han radicalizado. No, en absoluto: los miembros de las células hasta ahora durmientes son radicales. Ocultar las evidencias no beneficia a nadie.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Y Macron mandó la flota

 

Es extraño, pero llevo varios días, tal vez semanas, preguntándome si vivimos en la Edad Media o si han vuelto a mi mente – voluntaria o involuntariamente - las viejas películas de corsarios y piratas, de batallas navales entre reinos e imperios, de soberbios monarcas de la Vieja Europa y megalómanos sultanes otomanos. Películas, eso sí, en blanco y negro, relatando la interminable pugna entre la Liga Santa y la Sublime Puerta, con un trasfondo de religión y de incitación a la cruzada, a la yihad o cualquier dislate digno de la mentalidad de los hombres o superhombres de los siglos XV o XVI. En resumidas cuentas, de un enfrentamiento irracional, como todos los incidentes o accidentes que ahormaron nuestra historia.

Los verdaderos protagonistas de esa ensoñación, tal vez debería decir, pesadilla, son dos personajes modernos: el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, y su homólogo turco, Tayyip Recep Erdogan.  Macron interpreta el papel del reverenciado Rey Sol, mientras Erdogan asume el rol del no menos admirado sultán Mehmed II. La trama podría ser el cerco de Constantinopla o bien la batalla de Lepanto, según se mire. Pero en este caso concreto, los dos rivales pugnan por… el control de los recursos energéticos del Mediterráneo.

Volvamos, pues, al siglo XXI. Durante meses, los despachos de agencias se hicieron eco de la disputa entre Atenas, Nicosia y Ankara por los aún no explotados yacimientos de gas natural detectados en las inmediaciones de las costas de Chipre. Unas reservas que tanto los griegos como los chipriotas consideran suyas. Pero la distancia entre la plataforma continental helena y las costas de Chipre es de… 1.100 kilómetros, mientras que Turquía se halla a unos escasos 64 kilómetros de la Isla de Afrodita (Chipre). Las autoridades de Ankara reclaman el derecho de explotar los recursos del mar patrimonial, la zona económica exclusiva situada en las inmediaciones de sus aguas territoriales. El Gobierno grecochipriota de Nicosia se opone, mientras que Atenas, además de protestar, envía sus fragatas a la zona. Ankara decide emular el ejemplo del archienemigo griego; las flotas de los dos países miembros de la Alianza Atlántica están en posición de combate cuando interviene el árbitro: la multinacional TOTAL, compañía de hidrocarburos francesa encargada de la prospección ce los yacimientos. De repente, el conflicto se internacionaliza. París manda una agrupación de aviones de combate Rafale a Chipre, infringiendo las normas del acuerdo de desmilitarización de la isla rubricado en vísperas de la declaración de independencia de la antigua posesión británica. Por otra parte, París decide aumentar su presencia naval en la región y aprovecha la oportunidad para renovar ¡cómo no! los acuerdos de suministros de armas a Grecia.

Turquía no tarda en acusar a los franceses de “matonismo”, invitando a los “valientes” galos a volver a su casa. El tono sube: el sultán Erdogan toma el relevo a sus visires encargados de defensa y asuntos exteriores. Por su parte, el rey Macron decide tomar cartas en el asunto. Alemania, la OTAN y la Casa Blanca se disputan el papel de salvavidas. El incendio está a punto de extinguirse, cuando entra en escena una publicación humorística parisina: Charlie Hebdo.

El semanario francés, conocido por su tono irreverente es, qué duda cabe, partidario de la acracia. Su primera incursión controvertida en el mundo de la política internacional se remonta al año 2011, cuando cambió su nombre en Charía Hebdo (ley coránica). Al año siguiente, publicó caricaturas en las que el Profeta aparecía… desnudo. El Gobierno francés tuvo que cerrar sus embajadas en los países musulmanes, por miedo a represalias. Pero la riposta de los radicales llegó en enero de 2015; en el atentado contra la redacción murieron 12 personas. Los franceses y los europeos condenaron el ataque. Desde entonces, subsiste el interrogante: ¿ajuste de cuentas de los radicales islámicos u ofensiva contra la libertad de prensa?  

En el último acto de este hilarante vodevil de reyes, sultanes e hidrocarburos, Charlie Hebdo se colocó del lado del rey Sol Macron, poniendo en jaque al sultán Erdogan, que aparece retratado en una postura completamente indecorosa, suscitando nuevamente la indignación y la ira del mundo musulmán. Emmanuel Macron trató de desvincularse de la actuación del semanario. Sin embargo, pocos musulmanes parecen dispuestos a aceptar sus explicaciones. A lo que algunos llaman una “bofetada al Islam” se contesta con campañas de boicot de las exportaciones francesas destinadas al mundo árabe.  

Pero sinceramente hablando: Charlie Hebdo no es responsable del envió de cazas franceses a la Isla de Afrodita. Ni tampoco… ¿la TOTAL?