jueves, 17 de junio de 2021

Cumbre Biden – Putin: la desconfianza reina

 

¡Qué difícil resulta recomponer los platos rotos! Es lo que debió pensar el octogenario Joe Biden, 46º presidente de los Estados Unidos, al abandonar ayer el escenario de la bucólica Ginebra tras un brevísimo y nada cálido encuentro con su homólogo ruso, Vladimir Putin.  

 

Ginebra tenía que ser, pensamos los veteranos de las cumbres ruso-americanas, cuyo punto de partida fue justamente la ciudad de Calvino, en marzo de 1983. En aquel primer diálogo con la jerarquía soviética, el entonces presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, que había protagonizado varias películas de vaqueros made in Hollywood, quedó impresionado por la simpatía y la preparación intelectual de su interlocutor, Mijaíl Gorbachov, secretario general del Partido Comunista de la URSS. Aún recuerdo la caricatura publicada por el New York Times en la que Reagan preguntaba a uno de sus asesores: ¿Está usted seguro de que Gorbi es comunista? Efectivamente, la percepción que tenía la clase política estadounidense del Gran Satán ruso era completamente distinta.

 

En Ginebra, Mijaíl Gorbachov ofreció un trato al actor presidente: renunciar al comunismo a cambio de la tecnología americana. ¡Ay! Y por cierto; disponer de capital para financiar la compra de esa tecnología. Un Reagan enternecido aceptó la propuesta. Lo demás ya es historia.

 

Mas el rumbo de la historia cambió el 17 de marzo de 2021, cuando Joseph Robinette Biden – Joe para sus compatriotas yanquis - llamó asesino al presidente Putin. El casus belli se saldó con la simple retirada de los embajadores. Pero para arreglar los platos rotos, Joe Biden se vio obligado a llamar al asesino, invitándole a un encuentro en terreno neutral. Ginebra tenía que ser; aquí empezó todo.

 

La reunión entre los dos grandes, cuidadosamente preparada por la diplomacia helvética, duró menos de lo previsto. No hubo apretones de mano ni comida de gala. Los dos estadistas quisieron dejar constancia de que aquello era una especie de titubeante volver a empezar, a poner los cronómetros a cero.

 

Fuentes atlantistas tratan de convencernos que en el orden del día del encuentro figuraban una cincuentena de puntos. Los asesores de la Casa Blanca aseguran que el presidente Biden presentó una lista de 16 sectores estratégicos que Washington pretende proteger. Destacan el sector de las telecomunicaciones, sanidad, alimentación y energía.

Por su parte, Putin resumió los acuerdos con el dignatario estadounidense en los siguientes términos: tras las acusaciones estadounidenses relativas a los ciberataques provenientes de Rusia, existe un acuerdo de principio para iniciar consultas de seguridad cibernética; el inicio de un diálogo sobre estabilidad estratégica y; la decisión relativa al regreso de los embajadores a Moscú y Washington.

 

Ante la aparición de nuevas armas, entre ellas las hipersónicas, Rusia ha propuesto ampliar la agenda de desarme e incluir todas las armas ofensivas y defensivas, tanto nucleares como convencionales, capaces de realizar tareas estratégicas. Todo ello, tras enumerar los recientes abandonos de Washington de los acuerdos de desarme: el Tratado ABM (Misiles Balísticos) en 2002, el Tratado INF (Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio) en 2019 y el Tratado de Cielos Abiertos, que garantiza la transparencia en el control de armamentos en 2020.

 

¿Armamentos? Joe Biden manifestó que, en su opinión, Putin está preocupado por estar cercado por ejércitos extranjeros, insinuando que Washington tenía intención de derribarlo. Nosotros no actuamos contra Rusia; sólo nos interesa la seguridad del pueblo estadounidense, dijo el presidente.  ¿Acaso ello supone que los bombarderos que sobrevuelan el Báltico o los buques de guerra desplegados en el Mar Negro velan por la seguridad de los granjeros de Kansas?

A diferencia de Washington, Moscú no realiza maniobras en los confines de los Estados Unidos, repuso Putin.

Al despedirse, Joe Biden reconoció que el presidente ruso era un oponente digno, pero eso sí, un tipo muy duro. Lejos queda el asesino del mes de marzo. Aun así, nada ha cambiado; la desconfianza reina.


martes, 15 de junio de 2021

La Guerra Fría ha vuelto

 

No la esperábamos tan pronto, pero estábamos persuadidos de que iba a volver. Las últimas manifestaciones de ciertos estadistas, de muchos estadistas, permitían adivinar su retorno. De hecho, el primer interrogante surgió el 10 de noviembre de 1989, pocas horas después de la caída del Muro de Berlín. Despedimos la euforizante noticia con un desalentador Y ahora, ¿qué?, muestra del habitual fatalismo periodístico.

Y ahora, ¿qué? Después de la perestroika, la glasnost, el Nuevo Orden Mundial, la globalización, el episodio del Muro de Berlín se tornó en un ladrillo más lanzado a la cabeza de quienes lidiaban con los intríngulis de la política internacional, tratando de descifrar el pensamiento de los grandes de este mundo, los misterios de las Cancillerías.

Y ahora, ¿qué? Recuerdo la sarcástica despedida de uno de los compañeros: No os preocupéis; todo lo que venga será peor.  No se equivocaba; a la estrepitosa caída de las llamadas democracias populares le siguió el desmantelamiento del Pacto de Varsovia, brazo armado del Kremlin en los Este europeo, la desaparición de los organismos de cooperación económica, la marcha a pasos agigantados hacia la economía de mercado, la apuesta por el capitalismo salvaje. Nada que ver con la férrea disciplina impuesta por la nomenklatura moscovita, que había dosificado con sumo cuidado los niveles de falacia y corrupción permitidos por el ejemplar sistema socialista.

Pero el espectacular vuelco registrado en los países del Este europeo no logró derribar las murallas del sistema soviético. Más aun, las rebautizadas instituciones se convirtieron en baluartes de un conservadurismo inmovilista. La Madre Rusia volvió a la palestra, disfrazada de su new British look. Pero los arsenales nucleares, las brigadas de tanques, los cazas supersónicos, los misiles intercontinentales y los submarinos atómicos seguían en manos de los mismos oficiales graduados en la Academia Militar Frunze, la West Point de la Unión Soviética. Con la agravante de que…

Con la agravante de que, al no haberse derrumbado el imperio, el Ejército se convirtió en una herramienta clave para la estabilidad de los dueños del Kremlin. Después de la aventura de Afganistán, autentico detonante del integrismo islamista, el poder moscovita volvió a recurrir a las fuerzas armadas en Osetia, Ucrania y Crimea. Con la agravante, eso sí, de que en este caso concreto Moscú no puede alegar que los conflictos tienen como escenario su zona de influencia. Estas zonas han dejado de existir.

Rusia ha establecido bases militares en el Cáucaso, en Oriente Medio (Siria), en el Norte de África (Libia). Sería un error hablar del declive del Ejército ruso. Tal vez por ello los estrategas de la Alianza Atlántica echan en cara a Moscú su política agresiva y desestabilizadora en las fronteras con la OTAN. Unas fronteras que, recordémoslo, no debían haberse desplazado de la Línea Oder-Nisse establecida al final de la Segunda Guerra Mundial, a la Línea Báltico–Mar Negro, diseñada y bendecida durante el mandato de Donald Trump. Las fronteras de la OTAN son, en realidad, las fronteras de Rusia.

Durante la cumbre de la Alianza celebrada ayer en Bruselas, primera reunión presencial de los jefes de Estado y Gobierno después de la pandemia, los 30 miembros de la OTAN trataron de redefinir las nuevas amenazas. Finalmente, llegaron a la conclusión de que el nuevo enemigo se hallaba en dos países cuya riposta autoritaria atentaba contra el orden establecido: Rusia y China. Según el presidente Biden, que ostentó la vicepresidencia de los Estados Unidos durante el mandato de Barack Obama, el Premio Nobel de la Paz llamado a gestionar el mayor número de conflictos bélicos desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Rusia sigue siendo el peor enemigo de las democracias occidentales. ¿Y China? China es el rival más poderoso. El tablero de los conflictos se recompone; ya tenemos enemigo. Enemigos, mejor dicho. Curiosamente, el contrincante se encuentra siempre en el Este.

La asamblea de la OTAN trató de actualizar la postra de los aliados frente a distintas cuestiones, como la elaboración de un nuevo Concepto Estratégico Global, la protección contra los ciberataques, las políticas de disuasión y defensa, la concertación y la cohesión, la financiación común, la resiliencia, y la lucha contra el cambio climático.

Para los tres candidatos permanentes a la adhesión: Ucrania, Georgia y la República Moldova, que reclaman la integración rápida en las estructuras de la Alianza, la cumbre sólo sirvió para escuchar las buenas palabras de sus amigos occidentales. Algo así como un mañana, mañana en varios idiomas. Aparentemente, Joe Biden, que se entrevistará mañana en Ginebra con Vladimir Putin, tomó muy en serio la advertencia del inquilino del Kremlin: si Ucrania se convierte en miembro de la OTAN, será la guerra. En efecto, un misil disparado desde Harkov podría alcanzar Moscú en 7 a 10 minutos. Y este sería el auténtico casus beli.  Pero de esto no se habló en Bruselas; sabido es que la OTAN es una alianza meramente… defensiva. 

domingo, 6 de junio de 2021

El enemigo sin rostro

 

El actual modelo de relaciones internacionales y la arquitectura de seguridad se destruyen sistemáticamente; se limita el papel de los organismos internacionales. Las normas de derecho internacional están sustituidas por un orden basado en reglas distintas, propuesto y apoyado por personas desconocidas, no definidas y no identificadas.


La cita no le pertenece al que esto escribe. Se trata más bien de una constatación algo tardía de un relevante miembro del equipo de Vladimir Putin; el coronel general Alexandr Fomin, viceministro de defensa de la Federación Rusa.


En unas sonadas declaraciones a la televisión rusa, Fomin aseguró que estamos asistiendo a la creación de un nuevo orden mundial, en el que los inevitables partidarios de la nueva Guerra Fría tratan de dividir el mundo entre nosotros y los otros, los buenos y los malos, los aliados y los adversarios.


Coincide esta división, cada vez más acentuada, con la aparición de nuevos tipos de armas, que invaden el espacio y el ciberespacio, modificando los conceptos y los métodos de guerra. En efecto, lo que hace apenas unas décadas podía habernos parecido una simple utopía se perfila como una amenaza real. Hoy en día, las ofensivas se ganan en el ciberespacio; las guerras pueden convertirse en batallas galácticas.


Estas nuevas formas de combate serán analizadas a finales de este mes en Moscú por los participantes en la novena Conferencia sobre Seguridad auspiciada por las autoridades rusas. 


¿Se siente Rusia acorralada? La respuesta es un rotundo. A la presencia de cazas de combate de la OTAN en los países bálticos, de buques de guerra norteamericanos, británicos, holandeses o franceses en el Mar Negro, se suma el deseo de tres países limítrofes  – Ucrania, Georgia y la República Moldova – de acelerar su ingreso en la Alianza Atlántica y la Unión Europea. Los “tres mosqueteros”, que sellaron una alianza estratégica hace apenas unas semanas, alegan idénticos motivos: Ucrania teme la pérdida del Dombás, región fronteriza disputada durante siglos por los cosacos rusos y ucranios; la República Moldova reclama la devolución de Transnistria, territorio ocupado por unidades del 14º ejército ruso desde la década de los 90, cuando Moldova proclamó su independencia; a su vez, Georgia reclama la devolución de Abjasia y Osetia del Sur, regiones que autoproclamaron su soberanía para poder navegar a  la zaga de Moscú, autorizando la presencia de bases militares rusas en su territorio. Los tres gobiernos acusan a Rusia de llevar a cabo acciones de desestabilización en sus respectivas regiones fronterizas. Por su parte, Moscú les echa en cara una actitud hostil, caracterizada por un sinfín de provocaciones antirrusas.


A la retórica belicosa se han ido sumando en las últimas semanas una serie de medidas concretas. En efecto, en Ministerio de Defensa ruso ha anunciado la creación de una veintena de divisiones llamadas a defender su frontea occidental para contrarrestar la creciente presencia de la OTAN. Se trata, según el Estado Mayor del ejército, de una respuesta a las maniobras llevadas a cabo por los miembros de la Alianza, cuya frecuencia aumenta de año en año. En el verano de 2021, Europa albergará varias maniobras auspiciadas por los Estados Unidos, las más importantes desde el final de la Guerra Fría. En opinión de los estrategas de Moscú, podría tratarse de preparativos para una guerra contra Rusia.


Detalle interesante:  la prensa moscovita se hizo eco últimamente de las posibles razones que podrían llevar a un conflicto armado entre la Federación Rusa y la OTAN. Un primer escenario y el más probable, según los diarios rusos, sería un enfrentamiento por la región de Kaliningrado, un enclave estratégico donde se almacenan varios tipos de proyectiles balísticos rusos capaces de alcanzar los principales objetivos de la infraestructura militar de la OTAN. Aparentemente, el objetivo de las maniobras de la OTAN en la región sería la conquista y ocupación del enclave. Obviamente, Rusia no renunciará a Kaliningrado, lo que provocaría un conflicto abierto con la Alanza Atlántica. 


En segundo lugar, cabe la posibilidad de un choque entre Rusia y la OTAN a raíz de la tensa situación de Bielorrusia. Hasta hace poco, hubo protestas masivas en este país debido a los resultados de las últimas elecciones presidenciales. Si la oposición pro-occidental toma el poder en Minsk, cabe suponer que reclamaría la presencia de tropas de la Alianza en su territorio. En este caso concreto, el Kremlin no considerará que se trata de un problema interno de Bielorrusia e intervendrá por la fuerza.


Otra opción barajada es un posible conflicto armado involucrando a Ucrania. Las autoridades de Kiev tratarán de apoderarse de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk. Si bien las tropas rusas enviadas recientemente en la zona fronteriza se retiraron, su armamento permanece en los campos de entrenamiento situados en las inmediaciones de la frontera. A petición de Ucrania, la Alianza Atlántica podría enviar sus contingentes para tratar de detener la ofensiva rusa.


También existen otros escenarios que contemplan un conflicto entre la OTAN y Rusia en los países bálticos. Sin embargo, en este caso concreto, los estrategas prefieren no utilizar la expresión de guerra abierta, tratando de recurrir al socorrido eufemismo de redistribución por la fuerza de las esferas de influencia


El guion está escrito y las actuaciones, perfiladas. El enemigo… Todos somos enemigos. Pero aún seguimos sin saber quiénes son los insignes desconocidos, no definidos y no identificados a los que alude el general Fomin.


martes, 1 de junio de 2021

El Canal de Estambul – nuevo megaproyecto de Erdogan


El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció el pasado sábado que la construcción del canal que conectará el Mar Negro con el Mar de Mármara, un faraónico ideado por su equipo de Gobierno, comenzará hacia finales de este mes, desestimando los innegables efectos negativos de la pandemia sobre la economía de su país.  

El anuncio de Erdogan se produce una década después de que el político islamista lanzara el descabellado proyecto de crear una vía fluvial de 45 kilómetros destinada a reducir la presión naval sobre el estrecho de Bósforo. 

Un informe de viabilidad preparado por el Gobierno de Ankara en 2019, señala que el coste estimado del Canal de Estambul podría ascender a alrededor de 13.000 millones de dólares.

El Canal de Estambul comenzaría en el distrito de Kucukcekmece, cerca del Mar de Mármara, donde ya existe un lago interior, y se dirigirá hacia el embalse de Sazlidere, tras lo cual terminará en el Mar Negro, al norte de la localidad de Durusu. Con una profundidad de 25 metros y una anchura de 400, el nuevo canal se integraría con nuevos puertos e instalaciones logísticas e incluirá tres túneles subterráneos destinados a los auto vehículos.

Erdogan confía en que la edificación de esta obra de genio civil impulsará la creación de nuevos asentamientos urbanos, redundando asimismo en la creación de miles de puestos de trabajo; una buena baza para el incremento de su popularidad antes de las próximas elecciones presidenciales, previstas para mediados de 2023.

Conviene señalar que, durante los 18 años de su gobierno, Erdogan invirtió decenas de miles de millones de dólares en gigantescos proyectos de infraestructura, como el modernísimo aeropuerto de Estambul, un nuevo puente sobre el Bósforo y la construcción de grandes centros médicos.

Sentaremos las bases para el Canal de Estambul a fines de junio, declaró Erdogan durante una ceremonia que conmemoraba la conquista otomana de Constantinopla en 1453. Construiremos dos asentamientos urbanos en ambas orillas del Canal. Gracias a ellos, la importancia estratégica de Estambul aumentará.

Erdogan rechazó las preocupaciones expresadas por sus rivales políticos de que el proyecto afectaría a los contribuyentes, dañaría el medio ambiente y violaría la Convención de Montreux de 1936 sobre la libertad de navegación en el Bósforo. El presidente turco hizo hincapié en el hecho de que Turquía no denunciaría la Convención de Montreux y que los navíos de guerra (de la OTAN) podrán utilizar el nuevo canal.

Las promeses del presidente no parecen haber convencido al alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, acérrimo detractor del partido de Erdogan, que se ha comprometido a recurrir a todos los medios legales para bloquear el proyecto, considerando que este podría plantear un peligro para para el medio ambiente y la infraestructura de la ciudad. Según Imamoglu, la construcción del canal implicaría una disminución del acceso al agua potable de los 16 millones de habitantes de Estambul.

Otro argumento esgrimido por la oposición es la escasa utilidad del proyecto, dado que el tráfico marítimo a través del Bósforo ha disminuido durante la última década. Según el Ministerio de Transporte de Ankara, alrededor de 38.400 barcos transitaron por el Bósforo el año pasado, frente a los 55.000 de 2006, aunque el tonelaje total registró un aumento de un 30%.