A comienzos de abril,
el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, afirmó
rotundamente: Gaza es un campo de exterminio.
Gaza: hay opiniones para todos los gustos; apreciaciones muy dispares…
Recuerdo que, en los
años 80, durante las primeras semanas de la intifada, solía reunirme en
Jerusalén con un pequeño grupo de analistas árabes y hebreos, tratando de contestar
a la única pregunta ¿Cuántos muertos hubo ayer? ¿75? ¿90? ¿52? Cuando la
cifra de víctimas no superaba el umbral de los 33 ó 35, alguien dejaba caer la
frase: No, no ha sido un mal día.
Un mal día… Desde el 7 de octubre de 2023, me toca practicar este lúgubre ritual solo, en mi torre de marfil madrileña. ¿Solo? ¡No! Las lejanas voces de mis interlocutores de antaño me acompañan. Y los malos días siguen sucediéndose.
Curiosamente, nadie se pregunta hoy en día: Después de Hamas, ¿qué? ¿Cuál será el provenir de Gaza al término de las hostilidades? Sí, es cierto: los gobernantes de Tel Aviv contemplan una limpieza étnica total: la expulsión de los dos millones de pobladores de la Franja a un país árabe. Pero ningún Gobierno hermano está dispuesto a acogerlos con los brazos abiertos, alegando dificultades económicas, complicaciones políticas o trabas administrativas. Para Egipto, los gazatíes son enemigos de toda la vida; para los jordanos, un exceso de población extranjera difícilmente asimilable. Los países del Golfo Pérsico prefieren limitar su solidaridad con el pueblo palestino a los cheques que envían periódicamente a las organizaciones humanitarias.
Donald Trump tiene un proyecto: convertir Gaza en un lujoso resort turístico mediterráneo, capaz de competir con la Costa Azul francesa o la Riviera italiana. Pero si Gaza se queda sin población. No pasa nada, afirma el multimillonario americano, podemos importar mano de obra barata de Asia. Una opción ésta que no acaba de convencer al aliado israelí.
Tel Aviv
tiene, a su vez, un proyecto que podría complacer a Trump. Se trata de una propuesta para crear en la
Franja una nueva entidad tras el derrocamiento de Hamás. El plan, titulado
pomposamente Programa de Seguridad y
Recuperación de Gaza, cómo debería ser el día después, fue elaborado en diciembre de 2023 por un grupo
de 35.000 reservistas de las fuerzas de seguridad israelíes y de los miembros del
grupo de expertos del Jerusalem Center for Security and Foreign Affairs.
El informe implica la reconstrucción económica, la construcción de
infraestructuras, así como la necesidad de preparar un cronograma detallado
para el control de la Franja tras la caída o el desmantelamiento de la
organización islámica.
Ese plan de control de Gaza descarta la soberanía palestina, o mejor dicho,
de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), o la presencia del Organismo de Obras
Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en
el Cercano Oriente (UNWRA) como fuente de ayuda humanitaria.
El documento, cuya autenticidad fue confirmada por un alto funcionario del
Gobierno. no indica si Israel tiene la intención de anexionarse la Franja,
aunque se afirma claramente que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) quieren
tener un mayor protagonismo en la gestión de los asuntos de Gaza. Detalle
interesante: el borrador no alude, en ningún momento, a las exigencias
palestinas o a los documentos firmados por las dos partes – Israel y Palestina
– desde la entrada en vigor de los acuerdos de Oslo.
Tras la caída
de Hamas, el ejército israelí trataría de apoderarse temporalmente de la
totalidad de la Franja, teniendo libertad de movimiento sobre el terreno y
obteniendo el control total de la frontera de 12 kilómetros entre Gaza y
Egipto, incluido el cruce fronterizo de Rafah.
Las FDI ya han creado una zona tampón a lo largo de algunas partes de la
línea fronteriza. Desde principios de abril, los israelíes controlan
aproximadamente la mitad de la Franja. Para ampliar la zona tampón, las FDI
demolieron sistemáticamente toda la infraestructura, haciendo que parte del
territorio fuera inhabitable.
Durante
la segunda fase de la ocupación, el gobierno de Tel Aviv
establecería cinco consejos administrativos autónomos, denominados: Gaza
Norte, Ciudad de Gaza, Franja de Gaza Central, Khan Yunis y Rafah. Los
consejos tendrían la tarea de gestionar la vida civil en la Franja, después de
cumplir con ciertos requisitos previos: no estar relacionados con facciones
terroristas, reconocer el estado de Israel y participar en un plan de
reeducación también llamado proceso de desnazificación.
Israel establecerá una Dirección Administrativa Internacional (IMD, por sus
siglas en inglés) para la ayuda, la reconstrucción y la supervisión de los
consejos administrativos.
No se contempla para nada incluir a la Unión Europea en los nuevos órganos
de gobierno, pero sí a los Estados Unidos, algunos países occidentales como
Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, así como a Estados suníes pragmáticos
como Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y posiblemente Arabia Saudita,
como parte de una maniobra destinada a normalizar las relaciones entre Riad y
Tel Aviv.
Israel debería favorecer, asimismo, el despliegue de un cuerpo parecido a
la Fuerza Multinacional y Observadores en el Sinaí, instrumento de
mantenimiento de la paz creado en 1982 con el apoyo de Estados Unidos.
Durante la tercera y última fase, los palestinos podrán autodeterminarse.
El plan propuesto no pone ningún obstáculo real a la capacidad de los
palestinos para lograr la autodeterminación una vez que reconozcan a Israel
como el Estado judío y abandonen las actividades terroristas imputables a
Hamas.
¿Los palestinos? Digamos que brillan por la ausencia, al igual que en los
Acuerdos Abraham, negociados durante el anterior mandato de Donald Trump. ¿Qué opinan los palestinos?