domingo, 30 de agosto de 2020

Emmanuel Macron y los "malos vecinos"


La suerte está echada: el presidente galo, Emmanuel Macron, ha decidido echarse al ruedo en la disputa geoestratégico- económica entre los dos “malos vecinos” del Mediterráneo oriental – Turquía y Grecia – vieja herida mal curada, empañada de sangre, dolor, lagrimas y algún regusto de… intereses neocolonialistas. La clave del asunto estriba en una palabra: Chipre. La Isla de Afrodita que alberga, desde hace siglos, a dos etnias: la turca y la griega. Las dos comunidades no se llevaban mal en la época de Imperio Otomano. Los roces surgieron después, cuando las potencias europeas – Inglaterra y Francia - optaron por dividirse los territorios del antiguo imperio y adueñarse de las islas del Mar Mediterráneo.

Los británicos ocuparon Chipre y Malta, emplazamientos estratégicos para la flotilla de su Graciosa Majestad. Con el paso del tiempo, las islas se convirtieron también en bases aéreas de la RAF y, en el ocaso de la colonización británica, en emplazamiento de misiles estratégicos desplegados por otra gran potencia rival: la Unión Soviética.

El “golpe de palacio” de Nicosia – la defenestración del arzobispo Makarios por el pistolero Nikos Sampson, caballo de Troya de los coroneles griegos – neutralizó los planes del Kremlin. Sin embargo, la invasión por el ejército turco abrió una nueva brecha: la isla quedó dividida en dos partes. El sector griego, apoyado por Arenas, acabará convirtiéndose en miembro de pleno derecho de la Unión Europea. El territorio ocupado por Turquía, que representa un tercio del territorio chipriota, se tornará en la República Turca del Norte de Chipre, país fantasma administrado por la plana mayor del ejército de Ankara, no reconocido por la comunidad internacional.

Durante las últimas cuatro décadas, los “malos vecinos” – Atenas y Ankara – trataron por todos los medios de mantener viva la llama del conflicto. Los múltiples intentos de establecer nuevas normas de conducta intercomunitarias tropezaron con la intransigencia de ambas partes. ¿Cuestiones internas?   No, en absoluto; Se trata, ante todo, del deseo de Atenas de perpetuar el conflicto étnico, así como de la voluntad de los militares turcos de conservar su inapreciable feudo. De hecho, las transacciones económicas y financieras del norte de Chipre no pasan el escrutinio de las autoridades de Ankara.

Pero las cosas se complican nuevamente cuando los Gobiernos de Atenas y Nicosia deciden, junto a socios comunitarios de primerísima fila a esbozar ambiciosos proyectos de explotación de los recursos energéticos. ¿Petróleo? ¿Gas natural? Poco importa. Egipto explota yacimientos de gas situados en el Mediterráneo; el mercado gasístico regional empieza a estructurarse.

Obviamente, Turquía no quiere desaprovechar esta oportunidad. Además de los navíos de prospección geológica construidos en los astilleros occidentales, Ankara cuenta con la tecnología idónea para participar en esta moderna “fiebre del petróleo” ideada por los europeos, aunque impulsada por un viejo e incansable competidor del Viejo Continente: los Estados Unidos. En efecto, el presidente Obama fue uno de los artífices de la política de “independencia energética” de Europa, sofocada – según él – por el vasallaje impuesto por el suministro de gas natural ruso. Obama sugirió la importación de gas licuado procedente del Golfo Pérsico. Un ejercicio éste sumamente oneroso para los europeos. Otra opción, menos estrambótica, sería pues la explotación de las reservas energéticas de la región. La “Iniciativa de los tres mares”, presentada por Trump tras la cumbre de la OTAN celebrada en Varsovia en 2016, contempla la explotación de los recursos energéticos del Báltico, el Adriático y el Mar Negro, cuyos subsuelos encierran sustanciosos yacimientos de gas y de petróleo.

El operativo se pone em marcha sigilosamente. El sinfín de lobbies energéticos creados por los europeos procuran no aparecer en los titulares de los grades medios de comunicación económicos europeos. Sin embargo, su presencia puede desembocar, como en el caso de Chipre, en conflictos entre naciones ribereñas o… “malos vecinos”.  Así pues, el empuje del binomio Atenas – Nicosia suscitó la ira de Ankara. Para Turquía, los proyectos de sus “malos vecinos” interfieren con la Zona de Exclusión Económica reivindicada por Ankara. Ficticia o real, la amenaza justifica, pues, unas medidas de retorsión. Para un presidente Erdogan, crecido por los últimos acontecimientos y deseoso de imponer la impronta del nuevo otomanismo, ha llegado el momento de pasar al ataque…

La presencia del barco turco de prospección geológica Oruk Reis, acompañado por fragatas de la marina de su país en el perímetro/feudo de las empresas helenas provoca pánico en las dependencias gubernamentales de Atenas. Los griegos denuncian al “agresor”. Berlín trata de ofrecer, por enésima vez, sus… buenos oficios.

París, que tuvo que enfrentarse a los barcos de guerra turcos en las costas de Libia, donde ambos aliados de la OTAN defendían los intereses de bandos libios antagónicos, optó por levantar la voz.  ¿Quiénes son esos turcos que nos amenazan? inquirieron los asesores de Emmanuel Macron. Probablemente, los mismos turcos a los que el antecesor del rey Sol galo, Valery Giscard d’Estaing, informó que no había cabida para Turquía, por razones… culturales, en el seno de la familia cristiana de Bruselas. Pero Macron prefiere hacer caso omiso de esta ofensa; alude, pues, a la Turquía que tiene un acuerdo de libre cambio comercial con la UE – primer paso y, hasta la fecha, el último, de un proceso de integración económica que no se ha materializado – o de la Turquía que, siempre según él, ha adoptado en los últimos años una postura que “no es la estrategia de un aliado de la OTAN”. Acto seguido, Ankara anuncia la celebración de maniobras militares y navales al Noreste de Chipre, recordando al Eliseo que la presencia de aviones de combate franceses en los campos de aviación chipriotas constituye una violación del Acuerdo de 1960 sobre soberanía de la isla.

De todos modos, cabe suponer que Marcon no declarará la guerra a Turquía y que las autoridades de Ankara seguirán ampliando sus conquistas en el Mediterráneo y… otros mares. 

A finales de la pasada semana, el presidente Erdogan anunció el descubrimiento de un importante yacimiento de gas natural en el Mar Negro, que su país empezará a explotar a partir de 2023. Se trata de una bolsa subterránea que contiene alrededor de 320.000 millones de metros cúbicos, una cantidad relativamente modesta, comparada con las reservas – diez veces superiores – existentes en la plataforma continental rumana. ¿Otro competidor para Ankara? Desgraciadamente, no. La producción y explotación del yacimiento rumano han sido cedidas a las compañías gasísticas nacionales de Austria y de Hungría por jerarcas bucarestinos poco interesados en defender los intereses nacionales de su país. El escándalo, simple tormenta en un vaso de agua, se acabó sin hacer olas. Los rumanos denunciaron, en su momento, la desforestación de sus montañas, la tala salvaje de los árboles por empresas madereras austriacas. Pero todo quedó en agua de borrajas. Los cipayos de don Dinero se encargaron de acallar las protestas.

Erdogan no desea que los recursos energéticos de Turquía corran la misma suerte. Durante décadas, el país se limitó a ser simple lugar de paso para los suministros energéticos del Mar Caspio. Tres gasoductos clave - Bakú-Supsa, Bakú-Tbilisi-Ceyhan y Bakú-Tbilisi-Erzurum – administrados por compañías occidentales, transitan por Georgia antes de llegar a los confines con Turquía. Por su parte, el TurkStream, que suministra gas natural ruso a los países de la UE, atraviesa el territorio de Armenia, alidada incondicional de los rusos desde la época de los zares. Su construcción provocó una serie de escaramuzas fronterizas con Azerbaiyán, país que cuenta con el apoyo de Ankara y Teherán.
Para Erdogan, la respuesta es obvia. Turquía no debe limitarse a ser un simple lugar de transito; el país debe convertirse en productor y consumidor final de energía. Cueste a quien cueste, empezando por los “malos vecinos”, sus aliados galos y los duendes de los nuevos mercados energéticos.
 

viernes, 21 de agosto de 2020

Cortinas de humo


La noticia pasó casi inadvertida. Los comentarios, la abundante cobertura televisiva, la airada condena internacional brillaron esta vez por su ausencia.  La aviación israelí atacó la Franja de Gaza el mismo día en que Donad Trump anunciaba el acuerdo sobe la “normalización de relaciones” entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos ¿Pura casualidad?
El operativo contra los llamados objetivos estratégicos está supervisado por el Ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, el general en la reserva que dirigió, en 2014, la Operación Margen Protector, destinada a erradicar la estructura militar de Hamas en la Franja de Gaza. Benny Gantz alternará el cargo de Primer Ministro de Israel con Benjamín Netanyahu en noviembre de 2012. ¿Otra casualidad?
Lo cierto es que mientras el actual Primer Ministro hebreo se comprometía a aplazar la anexión de una tercera parte del territorio de Cisjordania en aras del “acuerdo histórico” con los Emiratos Árabes, el ejército seguía asestando golpes a la resistencia gazatí. Hamas – afirman los estrategas de Tel Aviv – depende de la ayuda financiera de otro país del Golfo Pérsico, Qatar, enemigo de la monarquía saudita y rival de… los Emiratos Árabes.  Por si fuera poco, Qatar mantiene inmejorables relaciones con la República Islámica de Irán, adversaria del “Gran Satán” (Estados Unidos) y del “Pequeño Satán” (Israel). ¿Afectará la presencia de una misión diplomática israelí en los Emiratos la estabilidad de las instituciones qataríes? Hoy por hoy, la hipótesis parece poco plausible. Sin embargo…
La decisión de los Emiratos Árabes causó un gran revuelo en el mundo musulmán. La catedrática palestina Hanan Ashrawi, miembro de la Ejecutiva de la OLP, acusó a los emiratíes de haber traicionado la causa palestina por “unas migajas”. Sustanciosas y suculentas “migajas” provenientes de la Casa Blanca… Por su parte, el Ministerio turco de Asuntos Exteriores califico de “extremadamente preocupante la iniciativa de los Emiratos Árabes, que desautoriza en Plan de Paz elaborado por la Liga Árabe en 2002, que cuenta con el apoyo de la Organización de Cooperación Islámica, engendro controlado desde hace tiempo por los sucesivos Gobiernos de Ankara. En efecto, para Turquía, país musulmán cada vez más volcado hacia el islamismo, la decisión de los emiratíes tiende a ignorar la voluntad del pueblo palestino.
¿Abandonar a los palestinos? En efecto, muchos países árabes productores de petróleo, empezando por Arabia Saudita, coquetean con la idea de “cerrar el grifo” a los palestinos. La ayuda económica, la tan cacareada solidaridad les ha costado cara y, además, les ha hecho perder puntos en el desigual diálogo con Washington. Y más aún, durante el mandato de Donald Trump, el multimillonario que prefiere respetar sus compromisos con la comunidad evangélica (proisraelí) y con los círculos sionistas norteamericanos.
Para Jared Kushner, yerno de Trump encargado de esbozar el “Acuerdo del Siglo” – léase los acuerdos de paz entre Israel y sus vecinos árabes – los palestinos, que rechazaron el tratado con los Emiratos Árabes, padecen de analfabetismo político. Cierto es que Kushner, cuya familia tiene importantes intereses económicos y financieros en Israel, no se dignó en consultar con los palestinos su proyecto de acuerdo. Su lema: la paz entre israelíes y árabes favorecerá a los palestinos.
La misma tesis fue desarrollada por el Ministro de Estado para Asuntos Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, Anwar Gargash, quien aseguró que el establecimiento de relaciones diplomáticas con Tel Aviv beneficiará también a la comunidad palestina. ¿Y la brecha en la unidad árabe a la hora de defender los intereses de sus hermanos palestinos? La causa palestina. Se trata, en realidad, de un concepto anticuado, que se desmorona ante los nuevos y tentadores proyectos ideados y servidos en bandeja de plata por los magos de Wall Street. ¿Convertir el Cercano Oriente en una zona de prosperidad? ¿Tener libre acceso a la tecnología puntera de Israel? ¡Por qué no! Si otros países de la región, como por ejemplo Bahréin y Omán, decidiesen arrimar el hombro, la experiencia podría resultar mucho más atractiva. El reino wahabita no se atreve a dar el paso; consideran que el andamio sigue siendo demasiado… frágil.
En realidad, Arabia Saudita no tiene interés alguno de involucrarse en el proceso. Riad sigue dirigiendo el guion pactado con Washington desde un segundo plano, velando por sus propios intereses. Porque hay más, mucho más…  La enemistad entre la Corona saudí y el régimen teocrático de Teherán, entre el Islam sunita y su rama chiita emerge como el telón de fondo de la versátil situación del Golfo Pérsico. Después de los ataques perpetrados hace unos meses contra las instalaciones petrolíferas saudíes, Riad no oculta su intención de castigar a los iraníes. Pero hay otro país en la zona interesado en hostigar a los ayatolás: Israel. En efecto, desde hace más de veinte años, los sucesivos Gobiernos de Tel Aviv advierten sobre la amenaza nuclear iraní. ¿Soluciones? Bombardear a Irán. No, no se trata de una propuesta descabellada. En las últimas décadas, la aviación israelí arrasó las instalaciones nucleares iraquíes y sirias. Los operativos se llevaron a cabo con sumo sigilo. En el caso de Irán, los israelíes tropiezan, sin embargo, con el veto de la Casa Blanca y de otros poderes interesados en mantener la cooperación tecnológica con Teherán. Tal vez por ello, al anunciarse la noticia del acuerdo entre Tel Aviv y Doha, algunas cabezas pensantes coincidieron en que se trataba de un primer paso hacia la creación de una alianza estratégica regional destinada a hacer frente al peligro nuclear iraní. Sin embargo, Israel, Arabia Saudita, Norteamérica y los países del Golfo se apresuraron en desmentir los supuestos rumores.  
Pero no se trataba de simples rumores. Quien rompió definitivamente el silencio fue el teniente coronel Raphael Ofek, asesor militar del Primer Ministro israelí, quien elaboró un documento de trabajo titulado El programa nuclear iraní como catalizador del acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Más claro…
Washington y Jerusalén han cooperado durante mucho tiempo en el esfuerzo por frustrar las ambiciones nucleares y los planes imperialistas de Irán, señala el documento, haciendo hincapié en el hecho de que los estados del Golfo no disimulan su inquietud ante los avances del régimen islamista de Teherán. Pero no fue sólo la amenaza nuclear iraní que condicionó la firma del acuerdo de paz con Israel. Los Emiratos Árabes Unidos, al igual que otras monarquías del Golfo, consideran a Israel como una potencia regional militar y tecnológica, cuya ayuda y apoyo debe buscarse.
Para la Administración Trump y, ante todo, cara a las próximas elecciones presidenciales del mes de noviembre, resulta sumamente importante tratar de posicionar al aliado israelí como factor estratégico en Oriente Medio.
Es obvio que, si Donald Trump consigue un segundo mandato presidencial, el régimen de los ayatolás será uno de sus primeros clientes. Hoy por hoy, su lema es: si quieres la guerra, firma la paz.
Mientras, los proyectiles siguen cayendo sobre Gaza. La anexión de Cisjordania… No, Netanyahu no renuncia a ella. La llamada paz de los pragmáticos es una simple cortina de humo. 

sábado, 8 de agosto de 2020

Embrollo beirutí

 

Vuelvo a mirar, por enésima vez, el trozo de película que me mandó una compañera árabe. Con un comentario escueto: Mírala bien. Sorprendente, ¿verdad? El puerto de Beirut en llamas. Sí, me recuerda el famoso incendio de 1977, que dio el pistoletazo de salida de la guerra civil libanesa. Sin embargo, esta vez…

En la imagen reciente, difundida por varias cadenas de televisión internacionales, se divisa un punto negro, parecido a un helicóptero o un misil, que se aproxima al lugar del incendio. Desaparece detrás de la columna de humo; las llamas cambian de color. Sigue una deflagración que da paso a un enorme champiñón blanco. ¿Un ensayo nuclear?

No, no es una explosión atómica; es un nuevo arma desarrollado por el Ejército israelí, asegura el periodista galo Therry Meysaan, refugiado en Damasco desde 2002. Meyssan publicó en Francia un libro que rebate  las versiones oficiales sobre el atentado del 11-S. El ensayo provocó la ira de la Casa Blanca y de los servicios de inteligencia norteamericanos, que solicitaron su envío a los Estados Unidos. París se negó a extraditarlo. Curiosamente, Meyssan desapareció en medio del regateo diplomático franco-americano. Se trasladó a la capital siria, desde donde prosigue su campaña mediática contra los poderes fácticos de Occidente. Sus revelaciones resultan muy a menudo molestas para el establishment político occidental. Y no sólo occidental…

Israel destruye Beirut con un nuevo arma, reza el noticiario de la Red Voltaire, servicio informativo dirigido de Meyssan. Explican los autores de la noticia que se trata de un nuevo artefacto bélico, ensayado por los israelíes tanto en Siria – ataques contra los depósitos de armas y municiones del movimiento radical chiita Hezbollah - como en las aguas del Golfo Persico, en operativos contra navíos de guerra iraníes. Los colaboradores de la Red Voltaire recalcan que no se trata de un arma nuclear y que los niveles de contaminación son muy escasos. Lo que pretendía Israel, estiman, era acabar con los explosivos almacenados por Hezbollah en el puerto de la capital libanesa.  Ficticia o real, la acusación de Meyssan recuerda, extrañamente, el atentado de 2005, que acabó con la vida del entonces primer ministro libanés, Rafik Hariri.

Para el teniente coronel Mordechai Kedar, experto israelí en grupos islámicos y organizaciones radicales, las tres explosiones registradas en Beirut corresponden a la destrucción distintos tipos de mercancías: explosivos, municiones y combustible para misiles, material enviado por los iraniés a los combatientes de Hezbollah. No hay que extrañarse, pues, de que el líder del movimiento chiita, Hassan Narsallah, decidiese levantar la voz contra el enemigo sionista, amenazando con provocar una catástrofe del mismo alcance en el puerto israelí de Haifa. Sus amenazas no cayeron en saco roto: poco después de las deflagraciones, centenares de oficiales del Ejército de Tel Aviv iniciaron una guerra virtual contra Hezbollah. Los simuladores instalados en el Cuartel General del Comando de Entrenamiento reproducían paisajes reales del país vecino: calles, carreteras, mezquitas, colegios, luces de tráfico. Curiosa coincidencia…

El presidente libanés, Michel Aoun, se decantó por un lenguaje más moderado a la hora de comentar las circunstancias reales de la explosión. Sin embargo, no dudó en barajar la opción de una intervención externa con un misil o una bomba… ¿Recuerdan la película? Otra curiosa coincidencia.

En fin, tal vez se trate de un simple… embrollo beirutí.