martes, 28 de noviembre de 2023

Estrechar el cerco a Rusia


En una conversación telefónica con el Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, solicitó la suspensión de las sanciones aplicadas por la Casa Blanca a los viajes de los miembros de su Gobierno a los Estados Unidos, alegando que las restricciones eran improcedentes.

La respuesta de Blinken fue instantánea: las restricciones se levantarán cuando las autoridades azeríes decidan entablar conversaciones de paz serias con el Gobierno de Armenia. Washington espera y desea que la firma del acuerdo de paz entre Bakú y Ereván se materialice antes de finales del año. Aparentemente, hoy en día, la obsoleta – aunque siempre eficaz – diplomacia de la cañonera puede resumirse a una simple llamada telefónica.  

Sin embargo, persuadir a Aliyev, más amigo del Irán de los ayatolás o de la Turquía neo-otomana de Erdogan ha de ceñirse al guion preestablecido por la Administración Biden no resulta tarea fácil. Es cierto; la invasión de Nagorno Karabaj por las tropas azeríes el pasado mes de septiembre contaba con el beneplácito de Washington y de Ankara. Los 1.500 soldados rusos estacionados en la zona tampón entre Azerbaiyán y el enclave armenio fueron incapaces de frenar el avance de los 60.000 efectivos del ejército de Bakú. El Presidente armenio, Nikol Pashinyán, que no decretó la movilización del ejército de su país, lamentó la dejadez de los rusos. Pero, ¿se puede hablar de dejadez?

Después de acoger a los cien mil armenios que huyeron del enclave de la discordia, temiendo una operación de limpieza étnica, parecida a la llevada a cabo por Turquía a comienzos del siglo pasado, Pashinyán viajó a Europa, para formular sus quejas a la UE y tratar de persuadir a los miembros del Parlamento Europeo que la firma del acuerdo de paz con Azerbaiyán era… inminente.  ¿Inocencia? ¿Error de cálculo de los autores del guion Nagorno-Karabaj, que desconocen los entresijos de la política regional, de la mentalidad de los publos de la zona? O pura y simplemente, ¿un fallo del superordenador que suele dictar las líneas maestras de la diplomacia del Imperio?  

Lo cierto es que Pashinyán confiaba en el poder de convocatoria de la Administración norteamericana, interesada en contrarrestar la influencia de la Federación Rusa en el Cáucaso. Armenia, único país cristiano de la región, ubicado estratégicamente en las inmediaciones de la Madre Rusia, a medio camino entre la República Islámica de Irán y la no menos reislamizada Turquía representa, desde el punto de vista geopolítico, un área tremendamente codiciada por las potencias interesadas en el control de las riquezas energéticas de la región, en sus oleoductos y gasoductos, en el trazado en la nueva ruta de la seda.

Las maniobras militares de los ejércitos armenio y norteamericano, Eagle Partner 2023, celebradas el pasado mes de septiembre, sorprendieron a los países vecinos; se trataba del primer ejercicio estratégico conjunto en el que tropas de la OTAN coincidían - en un espacio muy exiguo - con las bases militares rusas presentes en suelo armenio desde hace más de medio siglo.  

Pero hay más: Armenia había establecido también vínculos con la Agencia de Defensa para la Reducción de Amenazas (DTRA), dependiente del Pentágono. Desde 2008, funcionan en territorio armenio una docena de bio laboratorios, que realizan proyectos de investigación coordinados por el Programa de Defensa Biológica de Estados Unidos (CBEP).

 

Algunos politólogos armenios estiman que el giro pro-otanista y pro-europeista de Nikol Pashinyan, empeñado en establecer relaciones con las industrias de defensa del Viejo Continente, podría llevar a Armenia a la paulatina pérdida de su frágil soberanía. Los más pesimistas no descartan la posibilidad de que Armenia acabe termine fagocitado por su archienemiga Turquía, convirtiéndose en un protectorado atlantista cuya supervivencia generaría graves tensiones futuras.

Para los miembros del Comité Nacional, organización que agrupa a empresarios, militares, políticos y representantes de la sociedad civil, la firma del reconocimiento por parte de Pashinyán de la soberanía de Bakú sobre Nagorno Karabaj constituye un acto de lesa patria, que debería sancionarse con la destitución inmediata del Primer Ministro. 

Sin embargo, Pashinyán insiste: la paz con Azerbaiyán supondría la apertura, bajo la jurisdicción de Armenia, de la línea de ferrocarril Meghri, el famoso Corredor Zangezur que, según el Presidente Recep Tayyip Erdogan, se convertiría en un nexo de unión panturco, el posible desarrollo de las relaciones con la Unión Europea, más seguridad regional y la desvinculación progresiva del tradicional aliado de los armenios - Rusia – que quedaría aislado en Transcaucasia.

 

Para Moscú, ello presupone un paso más hacia el estrechamiento del cerco de Occidente a Rusia. Los otros dos peones llamados a caer próximamente son Georgia y Moldova.

 

Huelga decir que, en este caso concreto, el superordenador de Washington no se equivoca.

viernes, 17 de noviembre de 2023

Biden - Xi: conoce a tu enemigo

 

Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo. Esta máxima del dictador José Stalin encabezaba los textos de muchos manuales de materialismo dialéctico, lectura obligada de varias generaciones de ciudadanos del llamado paraíso socialista ideado y gobernado por Moscú.

Conoce a tu enemigo. Aparentemente, el actual inquilino de la Casa Blanca y superviviente – al igual que algunos de nosotros – de la Guerra Fría, conoce y aprecia en su justo valor a los enemigos de su país y de los valores americanos. No, no se trata de la mítica hamburguesa y la Coca Cola, elevadas a la cúspide civilizacional por la exsecretaria de Estado Condoleezza Rice, quien no dudó en mencionarlas en los informes de la diplomacia estadounidense, sino de los viejos clichés de la propaganda de los años 50 ó 60 del siglo pasado, cuando para demonizar al enemigo solía recurrirse a términos mucho más contundentes. Joe Biden conoce perfectamente esta terminología.

En abril de 2021, diez meses antes del inicio del conflicto de Ucrania, Biden no dudó en tachar a Vladímir Putin de asesino. Esta semana, al termino de su encuentro con el presidente chino, Xi Jinping, el inquilino de la Casa Blanca le atribuyó el calificativo de dictador.  

¿Dictador, señor presidente? preguntaron los chicos de la prensa. La respuesta de Biden sorprendió más que la afirmación:  Bueno, es un dictador en el sentido de que es un tipo que dirige un país comunista, que se basa en una forma de gobierno totalmente diferente a la nuestra. Verdades como puños. Y una dialéctica desaparecida en Washington desde hace varias décadas.

El portavoz del ministerio chino de asuntos exteriores, Mao Ning, calificó las palabras de Biden de extremadamente erróneas. Se trata de una manipulación política irresponsable, advirtió el funcionario chino. Obviamente, Pekín no tiene interés alguno de retroceder en el tiempo, de volver a los enfrentamientos dialecticos eliminados por arte de magia por la diplomacia del ping pong de Henry Kissinger durante su primera visita a China en 1971. Sí, es cierto; los tiempos han cambiado, pero…

Hace unos meses, la Casa Blanca llegaba a la conclusión que si Rusia era una amenaza llamada a extinguirse (¿merced a la ofensiva del ejército de Zelensky?) y que el enemigo potencial del poderío estadunidense era… China. Una tesis ésta aireada allá por los años 90 por Samuel Huntington, olvidada y desempolvada recientemente por la Administración Biden.

El rival ruso, que rechazó tajantemente la oferta/ultimátum de asumir los conceptos globalistas de la Agenda 2030, debía consumirse en las llamas del infierno. China, con su enorme potencial económico y militar se convirtió en el auténtico enemigo. Resultaba imposible, pues, que el gigante asiático no fuese gobernado por… un dictador. Los chinos, acostumbrados a tratar a sus rivales con exquisita delicadeza, quedaron sorprendidos por la inusual agresividad de Washington. Después de la creación de la alianza militar AUKUS, integrada por Australia, el Reino Unidos y los Estados Unidos, la controvertida visita de la ex presidenta del Senado, Nancy Pelosi, a Taiwán, las maniobras navales de las potencias amigas de Washington en el Pacífico, la introducción de nuevas sanciones económicas, a Pekín sólo le quedaba por aguantar estoicamente el lenguaje belicoso de la Administración norteamericana. La decisión de Xi Jinping de acudir a la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), celebrada esos días en San Francisco, obedecía al imperioso deseo de rebajar la tensión. Una misión fallida, según los analistas. Biden recibió mucho más de lo estaba dispuesto a ofrecer.

Washington logró la reanudación de los contactos militares a alto nivel, asunto clave para los estrategas del Pentágono. Sin embargo, el interés del presidente americano se centraba en otras cuestiones estratégicas, como la no injerencia de Pekín en el conflicto de Ucrania o su posible mediación frente a Irán para limitar la expansión de la violencia en Oriente Medio.

La cooperación en materia del desarrollo de la inteligencia artificial, la lucha contra el tráfico de materias sicotrópicas y la utilización de energías renovables figuraban también en la agenda de la Casa Blanca.

Por su parte, los chinos insistieron sobre la necesidad de eliminar las restricciones a la exportación de tecnología estadounidense, que habían perjudicado seriamente el desarrollo económico del gigante asiático.

Por último, aunque no menos importante, la instalación de una línea directa entre Washington y Pekín. Algo así como el teléfono rojo que unió el Kremlin a la Casa Blanca durante la Guerra Fría. ¿Un teléfono rojo para contrarrestar el peligro amarillo? ¿Rojo? La nueva Guerra Fría nos impone situaciones aberrantes.


jueves, 9 de noviembre de 2023

Crepúsculos iliberales


El nuevo Gobierno de Eslovaquia acordó bloquear un paquete de 40,3 millones de euros destinado a la ayuda militar a Ucrania. La noticia, difundida por los medios de comunicación de Bratislava, pasó casi inadvertida en los países de la Unión Europea. Obviamente, las informaciones de esta índole no son del agrado de los eurócratas.

¿Poner en duda la unidad y la cohesión de los 27 frente al conflicto ruso-ucranio? ¡De ninguna manera! Sí, es cierto; la Unión cuenta con algunos – pocos – miembros díscolos.  Se trata, ante todo, de países pertenecientes al Grupo de Visegrado: Polonia, Hungría, Eslovaquia… Durante años, el estamento político bruselense lanzó sus truenos contra los gobernantes polacos y húngaros, poco propensos a plegarse a la disciplina comunitaria. Los ataques al Poder Judicial y la discriminación de género le valieron al Gobierno de Varsovia multas de un millón de euros diarios. La cantidad se descontaba de… los fondos asignados a Polonia por el ejecutivo comunitario.

La última consulta popular, celebrada el pasado mes de septiembre, parecía poner fin a la pesadilla polaca, Con la victoria de Donald Tusk, antiguo presidente del Consejo Europeo, partidario ce la despolitización de la vida pública y adalid del liberalismo económico, Polonia vuelve al redil de la cacareada democracia comunitaria. Hungría, sin embargo…

Viktor Orban, el jurista que dirige los destinos del pueblo magyar, parece más obstinado que sus correligionarios de Varsovia. Partidario de eliminar la llamada educación de género del currículo de la enseñanza, enemigo a ultranza de la inmigración no europea y, por supuesto, no cristiana, el primer ministro húngaro peca también, y ante todo, por su buena relación con Vladimir Putin y la firma de millonarios contratos para la compra de gas natural firmados con el Kremlin. ¿Reprimendas? ¿Sanciones? La oveja negra de Budapest suele hacer caso omiso de las amonestaciones de Bruselas.

Si me quieren echar, señores, háganlo. Yo no me marcho, advierte el primer ministro húngaro. Conviene señalar que las asiduas críticas contra Budapest disminuyeron tras la aplastante victoria de la no menos populista italiana Giorgia Meloni. Claro que para criticar a los políticos transalpinos, Bruselas prefiere emplear… guantes de seda. 

La aparente derrota electoral de los conservadores polacos coincidió en tiempo y espacio con el regreso a la palestra pública de otro controvertido personaje: Robert Fico, primer ministro de Eslovaquia, líder del partido socialdemócrata de su país, agrupación adscrita al Grupo de Socialistas y Demócratas del Parlamento Europeo.

Los medios de comunicación occidentales se precipitaron en tildar a Fico de prorruso y seudosocialdemócrata a raíz de sus estrafalarios mensajes dirigidos a sus conciudadanos durante la campaña electoral: La guerra siempre viene de Occidente; la paz, de Oriente. Ni una sola bala saldría de este país rumbo a Ucrania; la ayuda será únicamente humanitaria y civil. Nuestros asuntos internos serán prioritarios. La paz (en Ucrania) es la única solución. Me niego a que me critiquen sólo por hablar de la paz.

La reacción de los europarlamentarios socialistas fue instantánea. ¿Debemos aislar a Eslovaquia? ¿Sancionar a Fico?

Huelga decir que la formación del nuevo Gobierno de Bratislava deparó más sorpresas. Sus miembros se pronunciaron a favor de bloquear el potencial ingreso de Kiev en la OTAN y de revisar los acuerdos de seguridad con Washington, que permiten a la fuerza aérea estadounidense utilizar las bases de la aviación militar eslovaca de Malacky-Kuchyna y Sliac durante un período de diez años. El acuerdo ha sido mal formulado, afirma el recién nombrado ministro de Defensa, Robert Kalinak, quien se apresuró a transmitir sus dudas al embajador de los Estados Unidos en Bratislava, exigiendo la revisión del tratado.

Pero la nota la dio el vicepresidente del Parlamento de Eslovaquia, Lubos Blaha, quien descolgó de la pared de su despacho la foto oficial de la Presidenta Zuzana Caputova, sustituyéndolo ñor un retrato de Ernesto Che Guevara. Y para que no haya lugar a dudas, Blaha retiró también el estandarte de la UE, colocando en su lugar la bandera eslovaca. Un gesto éste que fue debidamente publicitado por los medios audiovisuales moscovitas.

En resumidas cuentas: Eslovaquia acaba de ingresar en la lista de las ovejas negras de la UE, de las democracias… ¡iliberales!

¿Y Meloni? ¿Qué hacer con Georgia Meloni? De momento, sus planteamientos sobre la lucha contra la inmigración ilegal parecen haber hecho mella en algunos países escandinavos. ¿Iliberales?

Cabe suponer que la palabra se pondrá de moda próximamente. 

lunes, 6 de noviembre de 2023

Caos

 

Ver al Secretario de Estado Antony Blinken paseando por Bagdad, la reconquistada capital devuelta a la democracia, con un chaleco antibalas puede provocar cierto asombro. ¿Tan frágil es el sistema político instaurado por los mensajeros de la mayor democracia del mundo? ¿Tan peligrosa la legendaria capital de los califas abasíes?  

El segundo periplo del jefe de la diplomacia estadounidense a Oriente Medio en menos de un mes no ha sido un camino de rosas. Blinken regresó para tomar el pulso del conflicto entre Israel y Hamas, para ver, dialogar, negociar treguas, proponer soluciones milagrosas. Pero su periplo se limitó en realidad a un tsunami de palabras; de buenas palabras.

Palabras y amonestaciones. Posturas intransigentes, como la del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, reproches y reivindicaciones de los aliados árabes de Washington, incapaces de disimular su irritación ante el apoyo incondicional de la Casa Blanca a la política ultraconservadora de Israel.

Buscar componendas con Dios y con el Diablo. Complacer a Tel Aviv sin provocar el enfado del mundo árabe; una misión sumamente difícil, casi imposible, para el Secretario de Estado.

Decididamente, Blinken no es Kissinger. Netanyahu dista mucho de ser Begin. Los gobernantes árabes bendecidos por el Acuerdo Abraham no han abandonado su tradicional apuesta anti israelí. Las primeras espadas de la región – Arabia Saudita, Irán, Turquía – tampoco. Los rumores acerca de una posible expansión del conflicto no dejan de correr por la zona. Las noticias procedentes de la Franja de Gaza alimentan la tensión, el pesimismo, el catastrofismo. En Washington, se elevan voces reclamando más pragmatismo por parte del inquilino de la Casa Blanca, en Kiev, más inquietud por un posible (aunque poco probable) abandono de Ucrania por sus aliados occidentales, En la vieja Europa, una creciente preocupación por el resurgir del antisemitismo y el incremento de la amenaza terrorista. En resumidas cuentas: el caos presagiado tras los atentados del 11 S se ha ido materializando.

No, Blinken no es Kissinger. El veterano politólogo y diplomático nacido en Alemania durante la República de Weimar hubiese criticado, con toda probabilidad, la espectacular (y muy penosa) retirada estadounidense de Afganistán, los constantes mensajes del actual presidente de los Estados Unidos instando a Vladimír Putin – su criminal de guerra in pectore - a entrar en Ucrania, el inquebrantable apoyo a Israel en la lucha contra el terrorismo de Hamas. Pero claro; Henry Kissinger prefiere guardar silencio. Los éxitos y los errores de la actual Administración no son de su incumbencia.

Joe Biden se posicionó abiertamente a favor de Israel. Los sentimientos humanos primaron sobre el precepto de prudencia que exige el ejercicio de su cargo. Sus palabras causaron un hondo malestar en el mundo musulmán.  

Pero lo cierto es que Biden tiene otras prioridades. En el ámbito internacional, tiene que lidiar con dos conflictos: el frente de Rusia-Ucrania, una guerra que corre el riesgo de perpetuarse sine die, la irritación de Pekín ante la amenaza que posibles represalias económicas, más duras y más eficaces que las impuestas hasta ahora al Kremlin. Sin olvidar, claro está, la constante expansión de los BRICS, adalides de la desdolarización del comercio internacional, ni la bancarrota del Estado, que podría alentar el caos en los mercados financieros.

A nivel interno, hay otro peligro que acecha al obstinado octogenario candidato a la reelección Joe Biden: su impetuoso y vociferante rival Donald Trump. Pero esa es otra historia.