martes, 28 de abril de 2020

Los insólitos aliados de Benjamín Netanyahu


La suerte está echada; Benjamín Netanyahu, incombustible líder de la derecha israelí, asume el tercer mandato como Presidente de Gobierno del Estado Judío tras una larga travesía del desierto. En efecto, hicieron falta tres elecciones generales aparentemente  ideadas destinadas a derrocar a Bibi (Netanyahu), para que el viejo zorro de la política desmonte las estructuras de sus adversarios, neutralice a la oposición y la argumentación de las múltiples agrupaciones confabuladas para derrocarlo, doblegar la voluntad de su principal contrincante, el general en la reserva Benny Gantz, antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército hebreo, hábil estratega pero fracasado político, eterno candidato al cargo de Presidente de Gobierno. Mas después de dos empates electorales y una victoria de la coalición de centro izquierda liderada por Gantz, su rival logró hacerse con el tercer mandato de Jefe de Gobierno – algo inusitado en la política israelí – ofreciéndole al militar la vicepresidencia de un gobierno de unidad rotatorio, una especie de tanto monta, monta tanto que logró atomizar a la izquierda, eliminar a centristas y comunistas y, ante todo,  dejar fuera de juego a los partidos árabes, que Netanyahu no duda en tildar de ojo de los terroristas en la vida política de Israel.

Desde la primera consulta electoral, celebrada en septiembre del pasado año, el santo y seña de la coalición Azul y Blanca capitaneada por Gantz era derrocar a Netanyahu. Y ello, por varias razones. En primer lugar, por una cuestión de imagen. El político conservador se agarraba al poder para evitar o retrasar la celebración de un juicio por corrupción y malversación de fondos; el cargo público le ofrecía la inmunidad frente a la Justicia.

A ello se sumaba el hartazgo de los sectores liberales de la sociedad, molestos por la hegemonía de los conservadores y ultrarreligiosos aliados del Likud, acusados de derechizar las estructuras sociales.
A esos factores se añadió, en los últimos meses, otro actor clave: la lucha contra la pandemia del coronavirus. El liderazgo de Netanyahu durante la crisis, sus ataques fulminantes contra Benny Gantz durante la última campaña y la manipulación de las instituciones israelíes para retrasar su juicio, fueron la clave de la permanencia de Bibi el poder. Al final, Gantz tiró la toalla: ante la perspectiva de nuevas elecciones – las cuartas - optó por negociar la formación de un Gobierno de unidad con su rival conservador.

¿Cómo afectará la política del nuevo gobierno las relaciones entre israelíes y palestinos o la futura puesta en marcha del plan de paz de la administración Trump?

Sabido es que una de las primeras decisiones del Gabinete consiste en la anexión de las tierras ocupadas por los asentamientos judíos de Cisjordania y la apropiación de la totalidad del Valle del Jordán, que Israel quiere convertir en zona de seguridad.

En principio, el proceso de anexión dará comienzo el día uno de julio, acentuando el ya de por sí constante deterioro de las relaciones con la comunidad palestina. Netanyahu, heredero del ideario extremista de Ariel Sharon, ha sido el dinamitero de los Acuerdos de Oslo y de las subsiguientes iniciativas de paz presentadas tanto por Europa como por los Estados miembros de la Liga Árabe. Por otra parte, sur buenas relaciones con las monarquías conservadoras de Oriente Medio, surgidas durante las operaciones bélicas levadas a cabo en la región por las sucesivas Administraciones norteamericanas, le permitieron aislar a los palestinos. Mas la guinda la puso la Administración Trump, al encargar la elaboración del cacareado Plan de Paz a los sectores más retrógrados del judaísmo americano que, al igual que la corriente evangélica afín a Donald Trump, defiende la tesis de los supuestos lazos bíblicos que une al pueblo de Israel a la Tierra Santa.

Al igual que Netanyahu, Benny Gantz apoyó públicamente el plan de Trump, que contempla la expansión de la soberanía israelí sobre los asentamientos de Cisjordania. Si para el actual jefe de Gobierno la propuesta de Washington implica la promesa de reconocer la autoridad, véase soberanía de Israel sobre gran parte de Cisjordania, Benny Gantz, al igual que la mayoría de ex comandantes del Ejército hebreo, no ve con buenos ojos la perspectiva de establecer un gobierno militar permanente sobre millones de árabes palestinos. Tampoco disimula su preocupación por el porvenir de las relaciones entre Israel y Jordania. De hecho, el acuerdo de coalición requiere que Netanyahu considere ante todo la estabilidad regional, preservando los acuerdos de paz existentes y facilitando la firma de nuevos instrumentos.

La Autoridad Nacional Palestina ha rechazado categóricamente el plan de paz de Trump, que regala a Israel la mayor parte del territorio cisjordano. Los palestinos estiman, al igual que muchos europeos, que los asentamientos de Cisjordania son ilegales. La anexión provocaría una respuesta muy violenta por parte de los habitantes de Cisjordania.

Israel se juega en estos momentos su capacidad de seguir siendo un Estado judío democrático, estable y capaz de vivir en paz con sus vecinos. Una apuesta a vida o muerte.

jueves, 23 de abril de 2020

A por ellos...


Las reservas mundiales de petróleo se agotarán dentro de veinte o treinta años. Prepárense para la nueva era; la era de las restricciones. La advertencia, formulada en el invierno de 1972 por un alto cargo de la Compañía Nacional Iraní de Petróleo (NIOC), se convirtió en mi mantra durante lustros. Tardé en comprender el verdadero significado del mensaje: mi interlocutor se refería a las reservas mundiales de petróleo conocidas o, mejor dicho, inventariadas por los productores de oro negro: las multinacionales anglosajonas y las pocas empresas nacionalizadas por los regímenes autoritarios del mundo árabe.

A finales de la década de los 70 del pasado siglo, cuando los países miembros de la OPEP iniciaron un prudente acercamiento a los Estados productores de petróleo no miembros del cartel, los temores de los técnicos de Teherán parecían confirmarse. O tal vez…

¿Escasez o superabundancia? Los niveles de producción de los nuevos actores – los países de la no-OPEP, más conocidos en los últimos años como la agrupación OPEP+ - desvelaban nuevos horizontes. Entre los países que entraban en liza figuraban Rusia, los Estados Unidos, Canadá, México, Noruega, las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso. A más caudal, más competencia. La OPEP ya no podía fijar unilateralmente el precio de referencia de los crudos: sus nuevos socios - aunque siempre competidores – se regían por otros baremos.

Algunos de los recién llegados se sumaron al bloque liderado por Rusia. Otros, como por ejemplo Estados Unidos, Canadá o Brasil optaron por abrir otros frente: el de los independientes. Con razón: la multipolarización del sector afectaba sus intereses.

Durante décadas, la industria petrolera trató de ajustar los precios del crudo a la creciente demanda mundial y también a las cotizaciones, siempre al alza, de los países del “primer mundo” – Noruega, Canadá y los Estados Unidos, obligados a soportar costes de producción más elevados. Las plataformas del Mar del Norte empleaban tecnologías más sofisticadas que los pozos situados en los desiertos de Cercano Oriente; los yacimientos de Texas o Dakota funcionaban gracias a la fracturación hidráulica – el fracking  - método sumamente costoso, poco rentable en países donde el oro negro sale a raudales.
  
Durante décadas, el modus operandi funcionó. Sin embargo, hace 17 años, tras la aparición de otro virus chino, el SARS, los precios cayeron en un tercio y la economía mundial registró pérdidas estimadas en alrededor de 60.000 de millones de dólares. El mercado tardó más de un año en recuperarse.

A finales de 2019, los exportadores de petróleo advirtieron los primeros síntomas de una nueva recesión económica. El peligro de una pandemia estaba en el aire, pero no se había materializado. Sin embargo, los productores de la OPEP y, concretamente, Arabia Saudita, apostaron por una reducción sustanciosa de los niveles de producción, indispensable para mantener la cotización de los precios. La propuesta de Riad, que invalidaba el acuerdo con los miembros de OPEP+, contemplaba una disminución de 10 millones de barriles diarios e la producción de ambos bloques, contando también con la posible ¡y deseada! reducción de los independientes – Estados Unidos y Canadá.

Ante la negativa de Rusia de aceptar el ofrecimiento de Riad, los saudíes decidieron abrir el grifo, inundando el marcado con petróleo barato. La guerra entre los feudales de Riad y los apostatas de Moscú, finalizó la pasada semana con un inevitable acuerdo. Aún así, cabe suponer que la cotización del crudo no volverá a alcanzar los niveles del pasado año: la recesión económica y los efectos colaterales del coronavirus entorpecerán la recuperación.

¿Petróleo a 31, 32 ó 35 dólares por barril?  Rusia y Arabia Saudita pueden permitirse este lujo.  No es este el caso de los petroleros de Texas o Dakota. No hay que extrañarse, pues, si el día en que se dieron a conocer los detalles del nuevo acuerdo entre los dos grandes bloques, un ejecutivo de la compañía rusa de petróleo expresó su satisfacción con la escueta frase: Y ahora, a por ellos.

sábado, 4 de abril de 2020

Israel: ¿hacia la orwellización de la política?


Recuerdo que hace unos años el establishment político de Tel Aviv puso el grito en el cielo al comprobar que una cadena de televisión de los Emiratos Árabes emitía un serial criptopolítico en el cual el entonces Primer Ministro israelí, Ariel Sharon, acompañaba su desayuno con… una taza de sangre de un neonato palestino. Ante la tormenta provocada en Israel y en algunas capitales europeas por la difusión de la serie, la emisora suspendió el folletín, aseverando en su descargo que se trataba de una mera ficción. Aunque los israelíes aceptaran las disculpas, la herida permaneció abierta. Con razón: el episodio coincidió con los primeros síntomas de acercamiento entre el Estado judío y sus vecinos árabes, aliados circunstanciales de Washington y Tel Aviv durante la guerra del Golfo. Obviamente, las incipientes coaliciones bélicas no lograron frenar la todopoderosa maquinaria de propaganda antiisraelí (anti sionista, dirían los dueños de la emisora), poco propensa a conceder una tregua a los embrionarios intereses geopolíticos de las monarquías petroleras. Los pecaminosos desayunos del general Sharon permanecieron, pues, en el imaginario colectivo de los árabes.

Hace apenas unas horas, la ficción televisiva volvió a irrumpir en la vida de los pobladores de Oriente Medio. Esta vez, en Israel y, para más inri, durante una sesión informativa del Gabinete sobre el avance del coronavirus en la región. Comentando la dramática situación en la República Islámica de Irán, el Primer ministro Netanyahu se dedicó a rebatir los datos suministrados por el régimen de Teherán, recurriendo a secuencias de la serie Pandemic, emitida en… 2007 por la cadena estadounidense Hallmark. La película mostraba decenas de cadáveres envueltos en bolsas de plástico, depositados en una fosa común que contenía centenares de cuerpos. Las imágenes llegaron a la opinión pública hebrea coincidiendo, eso sí, con una nota de prensa de la oficina del Primer ministro, en la que se reconocía que el vídeo fue encontrado en las redes sociales por un alto cargo del Consejo de Seguridad Nacional, sin que se haya podido comprobar su autenticidad. Según las estadísticas oficiales facilitadas por el régimen islámico de Teherán, Irán cuenta con 47.593 casos de coronavirus y 3.036 defunciones, mientras que Israel se coloca casi al final de la lista, con 6.857 casos de personas contagiadas y 36 fallecidos. En ambos casos, los observadores neutrales prefieren poner en tela de juicio los sistemas de cálculo; nadie se fía de las estadísticas elaboradas por las autoridades sanitarias nacionales.

Cabe suponer que Netanyahu, acérrimo detractor del régimen de los ayatolás, no se molestó en hacer averiguaciones; sus reiterados ataques contra las autoridades de Teherán son archiconocidos. Para el Primer ministro hebreo, el universo iraní tiene tintes orwellianos. Es, qué duda cabe, una herencia de la época de su antecesor y maestro, el general Sharon, partidario de acciones militares puntuales y contundentes contra los centros de investigación nuclear iraníes. Recordemos que los mantras de Ariel Sharon fueron: bombardear a Irán y…matar a Arafat.

El coronavirus se convirtió en mantra, coartada y salvavidas de Benjamín Netanyahu, acusado por la Fiscalía general de Israel de corrupción, soborno y fraude. Para librarse de la Justicia y la inevitable condena, el jefe de fila del Likud debía contar – como hasta ahora – con la inmunidad que otorga el cargo de jefe de Gobierno. Pero Netanyahu fue derrotado en las últimas elecciones por la agrupación Azul y Blanco, liderada por el general Benny Gantz, exjefe del Estado Mayor del ejército hebreo, héroe de varias guerras, aunque desafortunado político, incapaz de alzarse con la victoria en un sinfín de procesos electorales. El infortunio de Gantz acabó en la consulta del pasado mes de marzo, cuando su agrupación logró imponerse a los conservadores del Likud. Netanyahu, Primer ministro en funciones, parecía condenado a acudir a la poco deseada cita con la Justicia. Sin embargo, dos factores jugaron a su favor: a afinidad ideológica con el presidente de Israel, Reuven Rivlin, veterano militante del Likud,, y… el coronavirus.

Pero vayamos por partes: si bien es cierto que Rivlin no disimuló su simpatía por el jefe de fila de su partido, trató de actuar con aparente ecuanimidad durante las consultas para la formación del nuevo Gobierno. Difícil tarea, teniendo en cuenta que su objetivo final era lograr que el derrotado Netanyahu siga ostentado el cargo de Primer ministro. Al final, lo consiguió; con mucha astucia y el inestimable apoyo de la pandemia que recorre el mundo.

¿El coronavirus? Durante las semanas que precedieron la consulta electoral, el Gobierno en funciones presidido por Netanyahu elaboró una serie de medidas legales que acompañan y justifican el estado nacional de emergencia decretado el 11 de marzo; un marco jurídico que contiene algunas cláusulas orwellinas, como por ejemplo la vigilancia por los servicios de seguridad de todos los teléfonos móviles existentes en el país. El ministerio del Interior justifica la medida alegando que podría localizarse la presencia de aparatos pertenecientes a personas infectadas en las inmediaciones de grupos de ciudadanos sanos. Pero los israelíes, muy propensos a acepar cualquier sacrificio en aras de la seguridad nacional, dudan de la eficacia de la medida y, ante todo, de buena fe de los servicios de seguridad. Qué esto no nos convierta en un Estado policiaco, afirman los jóvenes, que desconfían de las buenas intenciones del Primer ministro. Con razón: Netanyahu insiste en supervisar personalmente la aplicación de las medidas que acompañan el estado de emergencia. Obviamente, su aparente altruismo pretende ocultar otros designios, ajenos al bien público. Lo cierto es que el jefe de fila del Likud logró convencer a su rival centrista a deshacer su coalición electoral, un extraño mosaico de partidos de centroizquierda, liberales, comunistas y nacionalistas árabes para apostar por una gran coalición con la derecha. ¿Razones de Estado? Pues bien, si la lucha contra el coronavirus es una razón de Estado…

El reparto de las carteras ministeriales tropezará con muchos escollos. Cada formación reclama para sí una parcela de poder. Todos quieren adueñarse de departamentos clave. El Likud controlará los departamentos de Hacienda, Interior, Transporte, Energía, Construcción y Medio Ambiente.

Netanyahu, que pretende ocupar la presidencia del Gobierno durante la primera etapa de la coalición de Gobierno, se reserva para la segunda, en la que gozará de inmunidad parlamentaria en calidad de vicepresidente, un superministerio encargado de las relaciones con los Estados Unidos y Rusia. Un blindaje perfecto.

Decididamente, la orwellización de la política tiene sus ventajas.