lunes, 22 de febrero de 2021

Mar Negro: la caza del submarino rojo

 

“La democracia está en peligro”, afirma rotundamente Joe Biden, legatario de la política exterior de su antiguo mentor, Barack Obama, el Premio Nobel de la Paz que más conflictos gestionó durante su mandato presidencial.

El presidente Biden acaba de descubrir la identidad de los verdaderos enemigos de la “democracia occidental”. Se trata, cómo no, de… Rusia y China, países que de alguna manera ocupaban un destacado lugar en la lista de las obsesiones de los estrategas occidentales, sean estos politólogos, analistas o militares.

Rusia y China serán a partir de ahora los gigantes que habrá que combatir empleando la estrategia de las sanciones económicas, temible arma que sustituye el impacto de los misiles balísticos intercontinentales.

Joe Biden seguirá, pues, la táctica estrenada por Obama y seguida, reconozcámoslo, por su sucesor en el cargo, Donald Trump. Pero Biden, cuyo carácter dista mucho del de un multimillonario bocazas, aplicará la estrategia de las sanciones con suma cautela. Los grandes discursos, la retórica aparatosa, serán – a partir de ahora - privativos de los “subordinados”: secretarios de Estado, generales, altos mandos de la OTAN. De todos modos, el anuncio de la próxima tanda de sanciones contra el Kremlin es inminente.  

Pero ¿de verdad está en peligro nuestra democracia, la tan cacareada democracia de Occidente? Es lo que estima también el Secretario General de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, quien “descubrió”, hace apenas unas semanas, el “peligro” que supone Rusia para la estabilidad en el Mar Negro, una región que se halla, desde los acuerdos de Yalta, en la zona de influencia de Moscú. Una zona que se ha convertido, desde 2016, en coto de caza de los navíos de la OTAN, cuya presencia más allá del Bósforo supone o suponía una violación de la Convención de Montreux de 1936 sobre el paso de los estrechos.

La interpretación moderna de este instrumento internacional poco tiene que ver con las clausulas del instrumento jurídico que limitaba, cuando no prohibía el ingreso de barcos de guerra extranjeros en las aguas del Mar Negro. Sin embargo, la Alianza Atlántica aprovechó la anexión, en 2014, de la península de Crimea a Rusia para colocar sus primeros peones en el tablero del Kremlin. Desde finales de 2016, las “visitas” de las embarcaciones de la OTAN empezaron a multiplicarse. El único argumento esgrimido por la Alianza: sus navíos responden a invitaciones cursadas por la Marina de los países ribereños – Turquía, Rumanía y Bulgaria – puntales de la OTAN en la región.

El último incidente registrado en las aguas del Mar Negro fueron las maniobras navales llevadas a cabo la pasada semana por Estados Unidos y Turquía. La misión de los buques de guerra y los cazas F-16 de la Fuerza Aérea turca consistía en… detectar y neutralizar un submarino “enemigo” en las inmediaciones de las costas de Rusia.

“Estados Unidos está ansioso por encontrar un enemigo en el Mar Negro”, comentó la portavoz del Ministerio Ruso de Asuntos Exteriores, la poliglota Maria Zaharova, que los atlantistas no tardaron en bautizar “la marioneta de Putin”. Descubrimiento algo tardío, ya que Zaharova lleva años desempeñando el cargo de portavoz.

“Las maniobras navales conjuntas de Estados Unidos y Turquía están claramente dirigidas contra Rusia. Se celebran cerca de nuestras fronteras, cerca de la costa rusa del Mar Negro, lo que presupone una amenaza la paz y la estabilidad (en la región). Parece que la VI Flota estadounidense está ansiosa por encontrar un enemigo en el Mar Negro, pero en vano”, comentó Zaharova, aludiendo también a las declaraciones realizadas anteriormente por funcionarios del Departamento de Estado y del Pentágono, según las cuales mediante estos ejercicios Washington y sus aliados contribuirán a mejorar la seguridad en Europa. Detalle interesante: las agencias de noticias rusas – TASS y Novosti – no se hicieron eco de las criticas de la portavoz a la actuación de las fuerzas navales turcas. Aparentemente, la amistad entre Putin y Erdogan es incontestable. Tal vez por ello los medios de comunicación moscovitas prefieren centrar sus baterías en la retorica del secretario general de la OTAN, quien afirmó que la Alianza fortalecerá su presencia en el Mar Negro en respuesta a las acciones de Rusia "después de la anexión ilegal de Crimea".

Stoltenberg reveló también la celebración de otras maniobras navales en la zona, protagonizadas por tres barcos estadounidenses y embarcaciones ucranianas.

Obviamente, la Federación Rusa no puede cambiar su… ubicación geográfica para satisfacer los anhelos atlantistas. La caza del submarino rojo continuará.   


viernes, 12 de febrero de 2021

No estorbe, señor Borrell


Imaginen que un político español, catalán y para más inri, socialista moderado, como solía decir, tiempo ha, George Bush Jr., decidiera plantar cara a una columna de blindados rusos. ¿Cuál sería el desenlace? Lo más probable es que la columna acabe arrollando a nuestro protagonista, por muy Alto Representante de la Diplomacia Europea que pretenda ser.

Es lo que sucedió la pasada semana, cuando nuestro hombre, Josep Borrell, recién estrenado Míster Europa de la UE, aterrizó en Moscú para reclamar, en nombre de “los 27”, la liberación del disidente ruso Alekseí Navalni, acérrimo detractor de la corrupción que se había adueñado de la “madre Rusia” y… archienemigo de Vladimir Putin.

Con la autoridad de la que está investido por la Comisión Europea, Borrell pretendió cantarle las cuarenta al dueño del Kremlin. No esperaba, sin embargo, la respuesta contundente del jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, comandante de la columna de blindados que le recordó a los “presos políticos” de su Cataluña natal. Una manera poco elegante de acoger a un huésped que, a su vez, pretendía entrometerse en los asuntos internos de una gran potencia.

Sí, Rusia había perdido el peso específico que tenía en el tablero de los “grandes” hasta finales de la década de los 80 del pasado siglo. Sin embargo, los dueños del Kremlin siguen moviendo los hilos de la alta política internacional. Tal vez con un poco más de discreción, pero con la soberbia de siempre.

No, el President Pujol no fue el único que andaba vanagloriándose ante el   mundo “Som 6 millons” (Somos seis millones). Los rusos, seres libres o lacayos del zar Putin, son 147 millones y no reniegan de la grandeza de su pasado imperial o del temido a la vez que odiado renombre del país de los soviets. No, los rusos no han perdido el rumbo de la historia. Sus opciones pueden ser erróneas, no coincidir con las apuestas estratégicas de Bruselas, pero son intrínsicamente suyas. El mensaje dirigido por Lavrov a los comunitarios fue muy claro: “No estorbe, Borrell; no estorbe, Europa”.

Los resultados de las recientes elecciones presidenciales norteamericanas obligan al Kremlin a centrarse en acciones híbridas en suelo europeo, donde hay un mayor espacio de maniobra para las actividades encubiertas de Moscú, apoyadas por la acción de un importante lobby prorruso.

Si bien es cierto que la nueva configuración política de Washington no entorpecerá la hasta ahora fluida comunicación con Moscú, cabe suponer que la administración Biden se mostrará más firme que su predecesora en las relaciones con Rusia. El tono gélido de la declaración de la Casa Blanca sobre las consultas bipartitas para desarme sugiere que el Kremlin no tiene motivos para confiar en un pronto restablecimiento de relaciones cordiales con los Estados Unidos. La renovación del Tratado START habrá sido un mero compromiso.

Una relación más cautelosa con la nueva Administración estadounidense implicará la búsqueda de nuevos enfoques en los contactos con Bruselas. Los atlantistas estiman que a partir de ahora el principal objetivo del Kremlin será desestabilización y el debilitamiento de las instituciones europeas. El supuesto deterioro de la salud de Putin, hipótesis respaldada por los informes del Servicio de Inteligencia de Ucrania, no parece ser una razón suficiente para obstaculizar la ofensiva rusa.  He aquí, en líneas generales, una síntesis del razonamiento de los estrategas de la OTAN:

Mientras la UE mantenga sus fronteras actuales, especialmente en el Este, Rusia será incapaz de ampliar su esfera de influencia, que se reduce al espacio postsoviético, a países como Bielorrusia, Moldavia y Ucrania. Aun así, Moscú se enfrenta a varios desafíos, como la existencia de un modelo sociopolítico diferente, el de las democracias liberales basadas en el reconocimiento del Estado de derecho, modelo que funciona exitosamente, convirtiéndose en un buen ejemplo para las repúblicas exsoviéticas.  La Política Europea de Vecindad y los incentivos concedidos a países dispuestos a implementar reformas sociopolíticas presupone otro aliciente. Tal vez por ello a Moscú le interese socavar a la Europa comunitaria desde dentro. Mientras Bruselas centra su atención en los problemas internos, su capacidad de analizar los cambios surgidos más allá de sus fronteras está limitada. Además, una Europa que se enfrenta a dificultades económicas y conflictos sociales ya no es un modelo por seguir. Tal vez por ello,  los Estados propensos a abandonar el bloque comunitario podrían convertirse en presas fáciles para los adeptos del poder blando.

El Brexit es, sin duda, el mejor ejemplo de esta hipótesis de trabajo.  El Brexit afecta a la UE en su conjunto y sienta un precedente para otras retiradas, aunque es posible que los líderes de distintas corrientes antieuropeístas desistan de seguir el ejemplo británico. De hecho, queda por ver la evolución del Brexit a medio o largo plazo.

También conviene analizar la actitud de Putin hacia la UE, especialmente después de la adopción por el Parlamento Europeo, en septiembre de 2019, de la resolución que establece que tanto la Alemania nazi como la Unión Soviética fueron responsables por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. En los últimos años, Rusia se ha empeñado en promover su propia versión de la historia, en la que la URSS aparece como víctima de la agresión nazi, y no como país que - antes de ser invadido por Alemania - había firmado, en agosta de 1930,  un Tratado de No Agresión con Berlín (el Pacto Molotov-Ribbentrop), atacado a Polonia, anexionado los Estados bálticos y parte de Rumanía.

Tras el reciente conflicto entre Azerbaiyán y Armenia, Rusia ha aumentado su presencia militar en Transcaucasia. En Georgia, la actuación del actual partido gobernante beneficia los intereses del Kremlin.

En Moldavia, a pesar del ascenso al poder de la proeuropea Maia Sandu, las fuerzas prorrusas apuestan por una contundente victoria en las futuras elecciones parlamentarias.

 La crisis política se está acentuando también en Bielorrusia, hasta ahora feudo de Moscú.

Rusia tratará de obstaculizar por todos los medios la integración europea y euroatlántica de Ucrania. El conflicto latente en el Donbás se percibe como una herramienta empleada por el Kremlin para influir en la política exterior de Ucrania.

Para el Kremlin, es vital mantener a la península de Crimea en la Federación Rusa. Moscú dispone de todo un arsenal de medios para influir en el actual liderazgo de Kiev.

Fuera de su antigua zona de influencia, Moscú trata de ingerirse en la situación política de los Balcanes Occidentales. La reciente adhesión de Macedonia a la OTAN constituye un fracaso para los rusos, quienes pretenden influir en los asuntos internos de Montenegro, Bosnia y Herzegovina.

Rusia está tratando de aprovechar las corrientes nacionalistas y xenófobas de los países miembros del llamado “grupo de Visegrad” – Polonia y Hungría – que rechazan sistemáticamente los ukases de Bruselas, y atizar el fuego del enfrentamiento franco alemán en torno al oleoducto NordStream2, de gran importancia para Alemania y su economía. El objetivo final del Kremlin es, sin duda, el levantamiento de las sanciones aplicadas por Occidente después de la invasión de Crimea.  Para ello, Putin no dudará en seducir a sus adversarios con la promesa de crecimiento económico sostenido. Poco importa si ello implica violar los principios éticos de los integrantes del “club” de Bruselas. ¿Los “principios éticos”?

El fiasco de la misión de Josep Borrell a Rusia debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de hallar respuestas asimétricas. No basta con loar la singularidad de la Unión Europea; hay que determinar la coherencia y eficacia de sus acciones diplomáticas futuras. 


domingo, 7 de febrero de 2021

Davos: el capitalismo ha muerto, viva el Gran Reinicio


Trato de recordar aquellos años difíciles, aunque aparentemente felices, cuando la nueva clase empresarial surgida de una gigantesca conflagración bélica – la Segunda Guerra Mundial – se adentró por la vía de la reconstrucción de la Vieja Europa; un camino que llevaba, forzosamente, en aquellos tiempos, hacia una soñada meta: el capitalismo popular. Un concepto relativamente nuevo, destinado a borrar los traumáticos recuerdos de la Gran Depresión de la década de los 20 o los audaces experimentos populistas del nacionalsocialismo alemán. 

En las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, el mundo de las finanzas y la empresa había apostado por un modelo participativo de corte anglosajón, basado en quimeras, fantasías y… engaños. Curiosamente, los grandes escándalos financieros desembocaban en suicidios. Era el castigo que se autoimponían los seres faltos de ética que preferían eludir las condenas de la Justicia humana. Mas con el paso del tiempo, las buenas costumbres se fueron perdiendo.  ¿El honor? ¿La ética?

El Foro Económico Mundial (World Economic Forum), creado a comienzos de 1971 por un joven economista alemán, Klaus Schwab, se había fijado como meta reintroducir la ética en el mundo de la empresa. Su denominación primitiva – Management Forum – parecía más acorde con las tereas del núcleo duro de la institución: la humanización y democratización de la gestión empresarial. Los primeros pasos no fueron fáciles: Schwab y su equipo tropezaron con la incomprensión y las reticencias de muchos ejecutivos de la vieja escuela, poco propensos a aceptar las normas de conducta preconizadas por el Foro.

Pero las cumbres económicas de Davos dejaron de ser una mera cita anual de financieros y empresarios para convertirse en el aquelarre de los grandes de este mundo: jefes de Estado, Premios Nobel, economistas, políticos, militares. En resumidas cuentas: los poderes fácticos del planeta se reunían con la flor y nata del mundo empresarial. De los encuentros emanaban ideas, sugerencias, documentos de trabajo, ambiciosos planes de acción. Y así pasaron cincuenta años…

Ha llegado el momento del Gran Reinicio, anunciaba el sitio Internet del Foro Económico Mundial la pasada semana, al término de los conciliábulos de Davos. En el orden del día de esta última edición figuraban temas que poco tienen que ver con los aspectos puramente éticos abordados en los años 70. He aquí algunos puntos del programa de 2021: Cómo salvar el planeta, economías más justas, el futuro del trabajo, futuros más saludables, más allá de la geopolítica, etc.

El momento del Gran Reinicio… El informe final de la cumbre señala, por otra parte, que la población está lo suficientemente diezmada, debido al miedo por la tragedia sanitaria.  Un aspecto positivo de la pandemia es que nos ha enseñado que podemos introducir cambios radicales en nuestro estilo de vida con gran rapidez, ya que los ciudadanos han demostrado que están dispuestos a hacer sacrificios, afirmaba el propio Schwab.

Es obvio que existe una voluntad de construir una sociedad mejor y debemos aprovechar esta oportunidad para garantizar el Gran Reinicio que necesitamos con tanta urgencia, señala la Agenda de Davos.

Otro de los aspectos más destacados del informe final es el cuestionamiento del actual sistema capitalista. Marck Benioff, presidente de la compañía Salforces, ha llegado a decir que el capitalismo, tal y como lo hemos conocido, ha muerto.

Es hora de un nuevo capitalismo más justo, un capitalismo equitativo y sostenible que realmente funciona para todos y donde las empresas, incluidas las tecnológicas, no sólo se nutren de la sociedad, sino que realmente devuelven los beneficios, creando un impacto positivo.

De una manera hábil a la vez que sofisticada, el Foro Económico Mundial escamotea su visión globalista del mundo bajo el novedoso concepto de capitalismo inclusivo o equitativo, en el cual los empresarios dejarán de tener el control de sus compañías, sino que formarán parte de ella, al igual que los Gobiernos, los Estados y otras instancias interesadas.

El Foro de Davos ya lo venía anunciando hace años: En 2030, no tendrás nada y serás feliz. Ahora, el equipo de Klaus Schwab, al que pertenecen afamados compañeros de camino como Bill Gates, Jimmy Carter y otras destacadas personalidades de la vida política y la economía avalan y promueven el Gran Reinicio.
  
En 2030, no tendrás nada…  Sin embargo, los pudientes que integran el núcleo duro del proyecto Gran Reinicio y su Nueva Normalidad controlan los recursos hídricos del planeta, las grandes extensiones de terrenos agrícolas de los Estados Unidos, las multinacionales informáticas, los laboratorios farmacéuticos que nos suministrarán las ansiadas vacunas contra el coronavirus o, en última instancia, los Consejos de Administración de los principales institutos financieros.

En 2030, nosotros no tendremos nada.  Ellos…