sábado, 24 de diciembre de 2022

El Mossad advierte: Irán podría intensificar la venta de armas a Rusia


El conflicto de Ucrania nos ha acostumbrado a recibir cuantiosa información sobre el suministro de armas a las autoridades de Kiev procedente de la Casa Blanca, el Pentágono, la Unión Europea o los socios de la Alianza Atlántica. En cuanto a Rusia se refiere, había que limitarse a las filtraciones de los servicios de inteligencia británicos y estadounidenses, únicas fuentes autorizadas para informar a los ciudadanos del Mundo Libre. ¿Ventaja o desventaja? Usted lo habrá comprobado, estimado lector.

A las mal llamadas fuentes de información autorizadas que nos deleitan con sus inacabables hilos de noticias se ha sumado en las últimas horas otro heraldo autorizado: el Mossad o, si se prefiere, el todopoderoso servicio de espionaje israelí.

El Mossad siempre ha pecado por su discreción. Nadie podía imaginar que su actual director, David Barnea, iba a protagonizar una rueda de prensa y, menos aún, que su foto – la foto del personaje más misterioso de la jerarquía estatal israelí – iba a publicarse en los periódicos de Tel Aviv y Nueva York.

Pero las cosas cambian: David Barnea apareció el pasado jueves ayer ante las cámaras de televisión para hablarnos sin tapujos del armamento de última generación entregado por la República Islámica de Irán a la beligerante Rusia. El jefe del Mossad manifestó que el Estado Judío dispone de informes de inteligencia relativos a los planes de Teherán de ampliar y diversificar los envíos de tecnología militar sofisticada a Rusia. Y puntualizó: se trata de armas destinadas a la guerra de Ucrania, información que Israel había compartido con sus aliados. Aunque fuentes militares hebreas aseguran que Irán podría suministrar misiles balísticos a Rusia, Barnea se negó a facilitar detalles sobre los envíos.

El gobierno de Teherán admitió haber enviado drones a Rusia, pero hizo hincapié en el hecho de que los suministros se hicieron antes del inicio del operativo bélico de Ucrania. Sin embargo, las altas instancias estadounidenses tienen constancia de transferencias más recientes.

El director del Mossad confirma la versión de Washington: los informes de los agentes hebreos revelan que se enviaron drones después de que comenzó la guerra. Hemos arrojado luz con respecto a la fecha en que Irán suministró las armas a Rusia, independientemente de las mentiras iraníes al respecto, manifestó el jefe del espionaje israelí.

Teherán y Moscú no comentaron las revelaciones de Barnea. Detalle interesante: pocas horas después de la rueda de prensa del jefe del Mossad, el presidente ruso, Vladimir Putin, llamó al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para felicitarlo por la formación de su nuevo gobierno. Según la oficina del portavoz del primer ministro de Israel, los dos estadistas abordaron el tema de… Ucrania.

Conviene señalar que, en las últimas semanas, Israel fue muy cauteloso al sopesar los envíos de armas iraníes a Rusia. De hecho, procuró eludir el tema para evitar tensiones con Moscú. ¿La contrapartida? El permiso tácito del Kremlin de actuar contra la inquietante presencia iraní en Siria.

Los funcionarios israelíes esperan utilizar el nuevo enfoque estratégico relativo a la cooperación militar entre Irán y Rusia para aumentar la presión internacional sobre Teherán. Recordemos que Tel Aviv no descarta la posibilidad de una intervención armada contra las instalaciones nucleares del país de los ayatolas. Hasta ahora, Israel tropezaba con el veto de Washington. Pero sí: las cosas cambian…

viernes, 9 de diciembre de 2022

Balcaniadas VI - Schengen: Rumanía y Bulgaria tendrán que esperar

 

Sabemos que la fiera tiene intención de apoderarse de la zona; no lo permitiremos. Esta frase, un tanto ambigua, no la encontramos en un tratado de cinegética, sino en las actas de una reunión internacional. Conviene puntualizar: la fiera es Rusia y la solemne y agresiva advertencia aparece en un discurso pronunciado por un ministro de Asuntos Exteriores en la reciente cumbre encuentro de la Alianza Atlántica celebrada en Bucarest. ¿La zona? Se trata, como podrá imaginar, estimado lector, de los Balcanes occidentales, una región descuidada hasta ahora por los eurócratas de Bruselas, pero cortejada por la plana mayor de la OTAN. De hecho, la mayoría de los Estados balcánicos invitados al aquelarre de la capital rumana se han integrado en la Alianza. Serbia, la oveja negra de los Balcanes, no tiene interés alguno de sentarse en la mesa con los atlantistas: el recuerdo de los bombardeos de la década de los 90 sigue vivo. Sin embargo…

Hace unos días, las autoridades de Belgrado estuvieron presentes en la cumbre auspiciada en Tirana por la UE, en la que las primeras espadas del club de Bruselas trataron de convencer a los seis candidatos a la adhesión – Albania, Bosnia, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia - que no se les había olvidado o ninguneado, que el porvenir de la futura generación de europeos será más seguro con la presencia de los Balcanes en la Unión.  Pero el mensaje cayó en saco roto: los balcánicos desconfían de las promesas, de los bellos discursos de los eurócratas. La pregunta que se plantean es muy sencilla: ¿Por qué nos quieren dentro de la UE? ¿Para que la región no caiga en las manos de los rusos o los chinos? Los subsidios comunitarios no solucionan nuestros problemas…  La experiencia de sus vecinos más afortunados – Bulgaria y Rumania – justifica plenamente su desconfianza. Las promesas no van de par con las exigencias de Bruselas.

El proceso de ampliación de la Unión Europea, acelerado tras la atomización y el desmantelamiento de la URSS, hizo caso omiso de los requisitos básicos aplicables a los nuevos candidatos. Algunos, como, por ejemplo, Polonia y Hungría, tuvieron la suerte de sortear los obstáculos ideados por los eurotecnócratas. Otros, menos afortunados, se sienten humillados y ofendidos por la altanería o la mala fe de quienes pueden permitirse el lujo de inventar nuevas y absurdas trabas. Este ha sido el caso de los tres candidatos al ingreso en el espacio Schengen – Croacia, Bulgaria y Rumania – cuya accidentada adhesión a la zona de libre circulación ha provocado un tsunami en las capitales comunitarias.

Croacia, antigua aliada del régimen hitleriano durante la Segunda Guerra Mundial, no tropezó con las reticencias de los ministros de Interior de la UE a la hora de avalar su solicitud de ingreso.

Rumanía y Bulgaria, que llevan once años esperando la bendición de sus colegas, se encontraron nuevamente con el portazo de los centroeuropeos. En este caso concreto, el niet o, mejor dicho, el nein, procede del ministro austriaco de Interior, Gerhard Karner, al que se le sumó a última hora su homologo holandés.

Curiosamente, los holandeses, que vetaron durante años la integración de Rumanía en Schengen, temiendo la competencia del puerto de mercancías Constantza a las estructuras de Rotterdam, trataron de corregir los tiros, achacando a Bulgaria supuestas violaciones de los derechos humanos por la policía de fronteras. Las acusaciones, formuladas después de la publicación de un informe comunitario que señala que ambos países – Bulgaria y Rumanía – cumplen todos los requisitos para la adhesión a Schengen, sorprendió a la élite de la UE. Más aún, teniendo en cuenta la corrupción denunciada en reiteradas ocasiones por la clase política búlgara, empeñada en erradicar esta lacra.

Igual de rocambolesca pareció la acusación formulada por el ministro austriaco de Interior, Gerhard Karner, contra Rumanía. Karner afirmó que las autoridades de Bucarest no controlan las fronteras, convertidas en un auténtico coladero para la emigración ilegal procedente de Oriente Medio. Sabido es que la emigración generada por el efecto llamada de la excanciller Merkel no tuvo repercusión alguna en Rumanía, país que los emigrantes procuraban evitar por ser demasiado… pobre.

Lo que parece olvidar – voluntaria o involuntariamente - el titular de Interior austriaco, es que su país había aprovechado al máximo los recursos naturales de Rumania, que se había convertido en uno de los mayores suministradores de gas natural del Mar Negro. Viena logró monopolizar gran parte de las exportaciones rumanas, imponiendo sus condiciones a las autoridades de Bucarest.

Unos años antes, la empresa austriaca Holzindustrie Schweighofer, que controlaba el sector maderero de Rumanía, fue acusada por las organizaciones ecologistas de llevar a cabo la desforestación sistemática del país. De hecho, la masa forestal de Rumanía pasó de 8,5 millones de hectáreas de bosque a unos 6,3 millones. La madera enviada a Austria servía para la fabricación de muebles de alta gama. Según la Agencia de Investigación Medioambiental Europea (EIA), la tasa de desforestación de Rumanía es la más alta de Europa. La última razzia austriaca, que culminó con la tala de varios centenares de hectáreas de bosque, sirvió para un objetivo más… noble: el abastecimiento con madera para chimenea del mercado centroeuropeo.

Detalle insólito: el consejero delegado de Holzindustrie Schweighofer fue galardonado por sus buenos y leales servicios por el presidente rumano, Klaus Iohannis, antiguo alcalde de Sibiu y presidente, durante más de una década, del Foro Democrático de los Alemanes en Rumania, agrupación de la etnia germana de Transilvania.

La reacción de los rumanos al nein de los austriacos fue instantánea: políticos y empresarios exigieron la cancelación de las cuentas en los dos bancos austriacos que operan en el país: el Raiffeisen y el Erste, La retirada de fondos empezó a materializarse pocas horas después del portazo de Bruselas. ¿Un mero preludio? 

Y pensar que a los rumanos (y los búlgaros) la fiera les queda mucho más cerca que a sus vecinos del sur. Y también, que a los balcánicos no les acaba de convencer la idea de convertirse en… socios de segunda categoría del cada vez menos armónico club de Bruselas.

viernes, 2 de diciembre de 2022

Turquía: la "guerra hibrida" de la Casa Blanca

 

La alarma saltó el 14 de noviembre, escasas horas después del atentado perpetrado en la céntrica calle Istiklal de Estambul por una mujer kurda procedente de Siria. La acción terrorista dejó seis muertos y más de ochenta heridos. Nada nuevo bajo el sol, aseveraron los analistas políticos de la antigua capital otomana. Turquía se había acostumbrado a los ciclos de violencia provocados por el constante enfrentamiento con los grupúsculos paramilitares kurdos, tachados de marxistas a sueldo de Moscú o de Alemania del Este en los años 70 y 80 del siglo pasado. Después de la desintegración de la URSS y la caída del Muro de Berlín, los kurdos se quedaron sin padrinos, aunque no sin armas.

El ministro turco del Interior, Suleyman Soylu, sorprendió a los diplomáticos extranjeros al rechazar, abierta y públicamente, las condolencias de la Embajada estadounidense. Sabemos dónde se coordinó el ataque. Hemos recibido el mensaje que nos han enviado. No aceptamos las condolencias de la Embajada, manifestó el titular de Interior, quien había criticado la postura de Estados Unidos frente al acto terrorista, pero sin revelar el verdadero motivo del descontento de Ankara.

¿Cuál era el contenido oculto del mensaje al que se refería Soylu? Pese a los múltiples y constantes roces con Washington, Turquía había adoptado una postura pro occidental en el conflicto de Ucrania. Al envío de los drones Bayraktar TB2, suministrados al ejército de Kiev, se suma la presencia – aún no confirmada – de misiles de medio alcance fabricados por la industria armamentística turca. Aparentemente, este escabroso detalle no entorpece las bunas relaciones con Moscú. Turquía es un buen cliente de Rusia. A las importaciones que van viento en popa, se suma otro atractivo: desde la introducción de las sanciones occidentales, los aeropuertos de Anatolia se han convertido en la única puerta de salida para los viajeros rusos.

Comercio, turismo, cooperación en materia de defensa, suministro de tecnología nuclear… Decididamente, el laxismo de las autoridades de Ankara no es del agrado de Washington. Después de todo, Turquía es uno de los miembros fundadores de la OTAN; uno de los baluartes de la Alianza Atlántica, que coquetea descaradamente con Rusia y con Irán, acérrimos enemigos de Occidente. ¡Incomprensible! ¡Intolerable!

¿Incomprensible? Olvidan los detractores de Erdogan que, en el verano de 2016, cuando se gestó la intentona golpista contra el presidente turco, los servicios de inteligencia occidentales permanecieron mudos. Curiosamente, los únicos que le advirtieron al sultán - presidente sobre el peligro inminente fueron los agentes de la KGB destinados en Ankara. Obviamente, el sultán puede ser cruel, aunque también… agradecido. La gratitud al Kremlin produjo un hondo malestar en la Casa Blanca. El entonces presidente Obama y su mano derecha, Joe Biden, trataron de recomponer los platos rotos. ¿La culpa? La culpa no es de nadie; es de todos. Así lo comprendió, en su momento, Recep Tayyip Erdogan.

Los Estados Unidos están llevando a cabo una guerra hibrida contra Turquía e Irán, afirmaba la pasada semana la prensa moscovita proclive al Kremlin, que no debería llegar a manos del lector occidental. ¿Los motivos?

Muy sencillo: algunos rotativos rusos aseguran que Estados Unidos participaron en la orquestación del reciente ataque terrorista de Estambul e incitaron a los servicios secretos de Kiev a sabotear, por segunda vez en menos un año, el gasoducto TurkStream, que suministra gas natural ruso no sólo a Turquía, sino también a Europa del Este y región balcánica. El intento de sabotaje se produjo poco después de la propuesta de Vladímir Putin de convertir a Turquía en centro para la distribución del gas ruso a Europa.

¿Se trata de castigar a Erdogan por su empeño en buscar un equilibrio entre sus compromisos con la OTAN y el deseo de cooperar con los BRIC y con la Organización de Cooperación de Shanghái, de su voluntad de llevar a cabo una política asiática independiente?

El periodista y politólogo turco Onur Sinan Guzaltan, autor de varios libros sobre la geopolítica del Mediterráneo y el Mundo Árabe, estima que Estados Unidos no tiene interés alguno de contar con países fuertes en la región, recordando que Washington intervino en Yugoslavia, Irak, Siria e Irán. Según él, Norteamérica dividió Irak y tratará de emular el ejemplo en Siria y de desestabilizar a Irán.

¿Y Turquía? Turquía trata de hacer frente a la ofensiva de Washington, lo que explica sus dificultosas relaciones con la Casa Blanca. Pero de ahí hasta vaticinar una aparatosa salida de Ankara de la OTAN hay un abismo. O… tal vez no.


miércoles, 23 de noviembre de 2022

La opción asiática de Erdogan


Si la Unión Europea no nos acepta, habrá que pensar en otros esquemas de integración. Turquía dirigirá sus miradas hacia Asia, hacia los países con los que compartimos una historia común, una cultura y una civilización similar, me confesaba a comienzos de 2003 el ex primer ministro turco, Bülent Ecevit, un pacifista y europeísta convencido.

Aparentemente, Ecevit estaba más preocupado por las reiteradas negativas de los eurócratas de Bruselas que por la victoria del islamista Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) en las elecciones generales celebradas a finales de 2002. Somos turcos; el rumbo de nuestra historia lo tendremos que decidir entre todos. Nuestros referentes: el pasado de este país, del Imperio Otomano.

Bülent Ecevit no parecía muy propenso a hablar del glorioso pasado imperial de su país; pertenecía a la generación de socialdemócratas modernos, imbuidos por la doctrina kemalista. Su mensaje podía resumirse en pocas palabras: Turquía, país moderno, laico y democrático. Pero, eso sí, un país cuyas instituciones parecían incapaces de combatir eficazmente la violencia y la corrupción, lastres para una sociedad predispuesta a mirar hacia el futuro, hacia la modernidad centroeuropea, hacia una sociedad desarrollada, pero que… recelaba del mahometismo.

¿Ingresar en la UE? Un sueño, una quimera. Los políticos turcos, los expertos en relaciones internacionales, los intelectuales, eran plenamente conscientes de que el club cristiano de Bruselas, como lo llamaban algunos, tratará por todos los medios de obstaculizar la adhesión del turco. No, los europeos no son racistas, no somos racistas, pero cuando se trata de acoger en el seno de nuestra sociedad judeo-cristiana a nada menos que 70 millones de musulmanes…

En 2002, poco antes de la consulta electoral en la que el AKP se alzó con una aplastante victoria, las negociaciones entre Bruselas y Ankara parecían estancadas. Turquía había accedido a las exigencias comunitarias sobre la libertad de prensa, derechos humanos, sistema educativo de las minorías étnicas, modernización de la justicia.

Los sucesivos Gobiernos del AKP trataron de seguir por esta senda. Sin embargo…  En 2016, las negociaciones se paralizaron. Bruselas acusó nuevamente a Turquía de violaciones de los derechos humanos. En septiembre de 2017, la entonces canciller alemana Angela Merkel manifestó, durante un debate televisivo, que trataría de poner fin a las consultas sobre la adhesión de Ankara a la UE. En febrero de 2019, el Parlamento Europeo acordó la suspensión de las conversaciones. Los temores de Bülent Ecevit se habían confirmado.

Y ahora, ¿qué? Durante los primeros años del Gobierno del AKP, los ideólogos del partido confesional se empeñaron en resucitar un término empleado en la década de los 80 por el entonces primer ministro, Turgut Özal: el neo otomanismo. Una doctrina que consiste en recuperar y estrechar los lazos con países o regiones que conformaban el Imperio Otomano. 

En 2009, fue creado en Estambul el Consejo de Cooperación de los Estados de Habla Túrquica, organización intergubernamental integrada por Azerbaiyán, Kazajistán, Kirguistán y Turquía. Unos años más tarde, se sumó a la recién modificada estructura – la Organización de Estados Turcos (TDT) - Uzbekistán. Turkmenistán, Hungría y la República Turca del Norte de Chipre participan en los trabajos de la TDT en calidad de observadores.

Durante la última cumbre de la Organización, celebrada recientemente en Samarcanda, el presidente en funciones de la TDT, Recep Tayyip Erdogan, instó a sus colegas a seguir el ejemplo de la Unión Europea, eliminando las barreras al comercio, simplificando los trámites aduaneros y garantizando la libertad en el transporte, la circulación de capitales y las personas. Un proyecto éste nada utópico, teniendo en cuenta la trayectoria de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, creada en 1951 por seis países del Viejo Continente, que se convirtió cinco años más tarde – en 1956 – en la Comunidad Económica Europea.

Los participantes en la reunión de la TDT acordaron la creación de un Fondo de Inversión Turco - institución financiera que tiene como objetivo movilizar el potencial económico de los estados miembros, fomentar los intercambios comerciales y desarrollar proyectos de cooperación conjuntos, haciendo hincapié en la agricultura, logística y transporte, eficiencia energética, energías renovables, tecnologías de la información y comunicación, turismo, infraestructura, desarrollo humano, recursos naturales y proyectos de medio ambiente urbano.

El Fondo apoyará a las pequeñas y medianas empresas (PYME), brindándoles financiación a través de sus activos, así como de otras instituciones financieras locales o regionales.

Un primer proyecto de cooperación regional – el Corredor Medio – contempla la unificación de las conexiones ferroviarias y terrestres entre Turquía, Georgia, Azerbaiyán, Uzbekistán, Turkmenistán, Kirguistán y Kazajstán hasta la frontera con China. Dicho proyecto estará auspiciado por los ministerios de Asuntos Exteriores, Transportes y Energía.

Por último, aunque no menos importante, es el compromiso de desarrollar un concepto de seguridad común y fomentar la cooperación transfronteriza para prevenir y gestionar la migración irregular. Conviene recordar que, desde 2014, Turquía es el país que acoge al mayor número de refugiados del mundo.

La opción asiática de Ankara, su embrionario Mercado Común Túrico, ha echado a andar. Cabe suponer que sus promotores tropezarán con numerosos obstáculos. Aunque también, con bastantes ofertas de cooperación. La edificación de Europa es, qué duda cabe, un buen referente.

 

martes, 15 de noviembre de 2022

Bibi Netanyahu: de “hermano del héroe” a “rey de Israel”

 

La suerte está echada: el pasado fin de semana, el presidente de Israel, Isaac Herzog, encargó al líder del Likud, Benjamín Netanyahu, la formación del próximo Gabinete del Estado Judío. ¿Una sorpresa? No; en absoluto. El conservador Netanyahu, el incombustible Bibi, ya ostentó cinco veces el cargo de primer ministro.

Recuerdo que hacia finales de la década de los 80 le pregunté a mi amigo Ofer, miembro de una unidad de élite del Ejército judío, por ese chico nuevo, esa aparición estelar de la derecha israelí.

¿Bibi? Es el hermano del héroe de Entebbe, che, me contestó el porteño emigrado a Israel para servir a la Patria. Confieso que por aquél entonces desconocía la existencia del teniente coronel Yonathan Netanyahu, comandante de la unidad Sayeret Matkal, muerto en combate en julio de 1976, durante la operación de rescate de un avión francés secuestrado en la capital de Uganda.

Para Bibi, fue este el detonante. En 1978, dos años después del fallecimiento de su hermano, el estudiante del MIT regresó a Israel, donde fundó y dirigió el Instituto Yonathan Netanyahu, dedicado a la investigación del terrorismo. Su primer trampolín hacia la vida política. Sin embargo, su adhesión al Likud se remonta a 1988, año en el cual formaliza su militancia en la agrupación de centro derecha.

Sus virtudes: es elegante, carismático, domina perfectamente el inglés, es tranquilo. Un candidato ideal para el cargo de viceministro de Asuntos Exteriores, que desempañará hasta 1991, fecha en la que asiste a la Conferencia de Madrid sobre Oriente Medio. Regresará a Jerusalén como viceministro de la Presidencia del Gobierno, autentico punto de partida de su meteórica carrera.

Detractor del proceso de paz con los palestinos, Netanyahu desconfía de Yasser Arafat y los integrantes de su equipo. En 1998, durante su primer mandato, Bibi trata de renegociar, en Wye Plantation, los Acuerdos de Oslo. Será éste el primer intento de vaciar de contenido los documentos redactados por sus antecesores laboristas, Ytzak Rabin y Simon Peres. Durante el Gobierno de Ariel Sharon, la ofensiva del Likud contra los instrumentos de Oslo se fue intensificando. El objetivo: convertir los Acuerdos en papel mojado. Netanyahu siguió por esa senda durante sus mandatos.

Con la llegada de Ariel Sharon a la presidencia del Gobierno, salió a la palestra otro tema que acabó convirtiéndose en el mantra de los conservadores israelíes: el programa nuclear iraní. El ex general fue el primero en pedir luz verde a Washington para bombardear las instalaciones atómicas iraníes. Tropezó, sin embargo, con el veto de la Casa Blanca.

Al asumir el cargo de primer ministro, Netanyahu volvió a la carga. Sin éxito: el único presidente que parecía propenso a ceder ante las insistentes demandas de Tel Aviv fue… Barack Obama.

Tras su reciente victoria electoral, Bibi – apodado rey de Israel por sus seguidores – trató de resucitar el fantasma de la amenaza iraní. Esta vez, en un ambiente más propicio: las negociaciones con Teherán sobre el llamado pacto nuclear se hallan en un punto muerto. Más aún: la Administración Biden parece dispuesta a preparar otro paquete de sanciones contra el país de los ayatolás.  

En Israel, la futura coalición de Gobierno, integrada por el conservador Likud y tres partidos religiosos – Shas, Judíos para la Torá y Sionismo Religioso – deja vislumbrar un giro hacia la derecha en la gobernanza del Estado. Ello podría traducirse por el deseo de marginar a la mujer en la vida pública, modificar el funcionamiento de los tribunales de justicia y acentuar la presión sobre la población árabe palestina. De hecho, los líderes de Sionismo Religioso no descartan la posibilidad de exigir la anexión de Cisjordania. Una perspectiva ésta que preocupa sobremanera a la Administración Biden, que teme que algunos puestos clave del futuro Gabinete – defensa o asuntos exteriores – sean asignados a políticos supremacistas. Recuerdan que Bezalel Smotrich, líder de Sionismo Religioso, empeñado en transferir la administración civil y militar de Cisjordania a suelo israelí, tiene un largo historial de comentarios racistas, anti-árabes y anti feministas.

En ese contexto, algunos medios de comunicación anglosajones se arrogan el derecho de recomendarle a Netanyahu la formación de un Gobierno de coalición integrado también por agrupaciones de centro-izquierda, con el fin de mantener el equilibrio social indispensable para el buen funcionamiento del sistema político israelí.

Subsiste la gran incógnita: Irán. En su última conferencia de prensa, el ministro de Defensa saliente, el (también) general Benny Gantz, afirmó que Israel tiene la capacidad de llevar a cabo una operación militar contra las instalaciones nucleares iranies.

Sin embargo, tanto Gantz como el primer ministro saliente, Yair Lapid, sospechan que Benjamín Netanyahu confiaba en que el expresidente Trump ordenaría un ataque estadounidense contra los objetivos estratégicos iraníes, razón por la cual no renovó la partida presupuestaria destinada a la preparación de un operativo militar israelí. Según Gantz, el gobierno saliente tomó las medidas oportunas para restablecer la capacidad de Israel de llevar a cabo ataques aéreos contra la República Islámica de Irán. 

El rey de Israel tendría, pues, las manos libres para una operación de castigo. Siempre y cuando no tropiece, una vez más, con el veto de la Casa Blanca…


miércoles, 9 de noviembre de 2022

Balcaniadas V Montenegro: la irresistible “sonrisa serbia”

 

El edificio balcánico se agrieta. ¿El edificio balcánico? Encontré el titular en un prestigioso diario anglosajón cuyos redactores, aristócratas de nacimiento, dedican parte de su vida al análisis geoestratégico, un buen trampolín para aterrizar en las altas esferas de la política. Confieso que esa estrategia no me molesta en absoluto; cada cual tiene derecho de escoger su camino en la vida. Yo personalmente, prefiero no separarme de mi vieja máquina de escribir. Nos unen demasiados recuerdos…

Mas me estoy alejando sin querer del edificio balcánico, de esta percepción cartográfica que poco tiene que ver con la realidad. El término balcanización es sinónimo de atomización. Y la verdad es que, tras la separación de la Sublime Puerta y la desintegración del Imperio Austro-Húngaro, potencias que se repartían los territorios del Sudeste europeo, los Balcanes se convirtieron en cuna de reinos, principados o microestados que compartían religión, cultura e idioma. Pero la división fronteriza, existente antes de la llegada de los turcos o la conquista austro-húngara, se tornó en un quebradero de cabeza para Occidente.

La desaparición de Yugoslavia, deseada y planeada por estrategas trasatlánticos, abrió la vía a la rebalcanización-atomización de la zona. Las solicitudes de ingreso en la Unión Europea proliferaron, convirtiéndose en la pesadilla de los funcionarios de Bruselas, París y Bonn. Obviamente, los Balcanes no eran - ni son - una región prioritaria para Bruselas. La integración de los nuevos Estados en la OTAN se hizo sin dilación, pero de ahí a sentarlos en la mesa del club comunitario…

Si bien la situación parecía haber cambiado durante las primeras semanas que siguieron la invasión de Ucrania, el tándem franco-alemán que rige los destinos de la Unión Europea no tardo en desalentar a los candidatos balcánicos. La frase: su país ocupará el lugar que se merece en la familia europea, pronunciada ad nauseam por la presidenta de la Comisión, se traduce, según los altos cargos del Gobierno de Tirana, por: esperen, la barca está llena. Y no sólo la barca; también el cómodo velero en el que viajan los antojadizos miembros del club: Polonia, Hungría, Italia y también, otros candidatos en ciernes. Se trata, en principio, de países de Europa oriental, ex satélites de Moscú, poco propensos a renunciar a sus sacrosantas prerrogativas: la Constitución, la soberanía nacional, el sistema jurídico, en aras de una legislación comunitaria. He aquí las primeras grietas en el edificio; no hace falta buscarlas en los Balcanes. Sin embargo…

Los resultados de las últimas elecciones locales celebradas recientemente en la Republica de Montenegro causaron sorpresa e inquietud en las Cancillerías occidentales. En efecto, los partidos prorrusos obtuvieron muy buenos resultados, fortaleciendo la influencia de Serbia y la Federación Rusa en este minúsculo país, eterno candidato al ingreso en la UE.

Detalle interesante: Montenegro se separó de Serbia en 2006. Sin embargo, presentó su solicitud de ingreso en la UE ya en… 2005, unos meses antes de la proclamación de la independencia. Fue recibido con todos los honores en la OTAN en 2017. No hay que extrañarse: basta con recordar que este pequeño gran país - 620.173 habitantes – limita con Bosnia Herzegovina, Serbia, Albania, Croacia y… Kosovo. Una atalaya ideal para los observadores atlantistas.

Montenegro se apresuró en adherirse a la zona euro. Fue admitido, pese a sus catastróficos indicadores económicos: con un PIB de 19 043 dólares per cápita, cuenta entre los países más pobres del Viejo Continente. Dispone, eso sí, de importantes recursos naturales – metales, aluminio, carbón – y con un enorme potencial turístico. Los grupos empresariales franceses pretenden convertir su costa adriática en una especie de segunda Costa Azul. Sin embargo, las puertas de Europa permanecen cerradas.

El mini estado estrenó un dilatado periodo de inestabilidad política en 2020, cuando el Partido Democrático de los Socialistas (DPS) y sus socios prooccidentales fueron derrotados en las elecciones parlamentarias. Una nueva coalición, liderada por el radical partido pro serbio Frente Democrático e integrada por agrupaciones representando a las minorías étnicas, logró imponerse.  

Pese a las promesas de seguir una política prooccidental, la cooperación del Gobierno de Montenegro con la UE y la OTAN se ha ido deteriorando significativamente; los nuevos gobernantes promovieron activamente los intereses de Belgrado y de…la Iglesia Ortodoxa Serbia. 

El claro ganador de la última consulta electoral fue otro partido pro serbio, Europa Ahora, agrupación creada hace apenas unos meses que, junto con Demfront, el segundo baluarte pro serbio por orden de importancia, no disimula su escepticismo sobre la independencia de Montenegro, considerando incluso que los montenegrinos son parte integrante de la nación serbia.

Frente a ellos, el actual presidente del país, Milo Djukanovic, un excomunista, antiguo colaborador y confidente del serbio Slobodan Milosevic, se erige en defensor de Europa, liderando la cruzada contra la destructiva influencia rusa en los Balcanes.

¿Cambiará de rumbo Montenegro? ¿Consentirán los eurócratas y los atlantistas la presencia ¡ay, cuán molesta! de un segundo foco pro moscovita en los Balcanes? 

Decididamente, Occidente tiene interés en cuidar las grietas de un edifico que aún no le pertenece.


viernes, 4 de noviembre de 2022

Turquía: dos décadas de gobierno islamista

 

A veces, la inmediatez informativa nos obliga a relegar a un segundo, véase tercer plano, el análisis minucioso que permite descubrir el trasfondo de las noticias. Guerras, bombardeos, crisis alimentarias, sanciones económicas, amenazas inflacionistas, catástrofes naturales y atentados terroristas ocupan las primeras planas de los periódicos. Las televisiones y las redes sociales, lejos de mejorar la comprensión de los acontecimientos, sirven para la mera banalización de los hechos.

¿Adquirió el islamismo cartas de naturaleza en el umbral del siglo XXI, como afirman algunos comentaristas radiofónicos? ¿Es el comunismo un proyecto ideado por una letrada ibérica que se viste de Chanel? ¿Es la política de cancelación un descubrimiento de nuestra era?

Resulta sumamente difícil, cuando no, imposible, analizar la trayectoria política del islamismo turco sin toparnos con un sinfín de adjetivos y estereotipos, muy a menudo, inútiles, que dificultan la percepción de la realidad. De hecho, ¿cuál sería el posible balance de las dos décadas de gobierno islámico en el país musulmán más moderno de la cuenca mediterránea?

Trato de hacer memoria. El 3 de noviembre de 2002, cuando el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP), agrupación política de corte religioso se alzó con la victoria en las elecciones generales celebradas en Turquía, el entonces presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, envió un contundente mensaje a sus aliados europeos: Míster Erdogan es un islamista moderado; hay que agilizar el ingreso de Turquía en la Unión Europea.

Recep Tayyip Erdogan, militante islamista de la primera hora, que llegó a desempeñar el cargo de alcalde de Estambul, había sido inhabilitado a perpetuidad por la justicia de su país para desempeñar cargos públicos y políticos por incitación al odio sobre la base de diferencias religiosas. La condena fue suspendida en 2003, después de la formación del primer Gobierno de AKP.     

Pero la Casa Blanca veía en el nuevo líder turco - islamista moderado, liberal en lo económico y democráticamente electo – un modelo exportable al resto del mundo árabe-musulmán, sobre todo en el contexto de la expansión del radicalismo encarnado por el Estado Islámico o la aparición de un fenómeno ilusorio: la primavera árabe.

Tras el inesperado pistoletazo washingtoniano, asistimos a un notable incremento de la cooperación económica, cultural y militar de Turquía con los países pro occidentales de la región: inauguración de una amplia red de centros culturales, oficinas de intereses comerciales – tanto oficiales como privadas – organización de maniobras militares conjuntas con las fuerzas aéreas de Israel y Jordania.

Norteamérica parecía dispuesta a olvidar las carencias denunciadas por sus socios occidentales: violencia terrorista, atentados que se remontan a la época de los Gobiernos laicos, situación precaria de los derechos humanos, habitual caballo de batalla de los gobiernos europeos, problema kurdo. La inacción de Washington sólo sirvió para que la situación se perpetúe. 

La percepción de los europeos parecía completamente diferente. Algunos politólogos recordaban un detalle del programa político del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) que contemplaba: la remusulmanización de Turquía, así como la islamización de la diáspora, que conllevan a la erosión de las estructuras del Estado laico creado por Mustafá Kemal Atatürk.  

Pero la preocupación fundamental de los dignatarios europeos poco tenía que ver, al menos, aparentemente, con esos aspectos culturales. Interesaba más el déficit de sus balanzas comerciales con Turquía, que hubiesen experimentado un incremento de 400 por ciento en caso de la integración de Ankara en el club de Bruselas.

Las diferencias culturales se manifiestan a la hora de negociar los acuerdos. Ante la negativa de Erdogan de firmar el reconocimiento de Chipre, país dividido tras la invasión turca de 1974, el ministro de asuntos exteriores de Luxemburgo no dudó en dirigirse a los negociadores de Ankara con las poco diplomáticas palabras: aquí, en Europa, no nos comportamos como vendedores de alfombras. Una ofensa que Erdogan no perdonó. Las conversaciones con Bruselas siguen congeladas.

El distanciamiento de Ankara durante la invasión de Irak causó un profundo malestar en Washington. Los inquilinos de la Casa Blanca – tanto Bush como Obama – no comprendieron por qué un aliado de los Estados Unidos se niega a participar en un conflicto que les opone a otro Estado musulmán. Sin embargo, el Corán lo explica claramente. 

Tras la elección de Barack Obama, la propuesta turco-brasileña para reencauzar el programa nuclear iraní fue muy mal acogida en Washington. Si bien el distanciamiento entre las dos capitales comenzó en 2013 a raíz del conflicto iraquí, el malestar se acentuó durante el verano de 2016 con lo que Occidente suele llamar la deriva autoritaria del gobierno turco, pero que Erdogan presenta como una reacción contra conspiraciones judeo-occidentales durante la intentona golpista del ejército. El mandatario turco acusó a los servicios secretos occidentales de haber potenciado (o silenciado) la trama golpista, revelada en el último momento por… ¡los agentes de la KGB destinados en Ankara!

Los roces con Washington se fueron acentuando durante la intervención en Siria, en la que EE UU y Turquía perseguían objetivos contrapuestos.

La ruptura de las relaciones con Israel y el distanciamiento de Europa Occidental favorecieron el comenzó de una nueva era en las relaciones con Rusia. Satanizada por Occidente, la alianza turco-rusa facilitó la materialización de un viejo proyecto de la diplomacia de Ankara: la conversión de Turquía en una potencia regional respetable y respetada, capaz de moderar en los conflictos entre vecinos. La actuación de Ankara en el caso de Ucrania pone de manifiesto la brillantez de su diplomacia.

El neo-otomanismo, doctrina cuyos pormenores fueron revelados en los últimos meses, contempla la recuperación de los referentes históricos del Imperio Otomano: el Mediterráneo, la región del Cáucaso, Afganistán, la región del Golfo Pérsico, donde Turquía cuenta con instalaciones militares y navales, el Cuerno de África.

En resumidas cuentas: una visión del mundo que podría provocar los celos de otro político que sueña con recuperar la grandeza de su imperio desvanecido: el ruso Vladímir Putin.

sábado, 29 de octubre de 2022

Balcaniadas IV Carpáticos y balcánicos, enfrentados por la llegada del quinto de caballería


En mayo de 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, muchos rumanos esperaban la llegada de los libertadores. No, no se trataba de las divisiones del Ejército Rojo, que habían atravesado el país en el verano de 1944, en su ofensiva hacia Berlín, la capital del Tercer Reich. Los rusos se fueron para volver; para regresar y quedarse, ante la desesperación de los pobladores de estas tierras carpáticas, que no balcánicas, que confiaban en la arribada de… los americanos. De esos muchachos que, en los últimos meses de la ocupación alemana, se dedicaron a bombardear los principales puntos estratégicos de Valaquia, sembrando el pánico entre los ocupantes y encendiendo una tímida llama de esperanza en muchas familias rumanas: Vendrán los americanos…

Pero los americanos, esos míticos personajes que encarnaban las películas de vaqueros y que pilotaban las fortalezas volantes de la década de los 40, no llegaron. En la conferencia de Yalta, los tres grandes de aquel convulsionado mundo se repartieron el Viejo Continente. Norteamérica e Inglaterra se quedaron con la región occidental; el resto del continente – el Este – iba a permanecer en la órbita de la Unión Soviética. En algún museo de historia de Londres sigue expuesta la servilleta de mesa utilizada por Winston Churchill para comunicarle a su anfitrión ruso, José Stalin, su última oferta de reparto de los Balcanes: Añade también Rumanía. Y los americanos ya no llegaron.

Curiosamente, el terreno parecía abonado. Las compañías occidentales – alemanas, británicas, estadounidenses - controlaban los yacimientos de crudos de Rumanía, primer exportador de productos petrolíferos refinados de Europa. Steaua Romana, la primera refinería de petróleo construida en el mundo a finales del siglo XIX, contaba con capital rumano y austro-húngaro.

Las grandes empresas británicas controlaban el mercado de productos químicos y farmacéuticos, así como la importación de automóviles.

La derrotada Alemania podía olvidarse de sus múltiples intereses económicos en este país carpático, donde reinaba la dinastía germánica de los   Hohenzollern-Sigmaringen, emparentada con el Kaiser de Prusia.

Pero los Hohenzollern tuvieron que abandonar Rumania en diciembre de 1947, expulsados por un Gobierno social comunista títere de Moscú. Las empresas occidentales fueron nacionalizadas o quedaron bajo en control del complejo enramado político-empresarial dirigido por unos consejeros soviéticos poco propensos en abandonar el país. No hay que extrañarse: además del petróleo, Rumanía contaba con reservas de oro y… ¡de uranio! Unas riquezas muy mal gestionadas por los Gobiernos de la democracia popular instaurada tras la proclamación de la República.

El mito de la inminente llegada de los americanos resucitó en los años 90, tras la caída del régimen comunista. Pero, una vez más, los libertadores tardaron el llegar. Hubo que esperar hasta el otoño de 2015 para poder saludar, tal vez con menos efusividad que en la década de los 40, a los primeros GI enviados desde Alemania por la Administración Obama. Se trataba de una avanzadilla: de militares encargados de establecer las estructuras del escudo antimisiles o de despejar el terreno para la instalación de las bases aéreas que servirían para la vigilancia del Mar Negro. Un operativo éste que no fue del agrado de los generales turcos, quienes custodiaban la región desde la adhesión de Ankara a la OTAN en 1957. Pero como la postura de los gobernantes de Turquía es impredecible, sobre todo después de la Guerra del Golfo, el peso de la defensa estratégica recae últimamente en los recién llegados al universo atlantista, Rumanía y Bulgaria.   

Huelga decir que el conflicto de Ucrania ha causado y sigue causando graves quebraderos de cabeza a las autoridades de Bucarest y de Sofia. Los búlgaros, que hacen valer su condición de eslavos, prefieren no enemistarse con sus hermanos rusos y ucranios.

Los rumanos, que jamás dudaron en exhibir su consuetudinaria animadversión hacia el gran vecino ruso, son incapaces de disimular su preocupación por la proximidad del conflicto de Ucrania. La integración en la OTAN fue acogida con innegable entusiasmo en 2004, cuando Europa se hallaba fuera del epicentro de los conflictos internacionales: Afganistán, Irak, Líbano. Sin embargo, el envío de contingentes rumanos a los llamados teatros de guerra extraeuropeos modificó la percepción del estamento castrense. Las misiones de paz poco o nada tienen que ver con el afable relato de los seriales televisivos norteamericanos. En realidad, somos carne de cañón, confesaba un general rumano separado de su cargo a la vuelta de una misión en un país asiático.

La pasada semana, el titular de Defensa rumano, Vasile Dancu, afamado sociólogo, académico y escritor, adscrito al Partido Socialdemócrata (ex comunista), presentó su renuncia pocas horas después de manifestar públicamente que el conflicto de Ucrania podría solucionarse si Kiev reconocía la soberanía de Rusia sobre Crimea y la necesidad de ceder algunos territorios ocupadas por las tropas de Moscú. Estimaba el ministro que la OTAN debería auspiciar las negociaciones de paz ruso-ucranias.

Dancu alegó que su renuncia se debía a una supuesta falta de coherencia en las relaciones con el presidente rumano, Klaus Iohannis. Un incidente aparentemente banal, pero que coincidió ¡ay! con la tan ansiada llegada de… los americanos.

Se trataba nada menos que de la 101ª División Aerotransportada del ejército estadounidense, apodada Screaming Eagles, que había sido desplegada en Europa hace más de 70 años, en medio de las tensiones entre la Unión Soviética y la OTAN. La división, que adquirió sus cartas de naturaleza durante el desembarcó en las playas de Normandía, es una unidad de infantería ligera, capaz de desplegarse en pocas horas en cualquier campo de batalla.

Desde que el Kremlin lanzó su invasión de Ucrania, las tropas rusas intentaron controlar la costa del Mar Negro y de capturar las ciudades portuarias de Mykolaiv y Odessa, tratando de cortar el acceso de Ucrania al mar. Esta amenaza, tan cercana del territorio de la OTAN, incitó al Pentágono a enviar a Rumanía a este quinto de caballería moderno, dotado de armamento pesado.

Estamos acompañados por una unidad especial de combate aéreo. Somos una agrupación de infantería ligera, pero confiamos en que nuestra movilidad facilite la actuación de nuestros pilotos en sus ataques aéreos, manifestó al pisar suelo rumano el coronel John Lubas, alto mando del Departamento de Defensa, curtido en múltiples acciones bélicas del ejército de los Estados Unidos.   

Nos estamos avecinando a lo que llamaría una tormenta perfecta, confesó con innegable pesimismo el presidente serbio, Alexander Vucic, quien denunció recientemente que su país – aliado de Rusia - está sujeto a amenazas y presiones para sumarse a las sanciones que Occidente ha impuesto a Moscú tras la invasión de Ucrania.

Basta con comparar el potencial bélico de las fuerzas de las que dispone Rusia en Ucrania con las que trajeron los norteamericanos a Rumanía – me refiero a la 101 División Aerotransportada, la mejor unidad del mundo - desplegada a unos kilómetros de la frontera, para imaginar lo que nos espera (a los serbios) si se produce una colisión directa. Está claro cómo afectará este choque a nuestro país, advirtió Vucic.

En resumidas cuentas: los carpáticos y los balcánicos siguen enfrentados. Como siempre. Pero esta vez, nadie tiene interés en recordar que la Primera Guerra Mundial empezó en los Balcanes; en Sarajevo.

 


sábado, 22 de octubre de 2022

Balcaniadas III


Esperando el maná bruselense...

Ha sido y sigue siendo una larga espera. El maná – la luz verde para la adhesión de los candidatos balcánicos a la UE – tarda en llegar. Muchos países o, mejor dicho, muchos Gobiernos de los Balcanes occidentales, confiaban en la reactivación de las consultas con Bruselas. El objetivo final: la integración plena en las estructuras del selecto club de los ricos, ansiada por la mayoría de los países de Europa oriental.

Pero en los tiempos que corren, poco propicios para la edificación de la gran casa europea, los eurócratas prefieren rebajar las pretensiones. No es el momento de entablar el diálogo con los países de la región balcánica; la Unión Europea se está agrietando. Los miembros del Grupo de Visegrado – Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia – los díscolos de Europa oriental, están causando demasiados quebraderos de cabeza a los altos cargos de la Comisión, acostumbrados con la dócil aquiescencia de los Gobiernos occidentales, que asumen la primacía de la legislación supranacional en materia de soberanía, ordenación del espacio jurídico, libertad de prensa o educación sexual. Polacos y húngaros protestan: no están conformes con los fallos de Bruselas. Sus colegas checos y eslovacos adoptan una postura más flexible: todo es negociable, incluso algunos ukases de los eurócratas.

¿Los países balcánicos? ¡Qué esperen! No es el momento de complicarnos la vida, afirman los miembros del Gabinete Macron, poco propensos de sumarse al entusiasmo – justificado o no - de sus socios ibéricos. Para los alemanes, sin embargo, es tiempo de reconducir el debate. Toca ayudar a los eternos candidatos, pero… sin comprometerse. Los balcánicos tienen que aprender a edificar sus propias estructuras, bajo la dirección, eso sí, de la batuta germánica.

El pasado fin de semana, los miembros del Consejo de Cooperación Regional de los Balcanes (RCC), integrado por Albania, Bosnia y Herzegovina, Kosovo, Macedonia del Norte, Montenegro y Serbia, firmaron un acuerdo de libre circulación regional y homologación de los títulos universitarios, que contempla también el libre tránsito de personas sin documentos de identidad.

Este Mini-Schengen, auspiciado por la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, pretende facilitar la convalidación de los diplomas universitarios, así como la eliminación de los visados entre los países miembros del RCC.

La secretaria general del Consejo de Cooperación, Majlinda Bregu, estima que se trata de un primer paso hacia la integración europea de la región balcánica. Sin embargo, ello podría convertirse en un arma de doble filo a la hora de negociar el ingreso en la UE, ya que el mini-Schengen de los balcánicos podría tornarse, a su vez, en un díscolo al estilo del Grupo de Visegrado.

Y como la paciencia no es el fuerte de los balcánicos…


martes, 18 de octubre de 2022

Israel se implica en la guerra de los drones


 ¿Hay fisuras en el bloque occidental que apoya a Ucrania? ¿Se puede hablar de simples roces, de subidas de tono o de equívocos?  Lo cierto es que en las últimas semanas hemos presenciado varios incidentes, por no llamarlos minicrisis, protagonizados por altos cargos del Gobierno de Kiev y sus socios extranjeros. El primero en dirigir críticas a Occidente fue el presidente Volodímir Zelensky, quien acusó a los países de la OTAN de no prestar el apoyo militar indispensable para la victoria de su Ejército sobre las fuerzas rusas. Convertido en predicador y moralista, el presidente ucranio echó en cara a Israel su escasa generosidad a la hora de suministrar armas a su país. Armas y dinero es lo que reclama Zelensky en todas sus comparecencias. Armas y dinero que las autoridades de Tel Aviv entregan, al parecer, a cuentagotas. Y no por falta de generosidad, sino por el simple afán de cuidar sus complicadas relaciones con el Kremlin.

Conviene recordar que los inmigrantes de origen ruso representan actualmente el mayor y, con gran diferencia, el más activo grupo étnico integrado en la sociedad israelí. Varios miembros de los últimos Gabinetes proceden a la nutrida colonia rusa, ucrania o moldava. Por otra parte, las relaciones con Moscú han sido inmejorables, pese a los altibajos generados por la fluctuante situación internacional. Rusia o, mejor dicho, la Unión Soviética, fue el primer país en reconocer la independencia de Israel. Moscú trató siempre de cuidar las relaciones con Tel Aviv; la emigración podía haberse convertido en una baza para el equilibrio de las relaciones con el Estado Judío. Sólo en el momento en que el presidente de Ucrania, él mismo de confesión hebraica, se quejó de la escasa generosidad del Estado de Israel, las señales de alarma empezaron a encenderse en los despachos gubernamentales de Tel Aviv. ¡Imposible, inconcebible, inadmisible incomodar a Zelensky!

 Durante el pasado fin de semana, los rotativos israelíes filtraron la noticia: Israel ha estado proporcionando a Ucrania inteligencia básica sobre los drones de fabricación iraní utilizados por Rusia últimamente en su invasión. Los israelíes, que habían capturado varios vehículos durante las incursiones en el Líbano, lograron desmenuzar los artefactos de fabricación iraní.

Pero hay más; al parecer, un alto funcionario hebreo informó a los medios de comunicación sobre el intercambio de datos de inteligencia, asegurando también que una empresa privada de Tel Aviv estaba facilitando a Kiev imágenes satelitales de las posiciones del Ejército ruso.

Desde el mes de agosto, las fuerzas rusas han estado utilizando varios modelos de drones iraníes en Ucrania, aseguran los informes de inteligencia elaborados por los servicios ucranianos, estadounidenses y británicos.

Moscú ha empleado el llamado dron suicida Shahed-136, un vehículo aéreo no tripulado que ha tenido un éxito limitado. Se trata de vehículos lentos que vuelan a bajas altitudes, fáciles de atacar utilizando defensas aéreas convencionales, señaló el pasado miércoles un portavoz del Ministerio de Defensa del Reino Unido, quien advirtió: cabe, sin embargo, la posibilidad de que Rusia haya logrado cierto éxito al atacar con varios drones al mismo tiempo.

De hecho, el ejército ucraniano afirma haber derribado el 60 por ciento de los drones de Rusia.  

Necesitamos la asistencia de Israel; necesitamos su apoyo técnico-militar, necesitamos una Cúpula de Hierro, manifestó el embajador de Ucrania en Tel Aviv, Yevgen Korniychuk. La Cúpula de Hierro, es, recordémoslo, el sistema de defensa antiaéreo por el que apuesta también Alemania y del que España queda excluida.  

La expansión de la venta de drones significa que los artefactos iraníes podrían ser adquiridos por otros países, movimientos de guerrilla u organizaciones terroristas. De hecho, Teherán ha exportado drones a los hutíes en Yemen, a Hezbolá en el Líbano y al Hamás palestino.

Neutralizar los drones rusos y, en cierto sentido detener la avalancha de drones iraníes, es uno de los objetivos prioritarios de la Alianza Atlántica.  Por su parte, el ejército de los Estados Unidos y el Departamento de Defensa están desarrollando nuevos sistemas capaces de contrarrestar los vehículos no tripulados.

En resumidas cuentas: las preliminares de la tan cacareada guerra de las galaxias se juegan en… la Tierra. 



martes, 11 de octubre de 2022

Para la mayor gloria de Francia

 

En presidente galo, Emmanuel Macron, inauguró la semana pasada en Praga un proyecto que lleva el prestigioso sello de la República Francesa: la Comunidad Política Europea. Un proyecto destinado a ampliar el espacio de la Unión a los países que no cumplen los requisitos para el ingreso en el exquisito club de Bruselas, pero que debería convertirse en foro de debate para una cuarentena de Estados europeos y mediterráneos que, por su situación política y ubicación geográfica, no encajan en los actuales esquemas de la UE.                                                                                                              

La Comunidad nace sin ideario concreto y carece - al menos por ahora - de Reglamentos internos. Su principal objetivo consiste – según la presentación hecha por el propio jefe de Estado francés – en fomentar el diálogo político y la cooperación y reforzar la seguridad, la estabilidad y la prosperidad del continente europeo. Lo que pretende París es proyectar un bloque europeo amplio que incluya a países extracomunitarios que debatan temas relacionados con el cambio climático, la energía, las migraciones, la paz o la seguridad en la zona.                                                                                                           

A los 27 miembros de la Unión Europea se sumarían otros 17 Estados europeos, el Reino Unido, Turquía, los eternos candidatos a la adhesión de los Balcanes occidentales, Ucrania, Azerbaiyán y Armenia. Una agrupación ideada para acentuar el aislamiento político de los nuevos enemigos del Viejo Continente: Rusia y Bielorrusia.

Obviamente, la Comunidad no sustituirá a las políticas actuales de la UE, en particular la ampliación, y respetará plenamente la autonomía decisoria de Bruselas. Sus diálogos y, ante todo, sus conclusiones, no tendrán carácter vinculante.   

La Comunidad Política se propone analizar numerosos asuntos pendientes, como, por ejemplo, las relaciones del Continente con el Reino Unido después del Brexit, la fluctuante situación de Turquía, la problemática de Serbia o los conflictos de Nagorno-Karabaj, Transnistria, Osetia del Sur y Abjasia.                                                      

La idea de Macron se basa en el proyecto de la Confederación Europea, lanzado en 1989 por otro jefe de Estado francés, François Mitterrand, partidario de organizar Europa tras la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética. Sin embargo, Mitterrand era partidario de integrar a Rusia en la famosa Casa Común ideada en su momento por Mijaíl Gorbachov. Pero los tiempos cambian: la Federación Rusa de Vladímir Putin desempeña – con éxito – el triste papel de enemiga.                           

Cabe preguntarse si Macron sueña con tomar las riendas de Europa, una posición que ha ocupado durante lustros la canciller alemana Angela Merkel.                                                

Difícilmente lo podríamos imaginar liderando el cada vez más disonante concierto europeo, donde los fastuosos tonos de su adorada Marcha del Emperador tropiezan (y tropezarán) con los festivos acordes de una Giovinezza.                        

No, lo cierto es que Emmanuel Macron sigue el ejemplo de sus ilustres predecesores: Mitterrand, Chirac y Sarkozy, estadistas dedicados a elaborar grandiosos proyectos dedicados a la mayor gloria de Francia.                              

A finales de los años 80, François Mitterrand apadrinó un proyecto muy parecido a la Casa Común de Gorbachov. A mediados de la década de los 90, Jacques Chirac se empeñó – sin éxito – a adueñarse del Proceso de Barcelona, para convertirlo en el… Proceso de Marsella. Su sucesor, Nicolas Sarkozy, aprovechó el dramático estancamiento de la Declaración de Barcelona para convertir el moribundo proceso en la Unión por el Mediterráneo, herramienta diplomática casi desconocida y muy desaprovechada.

Emmanuel Macron, asiduo lector de sus clásicos, encontró un texto de François Mitterrand que rezaba: Francia no lo sabe, pero estamos en guerra con América. Sí, una guerra permanente, una guerra vital, una guerra económica, una guerra sin muerte aparentemente. Sí, los estadounidenses son muy duros, son voraces, quieren un poder indiviso sobre el mundo. Es una guerra desconocida, una guerra permanente, aparentemente sin muerte y sin embargo una guerra a muerte.

De ahí la idea de crear un Ejercito europeo. La OTAN – afirmó Macron en noviembre de 2019 - tiene el encefalograma plano; es un signo de muerte cerebral. Pero bastó con la amenaza de Trump de retirarse de la Alianza Atlántica para que los políticos europeos vuelvan a cantar las loas del paraguas nuclear estadounidense. Emmanuel Macron tuvo que rectificar el tiro, hallar un nuevo concepto llamado a brillar a la mayor gloria de Francia.

Así se engendró la Comunidad Política Europea.

martes, 4 de octubre de 2022

Balcaniadas II

 

Extraño continente éste, la Vieja Europa, que se preocupa más por el equilibrio de fuerzas en el lejano Brasil, cuando no por la elección multipresidencial de Bosnia Herzegovina, que por las cuestiones de casa.  ¿Cuestiones de casa? En efecto, la mayoría de los medios de comunicación europeos hizo caso omiso de la celebración de las elecciones generales de Bulgaria, país miembro de la Unión Europea y la Alianza Atlántica, baluarte – tal vez muy a su pesar – de la defensa del Mar Negro contra el avance de lo que algunos llaman, en su intrincado lenguaje pseudoestratégico, la amenaza rusa. Una visión ésta que, digámoslo, poco o nada tiene que ver con la percepción global de los búlgaros.

Cierto es que Bulgaria pertenece a la casa común europea. En realidad, es el país más pobre de los 27, el más hospitalario y, a la vez, el más afectado por la inestabilidad política.

Las elecciones del pasado fin de semana – las cuartas en 18 meses – pretendían hallar un remedio contra la inestabilidad. La ciudadanía lo reclama a gritos, pero…

La mayoría de los actores clave de la vida política fueron acusados de haber introducido o tolerado la corrupción, un mal que viene de muy antiguo y que ninguna fuerza política ha sido capaz de erradicar.

Algunos viajeros recuerdan las rocambolescas escenas de los primeros lustros de este siglo, cuando las mafias turcas se instalaron en Bulgaria. Los capos solían reunirse en los hoteles de lujo de Sofia, dialogando en presencia de los atemorizados turistas que visitaban la exótica capital del país de las rosas. Algunos mafiosos colocaban sus pistolas encima de las mesas. Otros, más discretos, la guardaban en la cintura. Un espectáculo inolvidable para los visitantes de Europa occidental.

La corrupción no tardó en adueñarse de la vida política búlgara. Fue una de las principales razones invocadas por las autoridades de Bruselas para frenar la plena integración del país balcánico en el sistema comunitario.

En los últimos años, la inestabilidad institucional provocó la caída de Gobiernos de distinto signo. Sin embargo, conviene señalar que el deterioro empezó a agudizarse a partir de 2014, tras la adhesión de Crimea a Rusia, cuando Occidente se percató de la importancia estratégica de los países ribereños del Mar Negro. Bulgaria fue el único país miembro de la Alianza Atlántica que se opuso a la militarización de la zona. Concibo el Mar Negro como un mar pacífico, un mar de veleros, no de destructores, manifestó en aquel entonces el presidente búlgaro. Pero la nota disonante en el concierto atlantista se borró unos meses más tarde, cuando los primeros cazas de la OTAN encargados de la vigilancia del Mar Negro aterrizaron en una base situada en las inmediaciones de Varna. Los efectivos de la Alianza se multiplicaron a partir del otoño de 2017, durante los últimos meses del mandato de Barack Obama.

En las elecciones generales celebradas el pasado fin de semana se enfrentaron dos bloques: el centro derechas, capitaneado por  el ex primer ministro  Boiko Borisov, que recibió alrededor del 25 por ciento de los sufragios y tendría la posibilidad de aliarse con el partido minoritario turco MDL e incluso con el Vazrajdane (Renacimiento), ultranacionalista y cercano al Kremlin y el centrista de  Kiril Petkov, un liberal partidario muy propenso a sellar alianzas con los socialistas (ex comunistas) y alguna agrupación minoritaria.

Borisov, acusado de corrupción en 2020, no descarta la posibilidad de formar un Gobierno de coalición con otras fuerzas políticas indecisas, que defienden la pertenencia de Bulgaria en la UE y la OTAN, mientras que algunos de los partidarios del ex primer ministro Petkov parecen sucumbir a la cruzada del Kremlin contra el liberalismo global.

Cierto es que el partido de Petkov, Continuamos el Cambio, está adscrito al Grupo Popular de Parlamento Europeo. También es cierto que un tercio de la población búlgara es partidaria del paneslavismo, doctrina que aglutina a los pueblos eslavos de Europa. Otro tercio – los votantes de Borisov – se identifica más con los valores occidentales.

Petkov reconoció la victoria electoral de su rival. A su vez, Borisov se vio obligado a constatar que ninguna de las dos opciones cuenta con la mayoría necesaria para gobernar. Se abre, pues, la vía para las extrañas y frágiles alianzas postelectorales, que bien podrían desembocar en una nueva consulta popular.

Inestable Bulgaria…