viernes, 10 de febrero de 2012

Irán, en el punto de mira



Hace apenas unos días, el Gobierno liderado por Benjamín Netanyahu pidió, por enésima vez, el visto bueno de Washington para llevar a cabo un ataque aéreo contra las instalaciones nucleares iraníes. Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Blanca exigió “moderación”. No se trata, en este caso concreto, de una negativa tajante, sino de un simple “no, pero…” de la Administración estadounidense. De hecho, Barack Obama parece más preocupado por la evolución de la situación en Siria, donde Norteamérica no tiene intención alguna de repetir los errores cometidos durante la mal llamada “intervención humanitaria” de la OTAN en Libia, que acabó con el régimen dictatorial de Mummar al Gadafi, abriendo sin embargo la vía a otros abusos, a otros excesos.


El drama humano escenificado por la población siria debería justificar una intervención extranjera. Eso es, al menos, la opinión de algunos gobiernos occidentales, que han tardado muy poco en hacer suya de doctrina de la injerencia humanitaria, ideada allá por los años 90, durante los conflictos de los Balcanes. En el caso de Siria, sin embargo, los intereses de los países occidentales pesan más en la balanza que el deseo – legítimo o no – de defender los derechos fundamentales de la población civil.


El análisis de la compleja situación pre-bélica que atraviesa el país abre la caja de Pandora. La única base naval rusa en el Mediterráneo se encuentra en… Siria; los abundantes, aunque ocultos recursos petrolíferos del país están explotados por una compañía alemana; las empresas de telefonía y electrónica están controladas por multinacionales francesas; las armas empleadas por el ejército provienen, en su gran mayoría, de países de Europa oriental, recién adheridos a la Alianza Atlántica (OTAN). Rusia y China, que se disputan el protagonismo en la región, siguen apostando por su “amigo” Bashar, acorralado por la Liga árabe, las Naciones Unidas y los países de Occidente.


Pero hay más: el Irán de los ayatolá utiliza el régimen de Damasco como punta de lanza en la zona. Turquía, que pretende desempeñar el papel de potencia regional emergente, juega la carta de la imparcialidad. Una postura más ficticia que real, teniendo en cuenta los intereses económicos y estratégicos de Ankara, diametralmente opuesto a los de Damasco. Aún así, las autoridades turcas contemplan la posibilidad de patrocinar una conferencia internacional destinada a solucionar el problema sirio. La reunión debería celebrarse en suelo otomano o en cualquier país de la zona. Los turcos estiman que no hay que internacionalizar el debate ni, por supuesto, la solución del la crisis.


Para las autoridades israelíes, la cuestión siria sigue siendo un mero asunto colateral; el objetivo de los estrategas de Tel Aviv es acabar cuanto antes con el “peligro nuclear” iraní. Cabe preguntarse, pues, si después del “no, pero” de Obama los militares hebreos han renunciado definitivamente a su proyecto bélico. Hay quien estima que los políticos hebreos siguen barajando la posibilidad de llevar a cabo una acción relámpago contra las instalaciones nucleares iraníes en los primeros meses del verano. Los objetivos son múltiples: acabar con la “amenaza nuclear” del régimen de los ayatolás, eliminando total o parcialmente el potencial atómico persa, garantizar – si es preciso – la libre circulación de petroleros por el estrecho de Ormuz, congraciarse con la Casa Real saudí, que no disimula su inquietud ante el avance ideológico y militar de Teherán en la región, etc.


Ni que decir tiene que una intervención hebrea contra Irán tendría repercusiones negativas para la política de quienes, desde Washington, Bruselas o París, se dedican a potenciar y/o alabar las llamadas “primaveras árabes”, que lograron reducir el impacto de la corriente antiimperialista reinante en la región después de la guerra de 2001. Aparentemente, los aspectos negativos no parecen preocupar sobremanera al establishemnt israelí: el Estado judío no tiene inconveniente alguno de tratar con regímenes teocráticos. Al contrario, Israel prefiere negociar con los islamistas, convertir la región en un mosaico de Estados confesionales. ¿Estiman los gobernantes hebreos que sería más fácil entablar el diálogo entre… judaísmo e islam? El provenir nos lo dirá.