viernes, 16 de febrero de 2024

Putin no insulta

 

Ahora, que ya sabemos que Joe Biden es el candidato predilecto de Vladimir Putin a la presidencia de los Estados Unidos, que Donald Trump se ha convertido en un personaje demasiado conflictivo para la élite demócrata de Washington, la OTAN y… el Kremlin, no nos queda más remedio que analizar – con una inevitable mezcolanza de humor y preocupación – las nuevas normas impuestas por el actual inquilino de la Casa Blanca en las cada vez más fluctuantes e impredecibles relaciones internacionales. Puntualicemos: al escrutinio diplomático se suma, en este caso concreto, la evaluación lingüística.


La lectura o relectura de la magistral novela El Señor Presidente, del Premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias nos asombra con el párrafo en el que el líder máximo despide a gritos al medicucho Barreño: ¡Retírese, salga y… llame a ese animal!


¡Yo soy ese animal! explica el secretario del Señor Presidente de la República, acostumbrado con el discurso algo florido de su amo y señor.


En las últimas semanas, Joe Biden tildó al Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de idiota, imbécil, mala persona y otras lindezas reproducidas instantáneamente por los principales medios audiovisuales estadounidenses. Curiosamente, no hubo desmentidos de la Casa Blanca; sabido es que Biden no controla sus… lapsus. Pero, ¿se trata de meros traspiés?


En Israel, donde la opinión pública está dividida entre el rechazo a la política llevada a cabo por el líder del Likud y sus socios ultranacionalistas y el apoyo al operativo bélico de Gaza, los reiterados deslices de Biden causaron un profundo malestar.


 Biden, no puedes llamar idiota a nuestro primer ministro; sólo nosotros podemos hacerlo, rezaba el editorial del rotativo Jerusalem Post, una de las pocas publicaciones de referencia en la casi totalidad de los países de Oriente Medio. De hecho, los traspiés de Biden distan mucho de las promesas de apoyo incondicional formuladas por el propio Presidente tras el ataque del 7 de octubre, cuando Tel Aviv manifestó su intención de intervenir militarmente en la Franja de Gaza


Para los redactores del Jerusalem Post, el aliado transatlántico se había equivocado. En lugar de presionar a Israel para que detenga su ofensiva, Estados Unidos y el resto del mundo deberían aumentar la presión sobre el grupo terrorista para que libere a los rehenes y se rinda. Una opinión ésta compartida por la gran mayoría de israelíes, traumatizados por el impacto de la incursión de Hamas. Obviamente, Israel había perdido su halo de fortaleza inexpugnable.

Sin embargo, los analistas y estrategas hebreos coinciden en que Joe Biden tiene sobradas razones para estar molesto con Netanyahu. En primer lugar, porque el jefe del Ejecutivo de Tel Aviv se ha distanciado del plan de Biden para Gaza del día después, de vincular la normalización de las relaciones con Arabia Saudita a un control reforzado de la Franja otorgado a la Autoridad Nacional Palestina, lo que conduciría a la aceptación de la fórmula de dos Estados, rechazada por Israel.

Por otra parte, la insistencia de Netanyahu en mantener a sus socios de extrema derecha Itamar Ben-Gvir y Bezalel Smotrich en la coalición también debe irritar, así como la percepción de Biden de que el gobierno israelí no está tomando medidas para frenar las acciones violentas de los colonos extremistas de Cisjordania.

Finalmente, la obstinación de Netanyahu en continuar la guerra de Gaza hasta su conclusión de invadir Rafah y eliminar a los combatientes y las bases de Hamas, sin un plan claro para proporcionar una retirada segura a los más de un millón de gazatíes que se han congregado en la ciudad asediada durante la guerra, es probablemente el tema que más indujo a Biden a hablar de Netanyahu en términos… poco diplomáticos.

Pero también hay otro factor, tal vez más importante: con cada gazatí que muere en la ofensiva israelí, Biden está perdiendo apoyo político para su campaña de reelección por parte del ala progresista de su electorado. Es cierto que un operativo bélico importante en Rafah pondrá en peligro a muchos más civiles, incluso si se aplica un plan de evacuación.

Pero curiosamente, aunque Biden le guarde rencor a Netanyahu, también es cierto que el general Benny Gantz, miembro del actual Gabinete de guerra israelí, a quien algunos ven como la alternativa moderada a Netanyahu, apoya la ampliación de la ofensiva en el sur de Gaza y Rafah.

Cabe preguntarse, pues: ¿serán todos los políticos israelíes idiotas, imbéciles, a malas personas? ¿Será Donald Trump este personaje peligroso del que los norteamericanos deberían desembarazarse a la mayor brevedad?

Extrañamente, Vladímir Putin no insulta. 

jueves, 8 de febrero de 2024

Palestina libre, a la conquista del Parlamento Europeo

 

Uno de los principales caballos de batalla del Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) en la consulta electoral celebrada en Turquía en 2002 fue el lema: Islamizar la diáspora. Pero pocos gobernantes europeos tomaron en serio en programa electoral del AKP, tal vez partiendo del supuesto de que los partidos prometen, pero no cumplen. ¡Craso error! En el caso de Turquía, la agrupación islámica liderada por Recep Tayyip Erdogan logró que las promesas se materialicen.

Remusulmanizar Turquía e islamizar la diáspora, rezaba en programa del partido de corte religioso, emanación del Refah (Partido del Bienestar), que no logró sobrevivir a los ataques de los sectores laicos de la sociedad, más propensos a aceptar las estructuras irreligiosas del estado moderno creado por Mustafá Kemal Atatürk en 1923.

Pero con el advenimiento del AKP los datos del problema cambiaron radicalmente. Turquía acabó convirtiéndose en un país musulmán respetuoso de los conceptos básicos del Corán y la nutrida diáspora procedente de Anatolia en el… caballo de Troya del islamismo que – según las agrupaciones democristianas del Viejo Continente – amenaza la convivencia confesional europea.

Recientemente, los grandes rotativos alemanes se hacían eco de un proyecto ideado por Erdogan para aprovechar a la diáspora turca como trampolín para llegar al corazón de Europa. Se trataba de la creación – con miras a las elecciones europeas del próximo mes de junio – de un partido turco-alemán, la Alianza Democrática para la Diversidad y el Despertar (DAVA) llamado a aglutinar los votos de la emigración musulmana residente en la República Federal.

Al grito de alarma del democristiano CDU se sumaron las advertencias de algunos medios de comunicación europeos, que denunciaron la amenaza otomana. Es cierto que la diáspora turca representa de la comunidad musulmana más numerosa de Alemania. De los casi 2 millones de inmigrantes, más de la mitad contempla la posibilidad de echar raíces en suelo germano. También es cierto que las políticas de integración del Estado federal fueron mucho más laxas en el caso de los turcos, que gozaron con numerosas ventajas para la obtención de los permisos de residencia, la nacionalización y la inserción laboral. Actualmente, varios ciudadanos de origen turco ocupan puestos clave en los Gobiernos regionales o en la Administración municipal. Pero no serán ellos quienes movilicen a la diáspora para depositar sus votos para el partido auspiciado por Erdogan. Hay otros actores encargados de mover los hilos.

En febrero de 2022, Erdogan recibió en Ankara a una nutrida delegación de la Unión de Demócratas Internacionales (UID), apéndice de su partido en Europa, a la que instó a crear mecanismos capaces de influir en la política nacional de los países de residencia. Asimismo, hizo hincapié en el hecho de que unidos, ningún Estado, partido u organización europea podrán manipularles, pues se convertirán en una comunidad difícilmente ignorada por las fuerzas políticas del Viejo Continente.

 

Al abordar el tema de una posible injerencia de Ankara en las elecciones europeas, los políticos alemanes hacen caso omiso de otra realidad, mucho más impactante: la reciente creación de un grupo de partidos musulmanes nacionales que se presentará a la consulta de junio con la denominación de Palestina libre. Se trata, según sus promotores, de una herramienta capaz de contrarrestar el impacto de los éxitos electorales de la derecha conservadora.

 

Los integrantes de este grupo son: el Partido Andalusí, la agrupación musulmana holandesa NIDA, la Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF)el Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), a los que podrían sumarse otros grupos musulmanes europeos o pertenecientes a la diáspora. En principio, los candidatos que obtengan escaños en el Parlamento Europeo se integrarían en la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica, materializando el proyecto del islamista egipcio Tarik Ramadan, ciudadano suizo y nieto de Hassan al Banna, fundador de la cofradía de los Hermanos Musulmanes.

 

Curiosamente, nadie menciona en los medios europeos la existencia de la agrupación Palestina libre.

 

Entre los objetivos prioritarios de la recién creada agrupación figuran: la libertad de movimiento de los inmigrantes en suelo europeo, integración multicultural, la lucha contra la islamofobia. Se trata de Temas prioritarios, que figuraban también en los programas de los partidos socialistas y ecologistas alemanes o de las centrales sindicales germanas.

 

¿Caballos de Troya?  La Unión Democrática. de los Musulmanes Franceses (UDMF) asegura que no tiene intención de islamizar Francia; el Partido Andalusí quiso enfatizar que el hecho de enseñar árabe a los niños no debe considerarse de ninguna manera como proselitismo, ya que resta importancia al factor religioso. El Movimiento Islámico Democrático Italiano (MIID), quiere centrar su campaña en el combate contra la política antimusulana del Gobierno de Giorgia Meloni.

¿Y Palestina? Nosotros contemplamos la creación de un nuevo Estado, donde dentro de 100 o 200 años los cristianos, musulmanes y judíos vivirían pacíficamente, señala Driss Mohamed Amar, líder del partido islámico-humanista español.

De momento, la próxima cita de Palestina libre es… con las elecciones europeas del mes de junio. 

viernes, 2 de febrero de 2024

Biden a Netanyahu: elimine al enemigo con gentileza y elegancia

 

El fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre la acusación de genocidio perpetrado por Israel en la Franja de Gaza sorprendió a los inocentes y las almas caritativas. Tal vez no a quienes conocen el funcionamiento de los organismos internacionales, que se rigen siempre por la norma: una de cal y otra de arena. ¿Condenar a Israel? Sí, pero… ¿Satisfacer al régimen surafricano? Por supuesto, pero sin ofender a nadie.

La lectura del primer editorial publicado por el rotativo israelí The Jerusalem Post tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya es reveladora: Durante 35 minutos, la Corte Internacional de Justicia se dedicó a vituperar a Israel, pero luego sorprendió al Estado judío al no emitir ninguna orden concreta contra las Fuerzas de Defensa (Ejército)… No hubo dictaminen alguno sobre el cese de las hostilidades ni sobre la retirada de las FDI de Gaza.

Alivio en Israel; satisfacción en Sudáfrica. No hubo descontentos. Una de cal…

Luego surgieron las acusaciones de Tel Aviv sobre la participación de personal de las Naciones Unidas en el ataque del 7 de octubre. ¿La neutralidad de los funcionarios internacionales? Sí, pero en este caso concreto se trata de nacionales de un país en conflicto. ¿Agravante o atenuante? Simple reconocimiento de los hechos.

Durante varias semanas, partidarios y detractores de Israel y Palestina, de los árabes y los judíos, trataron de expresar sus puntos de vista, de manifestar, de imponer públicamente sus creencias. Las intervenciones – no siempre acertadas – de los poderes públicos alimentaron el confusionismo, ensancharon la brecha entre gobernantes y gobernados. ¿Quién defiende la causa justa? ¿Cómo explicar a las víctimas potenciales de un conflicto armado que se encuentran del buen o el mal lado de la Historia? ¿De verdad ello importa?

Lo cierto es que la ofensiva mediática que presenciamos en las últimas semanas nos deparó algunas sorpresas. Entre las más sonadas figura la gestión de la Fiscalía General de Suiza, que confirmó que el Presidente de Israel, Isaac Herzog, había sido objeto de varias denuncias penales durante su visita al Foro Económico Mundial en Davos. La Fiscalía no reveló detalles sobre la naturaleza o el número de las denuncias ni sobre la identidad de los querellantes. Indicó, eso sí, que se pondría en contacto con el Ministerio de Asuntos Exteriores suizo para examinar la cuestión de la inmunidad del Presidente. Una gestión que parece insólita en un país que cuenta con numerosas juristas de renombre especializados en el derecho internacional. Pero reconozcámoslo; los habitantes de este país centroeuropeo, que se enorgullece ser el laboratorio de ideas de Europa, viven en… otro mundo.

No, Isaac Herzog, abogado de profesión e hijo de un afamado militar que ostentó dos veces el cargo de Presidente del Estado de Israel, no está involucrado directamente en ningún operativo bélico que podría asociarse el genocidio. Un genocidio que Herzog negó en Davos, alegando el derecho del Estado judío a la legítima defensa.

¿Iniciar un proceso de paz? ¿Contemplar la solución de dos Estados?  Nadie en su sano juicio está dispuesto ahora a pensar en un proceso de paz, manifestó Herzog en Davos. Israel ha perdido la confianza en los procesos de paz porque ve que nuestros vecinos glorifican el terror… esta guerra no es solo entre Israel y Hamás; hay un imperio del mal que emana de Irán, señaló. Decididamente, la postura del laborista Herzog no dista mucho de la del conservador Netanyahu.

Si bien es cierto que a Isaac Herzog no se le podría perseguir por crímenes contra la Humanidad, hay que reconocer que otros destacados políticos israelíes sí fueron involucrados en actos de terrorismo. Se trata de Menájem Begin, antiguo primer ministro de Israel que compartió el Premio Nobel de la Paz con el presidente egipcio Anwar El Sadat, y de Isaac Shamir, también primer ministro de Israel y copatrocinador de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991.

En 1946, siendo Beguín líder del Irgún, una organización paramilitar judía radical, coordinó el atentado contra el Hotel King David de Jerusalén, cuartel general del Gobierno militar británico de Palestina. La explosión acabó con la vida de 91 personas.

Isaac Shamir, miembro del triunvirato que dirigió el Irgún en la misma época, ordenó numerosos atentados y asesinatos, entre otros el del conde sueco Folke Bernadotte, primer enviado de la ONU a Palestina al final de la Segunda Guerra Mundial. Bernadotte fue – conviene recordar – el primer defensor de la solución de los dos Estados.

Tanto Begin como Shamir fueron perseguidos por la justicia europea; ambos tenían inmunidad.

El ambiente eufórico que se adueñó de la plana mayor del Gobierno sudafricano tras darse a conocer el fallo del Tribunal de La Haya resulta difícilmente comprensible para quienes desconocen la complejidad de las relaciones entre Johannesburgo y Tel Aviv. Unas relaciones que se remontan a la época del apartheid puro y duro, del aislamiento impuesto al régimen de Pretoria por la presión internacional. En aquel periodo, el desierto de Namibia se convirtió en el banco de pruebas de los primeros ensayos nucleares israelíes. Las explosiones atómicas no podían ni debían llamar la atención de los vecinos árabes del Estado judío. Siguieron las ventas masivas de armas a Sudáfrica, la cooperación militar…

En 1981, el entonces Presidente sudafricano, Pieter W. Botha, dio luz verde al ultrasecreto proyecto Coast, que contemplaba el acceso de Pretoria a armas químicas y biológicas, indispensables para la defensa del país contra sus enemigos externos: Angola y Mozambique, donde la guerrilla marxista logró hacerse con el poder.

Hacia finales de 1982, el Coast se cobró las primeras víctimas. Se trataba de varios centenares de guerrilleros del SWAPO, detenidos por el ejército sudafricano.

Entre los años 1983 y 1986, se desarrollaron vacunas capaces de provocar la esterilización masiva de hombres y mujeres de raza negra. Curiosamente, alguien alertó a los militantes del Consejo Nacional Africano, partido nacionalista liderado por Nelson Mandela, sobre la existencia del proyecto, en el que supuestamente participaban científicos israelíes. La noticia, divulgada por los rotativos de Tel Aviv, provocó un hondo malestar en el seno de la opinión pública hebrea. Los portavoces oficiales se apresuraron en desmentir la información, anunciando al mismo tiempo el cese definitivo de la colaboración científica con Sudáfrica. Fue a partir de este incidente que el Consejo Nacional Africano empezó a centrar su atención en la lucha del pueblo palestino. En este contexto, los rumores acerca de las inmejorables relaciones entre los actuales Gobiernos de Johannesburgo y Teherán parecen irrelevantes. Pero irrelevantes no significa forzosamente inexistentes…

¿Qué sorpresas nos depara el porvenir?


domingo, 21 de enero de 2024

Netanyahu - accidentado final de trayecto


Trato de hacer memoria. Sucedió hace tiempo; hace más de tres décadas. Jerusalén, 18 de octubre de 1988. El candidato del derechista Likud en las elecciones legislativas, Isaac Shamir, celebraba su enésima rueda de prensa anterior a la contienda electoral. Le preguntamos sobre iniciativa de la OLP de proclamar la independencia de Palestina. El proyecto coincidía, recordémoslo, con el innegable impacto mediático de la primera Intifada. ¿Un Estado Palestino? ¡No habrá jamás un Estado Palestino! aseveró el líder conservador.

Argel, 15 de noviembre de 1988. El Consejo Nacional Palestino (Parlamento de la OLP), reunido en la capital argelina, proclama la independencia de Palestina.  Las emisoras de los países árabes transmiten en directo los debates del Parlamento: …ejerciendo el derecho del pueblo árabe palestino a la autodeterminación, a la independencia política y a la soberanía sobre su territorio, el Consejo Nacional Palestino, en nombre de Dios y del pueblo árabe palestino, proclama la creación del Estado de Palestina sobre nuestra tierra palestina, con su capital en Jerusalén, al-Quds al-Sharif.

No hubo grandes festejos en el sector árabe de Jerusalén. Los pobladores palestinos de la urbe tuvieron que contentarse con esporádicos fuegos artificiales, disparados tras el paso de las patrullas del ejército israelí. La canción Biladi (mí país) convertida en himno nacional, sonó en algunos vecindarios nacionalistas. Mas había que enfrentar los hechos: la ciudad, capital eterna e indivisible de Israel, seguía bajo ocupación. Palestina contaba con su territorio - las tierras ocupadas por el Estado judío en la guerra de 1967 – pero sin soberanía internacionalmente reconocida.

Después de la euforia inicial, los pobladores de la ciudad Tres Veces Santa asistieron a la puesta en marcha de la implacable maquinaria de propaganda israelí, que no tardó en advertir a los países amigos de Tel Aviv sobre la temeridad de posibles actuaciones unilaterales. En este caso concreto, la temeridad consistía en el reconocimiento del Estado Palestino. A la ofensiva del Likud se sumó la voz del recién elegido Presidente de los Estados Unidos, George Bush, antiguo director de la CIA, que tenía sobradas razones para no enemistarse con el establishment israelí.

La proclamación del Estado Palestino fue el detonante de la puesta en marcha de las consultas que desembocaron en la celebración, en 1992, de la Conferencia de Madrid y las discretas negociaciones diplomáticas que llevaron a la firma de los Acuerdos de Oslo. El propio Isaac Shamir decidió corregir su discurso, pasando del no habrá jamás un Estado palestino al más presumible tal vez en un plazo de diez años. Una postura posibilista, que permitía a los sucesivos Gobiernos israelíes celebrar nuevas reuniones destinadas a vaciar de contenido los Acuerdos de Oslo y el Memorando de Wye Plantation. Todos los jefes de Gobierno conservadores - Shamir, Olmert, Sharon, Netanyahu – y sus relevos laboristas - Barak, Ben Ami - navegaron en la misma dirección. La extensión de tierras asignadas a la Autonomía palestina disminuyó considerablemente tras la creación de nuevos asentamientos judíos en Cisjordania. Por si fuera poco, tanto Ariel Sharon como Benjamín Netanyahu manifestaron que el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, había dejado de ser un interlocutor válido en el accidentado diálogo con Tel Aviv. Curiosamente, los datos del problema cambiaron radicalmente después del ataque de Hamas del 7 de octubre del pasado año, cuando Washington y Tel Aviv llegaron a la conclusión de que el único elemento moderado al que podían recurrir era… Mahmud Abbas. Para conquistarlo, israelíes y norteamericanos optaron por recurrir tanto al coqueteo como al chantaje.

El chantaje se ha convertido en la principal baza del actual maratón diplomático meso oriental estadounidense. El Secretario de Estado Antony Blinken se empeñó en convencer al Presidente Erdogan sobre la necesidad de apoyar la postura de Israel en la pugna con los palestinos. ¿A cambio de la entrega de unos cazas F-16? Un error garrafal, teniendo en cuenta la trayectoria ideológica del político turco, hábil negociador y ferviente islamista. O de ofrecer un trato equitativo a Benjamín Netanyahu, persuadiéndole de que Arabia Saudita costeará los gastos para la reconstrucción de Gaza y normalizará sus relaciones con Tel Aviv a cambio del plácet israelí para la creación de un Estado palestino. Tropezó, una vez más, con la negativa rotunda del Primer Ministro hebreo, poco propenso a aceptar la existencia de este Estado, liderado por los elementos moderados de la OLP o por una coalición internacional integrada por saudíes, egipcios, palestinos y… norteamericanos. Netanyahu dejó las cosas claras en su último discurso: El día después de la era Netanyahu habrá un Estado gobernado por la Autoridad Palestina. Él, Netanyahu, no tiene intención alguna de claudicar.  Y ello, pese a la advertencia de Washington: La paciencia de Joe Biden se ha agotado. Aviso a los políticos noveles y las almas caritativas que acaban de descubrir la problemática del conflicto. No hay que tratar de amenazar con la opción de dos Estados ni con la imposición de un Estado creado por Occidente, por países que durante décadas hicieron suya la estrategia de la no intervención unilateral en los asuntos de la región.

En las últimas semanas, la Administración Biden trató de eludir los contactos con Netanyahu a la hora de sentar las bases para posibles soluciones del día después del operativo bélico, recurriendo al diálogo con otros políticos israelíes o representantes de la sociedad civil. Sin embargo, los altos cargos del Departamento de Estado reconocen que, al término del conflicto, alguien tendrá que reconstruir Gaza, alguien tendrá que gobernar Gaza, alguien tendrá que proporcionar seguridad en Gaza. Israel se enfrenta a decisiones muy difíciles en los próximos meses, estiman los jefes de la diplomacia estadounidense. ¿Simple constatación o advertencia? Pero Israel no es una república bananera.

Tampoco los palestinos parecen dispuestos a ceder: el precio pagado por los gazatíes desde el inicio de la operación militar ha sido demasiado elevado.

Subsiste, pues, el doble dilema: Netanyahu no tiene intención de dimitir; tiene cuentas pendientes con la Justicia israelí. El Estado judío no quiere claudicar; tiene cuentas pendientes con… Hamas.


jueves, 18 de enero de 2024

La otra guerra de Putin

 

¿Otra guerra auspiciada por el Kremlin? Pero no se trata, en este caso concreto, de un conflicto armado, sino más bien de una ofensiva de… desarme. De desarme económico y financiero; de un enfrentamiento entre gigantes de la economía global, de sistemas financieros diametralmente opuestos, por no decir, antagónicos.

A finales de octubre del pasado año, el presidente Biden advirtió que, a su juicio, la humanidad necesita un nuevo orden mundial para reemplazar al vigente en los últimos 50 años. Un orden que – según el actual inquilino de la Casa Blanca – había funcionado bastante bien, pero que de alguna manera se quedó… sin aliento. Es preciso crear un nuevo orden, basado, claro está, en las normas y las reglas establecidas por la economía dominante – la norteamericana – y supervisadas por sus fieles lugartenientes: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Añadió Biden, eso sí, sin ahondar en el tema, de que también Rusia es partidaria de crear un nuevo orden. La nueva estructura, promovida por Moscú y Pekín, se llama… BRICS. Es el acrónimo de los fundadores del movimiento: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, creado en 2006 por potencias económicas emergentes dispuestas a contrarrestar la hegemonía estadounidense. En la última ampliación, acordada el pasado año, se sumaron al grupo otros seis países: Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Etiopía. Tras la victoria electoral del populista Javier Milei, Argentina reconsideró su decisión de integrar los BRICS. Aparentemente, a Milei le apetece más una audiencia en  el Despacho Oval de la Casa Blanca que una foto en el Kremlin o la Gran Muralla china. Aun así, la deserción de Buenos Aires no parece preocupar sobremanera a los artífices de la multipolaridad. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, reveló que el bloque considerará este año las candidaturas de una treintena de Estados dispuestos a adherirse a BRICS.

El principal objetivo de BRICS consiste en reemplazar el orden mundial unipolar (léase norteamericano) por un sistema multipolar, algo que ocultó en su discurso Joe Biden.

Los países miembros de BRICS, que aglutinan al 46% de la población mundial, representan el 29% del PIB del planeta, controlan el 22% de los intercambios comerciales, el 42% de la producción global de petróleo y el 55% de las reservas de gas natural, podrían convertirse en la piedra angular de un orden mundial emergente, en una pieza clave en el debate sobre el futuro de un mundo multipolar.

Rusia ostenta este año la presidencia rotatoria de BRICS, un ejercicio que permitirá al Kremlin organizar alrededor de 200 actos y una docena de reuniones ministeriales en suelo de la Federación Rusa. Una estrategia que pretende ofrecer una imagen de normalidad, fuera del conflicto de Ucrania.

Para Moscú, es importante ampliar la influencia de la asociación, convertir BRICS en un punto de encuentro y diálogo entre países con sistemas económicos y sociales diferentes, disponer de una herramienta jurídica capaz de neutralizar las sanciones arbitrarias, ilegítimas y unilaterales impuestas por los Estados Unidos y sus aliados. Los altos cargos del Kremlin advierten: Rusia es un banco de ensayo. Las sanciones se aplicarán mañana a China. ¿Política ficción? No forzosamente.

Otro frente importante es el de la desdolarización, la ofensiva destinada a acabar con la hegemonía del dólar en los intercambios comerciales internacionales. De momento, BRICS se centra en introducir los pagos en monedas nacionales. La creación de una moneda común, deseada por algunos socios, contemplada por los expertos del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, queda por ahora relegada a un segundo plano.


viernes, 5 de enero de 2024

Negociando sobre escombros


Resulta sumamente difícil, cuando no, imposible, tratar de analizar con calma y detenimiento la problemática real de nuestro mundo al comprobar que los hasta ahora insignificante rebeldes hutiés, que siembran el terror en las aguas del Mar Rojo, hacen caso omiso de las advertencias de Washington y ¡de Londres! que les instan a abandonar su postura belicosa frente a los mercantes que transportan fletes destinados a Israel, que el líder máximo de la revolución islámica iraní confunde a los terroristas del Estado Islámico con los agentes del Mossad, que los políticos del jardín de Occidente, que se merece las loas del diplomático jefe de la UE, Josep Borrell, achacan el constante deterioro de sus boyantes economías a la guerra de Putin (¿por qué de Putin? ¿Están en guerra con Rusia?), que los politólogos del universo postsoviético se hartan en escribir la palabra “Israel” con un extraño entrecomillado, que gobernantes inexpertos proclaman que la solución de la crisis de Gaza estriba en la proclamación de un Estado Palestino.

Resulta sumamente difícil, cuando no, imposible, pronunciarse sobre el somnambulismo político del actual inquilino de la Casa Blanca (término acuñado esta misma semana por los medios de comunicación transatlánticos), teniendo en cuenta los vaivenes de la Administración estadounidense. En efecto, parece incomprensible que un estadista que proclama su apoyo incondicional a Israel, exija a sus interlocutores que eliminen al enemigo con delicadeza, olvidado los trágicos episodios de las guerras de Vietnam, Afganistán, Irak o Siria. ¿Simple amnesia?

Lo cierto es que tras el constante deterioro de la situación en Oriente Medio – eliminación del número dos de Hamas en la capital libanesa, el sangriento atentado de Kerman, el recrudecimiento de los ataques hutíes en el Mar Rojo – el Tío Joe (nada despectivo, simple homenaje a un gran literato -Mark Twain) decidió enviar a su criado Antony (homenaje a Shakespeare) a un viaje relámpago de cuatro días por países y territorios de la región, encargándole a defender una agenda que incluye  importancia de proteger las vidas de civiles en Israel, Cisjordania y Gaza, la liberación de todos los rehenes de Hamas, la entrega de asistencia humanitaria a los civiles en Gaza, el freno a las deportaciones forzosas de los pobladores de la Franja, la creación de  mecanismos para frenar la violencia y reducir las tensiones regionales  y evitar una escalada bélica en el Líbano.

En resumidas cuentas, una agenda de cuatro días que requeriría cuatro décadas para su implementación. ¿Arrogancia somnambulística o supina ignorancia?  

Lo cierto es que el periplo del jefe de la diplomacia estadounidense a la región coincide con el estado de alerta máxima decretado por las autoridades de Tel Aviv en la frontera con el Líbano. La plana mayor del Ejército judío no descarta la inminencia de un operativo bélico de Hezbollah en respuesta por la ejecución de Saleh al Aruri, el fundador de la Brigadas Izzadín al Qasem, brazo armado de Hamas, abatido en las dependencias beirutíes del movimiento islámico libanés.

La desaparición de Al Aruri presupone la apertura de un nuevo frente para Israel. Con la agravante de que, en este caso concreto, Irán podría involucrarse directamente en los combates, apoyando a sus aliados libaneses. De todos modos, ello no implica el abandono de la operación militar de Gaza, aunque…

Por primera vez, la prensa estadounidense se hace eco esos días de la dramática situación de los gazatíes, de la crisis humanitaria que afecta a alrededor del 90 por ciento de los habitantes desplazados y a los más de 2 millones de pobladores del territorio al borde de la hambruna. Cabe preguntarse, pues, ¿qué supondría para esta población afligida por los horrores de la guerra la creación de un Estado Palestino?

Cuando se trata de buscar soluciones para la posguerra, las opiniones divergen. Algunos miembros de la coalición de derechas de Benjamín Netanyahu han pedido lanzar una bomba atómica sobre Gaza, la aniquilación total del territorio como represalia por los atentados del 7 de octubre o el empobrecimiento de la población que se viera obligada a abandonar la Franja. Por su parte, la embajadora de Israel en Gran Bretaña manifestó en una entrevista radiofónica que la única solución para Israel sería arrasar las escuelas, las mezquitas y las viviendas para acabar con la infraestructura militar de Hamás.

Los altos mandos militares que supervisan el operativo de Gaza serían partidarios de entregar la gestión de la Franja a clanes tradicionalmente conectados con localidades o sectores específicos, es decir, a las familias de los viejos caciques gazatíes.  

La idea sería reemplazar a Hamás con grupos familiares que no hayan estado conectados con el movimiento terrorista y que se encargarían de controlar la distribución de alimentos, agua y otros suministros clave. Esto supondría un auténtico reto, ya que Hamás ha gobernado en solitario la Franja durante 16 años.

Los miliares hebreos no explican cuál sería el modus operandi, pero recuerdan que este modelo fue aplicado por los Estados Unidos en Irak y Afganistán después del derrocamiento de los regímenes enemigos.

Tampoco está claro cómo funcionará el nuevo operativo en el Norte de Gaza, dado que casi la totalidad de sus 1,4 millones de habitantes fueron evacuados al sur y se espera que la zona norte de Gaza, completamente arrasada. sea inhabitable durante un lustro.

 

Conviene señalar que los Estados Unidos y los países occidentales serían partidarios de contar con el sombrero de la Autoridad Nacional Palestina, algo a lo que el primer ministro Benjamín Netanyahu se resiste, aunque su futuro rival para el cargo de primer ministro, Benny Gantz, mantiene como opción abierta.

 

Otra alternativa sería contemplar una coalición de clanes locales con la Autoridad Nacional Palestina y otros países árabes de la zona - Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos - involucrados bajo algún tipo de paraguas de la ONU. Es decir, una especie de protectorado inviable, igual o peor que Kosovo.

 

 

domingo, 31 de diciembre de 2023

Belgrado bien vale un Maidan


Esperamos el Maidan de Belgrado el próximo martes. Será de color azul, anunciaba en su cuenta de Internet el politólogo estadunidense Jason Jay Smart, ex consejero de la presidenta de Moldova Maia Sandu y tenaz colaborador del American International Institute, donde solía dedicar la mayor parte del tiempo a los contactos directos e indirectos con la oposición rusa.
Huelga decir que el terreno parecía abonado. Poco después de darse a conocer los resultados de la consulta popular celebrada en Serbia el pasado día 17 de diciembre, una inusual oleada de protestas se adueñó de las calles de la capital serbia. Partidos de oposición al régimen de Alexander Vucic, movimientos sociales, agrupaciones de estudiantes, exigían la anulación del escrutinio, alegando un sinfín de irregularidades cometidas por militantes del Partido Progresista Serbio, liderado por el Presidente.
La Comisión Electoral de la República (RIK) desestimó, sin embargo, el recurso de la opositora Alianza Serbia contra la Violencia. Según los datos oficiales, la coalición del Partido Progresista Serbio (SNS), obtuvo un 46,7% de votos en las elecciones generales. El segundo lugar lo ocupó su principal rival, la Alianza Opositora Serbia contra la Violencia, con el 23,4%, seguida por el Partido Socialista de Serbia con el 6,6%.
Los observadores de la OSCE optaron a su vez por desoír las quejas de los detractores de Alexander Vucic, fabricadas y orquestadas, según fuentes gubernamentales, por los servicios secretos de potencias occidentales europeos y transatlánticos. Las insinuaciones de los políticos de Belgrado apuntaban hacia Berlín y Washington. En ambos casos, los organismos oficiales se apresuraron en desmentir categóricamente las sospechas o alegaciones de los serbios.
Curiosamente, el ambiente de crisis recordaba la crispación que acompañó las últimas horas de la intentona golpista de Turquía en 2016. El rumor de que los servicios de inteligencia rusos advirtieron a la cúpula de Belgrado sobre la inminencia de un golpe de palacio no hizo más que alimentar la tensión. Los medios de comunicación moscovitas no dudaron en disparar contra sus rivales de Bruselas: Úrsula von der Leyen, Josep Borrell, la plana mayor del Alto Mando de la OTAN.
En la mañana del día 31, los rotativos de Moscú anunciaban con grandes titulares: Una reedición del golpe de Estado de Ucrania de 2014 fracasó ayer en Serbia.
Pero, ¿se puede hablar realmente de una intentona golpista? El líder del Partido Radical Serbio y ex viceprimer ministro, Vojislav Seselj, se apresuró en corroborar las sospechas de Vucic, mientras que el líder de la oposición, Dragan Djilas, rechazó las insinuaciones de la prensa progubernamental, que acusan a los detractores del Presidente de estar planeando los incidentes callejeros.
Lo cierto es que los medios de comunicación rusos invitan a sus lectores a centrar la atención en Pavle Grbovich, un joven político que encabeza el Movimiento de Ciudadanos Libres, agrupación adscrita a la Alianza de los Demócratas y Liberales de Europa y que, siempre según los medios moscovitas, está preparado, desde 2020, por los servicios de inteligencia estadounidenses para derrocar al gobierno de Serbia.
Nada menos cierto, afirman los detractores de Alexander Vucic. Estamos luchando para convertirnos en parte de la familia europea y no caer bajo el yugo de Rusia.
Lo que sí es cierto es que los altos cargos de la Unión Europea han tratado de presionar a Belgrado para que se una al régimen de sanciones contra Rusia decretadas tras la invasión de Ucrania en 2022. Alexander Vucic ha rechazado las propuestas de la UE, sabiendo positivamente que su negativa podía poner en peligro la candidatura de Serbia a la UE.
Los occidentales son plenamente conscientes de que las presiones destinadas a obligar a Vucic a renunciar a nuestra política para con Kosovo y Metohija, dejar de apoyar a la República Serbska de Bosnia y Herzegovina o imponer sanciones a Rusia podrán acabar con su carrera política, señala el líder del Partido Radical, Vojislav Seselj.
De momento, la cacareada revolución azul, el Maidan serbio de Jason Smart, sigue siendo un mero espejismo.  ¿Sólo de momento?