jueves, 31 de octubre de 2019

Siria: los aliados de Putin – Turquía (II)


Recuerdo que hace años, cuando las autoridades de Ankara aún coqueteaban con el posible ingreso de su país en la Unión Europea, tuve ocasión de sostener un maratoniano diálogo con el jefe de la delegación de Turquía en las consultas con Bruselas. Sucedió hace más de tres lustros, durante la intervención estadounidense en Irak. Al abordar el espinoso tema de los desequilibrios generados en la región por la presencia de ejércitos cristianos en tierras del Islam, mi interlocutor me llamó muy amablemente la atención:

Recuerde que Turquía es un aliado fiel de los Estados Unidos.

¿Lo será también después de su ingreso en la Unión Europea?,  pregunté.

El veterano diplomático tardó unos instantes en responder: No, en este caso seremos el fiel aliado de Europa.  Impactante, muy impactante la sutil pirueta del negociador.

Unos años más tarde, concretamente después del fallido golpe de estado de 2016, Turquía se decantó por otras alianzas. En efecto, Recep Tayyip Erdogan optó por dirigir su mirada hacia Moscú. Mientras el papel desempeñado por las potencias occidentales en la noche del 15 al 16 de julio de 2016 sigue siendo un misterio, parece que la intervención de los servicios de inteligencia rusos le salvaron la vida.

En los últimos tres años (2016 ­– 2019), las relaciones entre Ankara y Moscú se fueron consolidando. A los importantes acuerdos financieros, los multimillonarios intercambios comerciales y ambiciosos proyectos  turísticos se sumaron contratos para el suministro de armamento estratégico incompatibles, al parecer, con la normativa de la Alianza Atlántica.  Los Estados Unidos decidieron castigar a Ankara aplicando represalias; Alemania llegó a insinuar que el comportamiento rebelde de los turcos debería desembocar en… ¡su expulsión de la OTAN!

Washington prefirió actuar con cautela: el Ejército turco es el segundo por orden de importancia de la OTAN y las bases de Incirlik y Malatya representan puntos estratégicos clave para la defensa de los intereses de Occidente en el Mediterráneo sudoriental. En Incirlik se encuentra el mayor depósito de ojivas nucleares de Cercano Oriente; en Malatya, el principal centro de vigilancia radar de la región. En ambos casos, las instalaciones están vigiladas por personal militar norteamericano. La hipotética expulsión, en caso de conflicto, de los militares  transatlánticos se ha convertido en un auténtico quebradero de cabeza para el Pentágono. A la pregunta: ¿Se puede concebir la presencia de armamento de fabricación rusa en las inmediaciones de  sofisticadas estructuras de combate de la  Alianza Atlántica? el estamento castrense turco responde con la hábil pirueta diplomática: ¿Incompatibilidad? ¡Ninguna! Nuestro territorio es bastante amplio…

Tras la decisión del presidente Trump de retirar el contingente estadounidense acantonado en el Noreste de Siria, Ankara inició los preparativos para una ofensiva de gran envergadura en la zona, controlada por las milicias kurdo-sirias, aliadas de los norteamericanos. Poco tenían que ver estos combatientes con los guerrilleros del PKK turco, la bestia negra de los Gobiernos de Ankara. La guerra contra los separatistas del PKK turco se saldó con alrededor de 45.000 muertos. De ahí el deseo de la clase política turca de borrar a los kurdos del mapa. Sin embargo, los politólogos conocedores de la zona aseguran que la minoría kurda de Siria jamás estuvo involucrada en los operativos militares o actos de violencia llevados a cabo por sus correligionarios del PKK turco. No es este el parecer del Gobierno Erdogan, que no duda en tildar a la estructura militar kurdo-siria – las Unidades de Protección Popular (YPG) - de…organización terrorista. Para los pobladores del Kurdistán sirio, la llegada de las tropas turcas equivale, pues, al preludio a una muerte anunciada. Lógicamente, los kurdos tratan de iniciar un acercamiento coyuntural con el Gobierno de Damasco. El tirano al Assad parece haberse convertido en el interlocutor más… idóneo. 

Primera consecuencia: Damasco ha podido desplegar rápidamente tropas en el norte del país, región que había estado fuera de su control durante años. Las fuerzas de Ankara no dudaron en abrir fuego contra los soldados sirios. Por su parte, los rusos se ofrecieron a organizar patrullas ruso – turcas en la zona tapón que separa los dos ejércitos. Es la primera vez que unidades de un país miembro de la OTAN participan en una misión conjunta con militares rusos. Obviamente, la noticia provocó el desconcierto, cuando no la ira de los estrategas de la Alianza Atlántica.

Sabido es que el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan pretende utilizar la zona de seguridad creada en el Noreste de Siria para repatriar (la palabra no parece ser la más adecuada) a alrededor de dos millones de refugiados de origen sirio asilados en su país. Ante las protestas de algunos políticos europeos, quienes estiman que Ankara pretende llevar a cabo un operativo de deportación forzosa, las autoridades turcas esgrimen la amenaza de abrir sus fronteras con… al Unión Europea. Ante la perspectiva de una invasión humanitaria, los eurócratas optan por acallar las críticas.
  
Conviene señalar que la presencia de un cuerpo expedicionario turco en la región septentrional de Siria ha sido acogida con preocupación por el Gobierno de Damasco. Las relaciones turco-sirias han sido y siguen siendo muy densas. A la frustración primitiva, generada por el delusorio reparto territorial establecido por el Pacto Sykes – Picot tras la caída del Imperio Otomano, se sumaron algunos litigios, como por ejemplo el aprovechamiento de los recursos del río Éufrates y por último, aunque no menos importante, por el supremacismo de la doctrina neo-otomanista ideada por el equipo de Erdogan.

Cabe suponer que en los próximos años los destinos de Siria estarán en manos de Rusia, Turquía e Irán, países con intereses divergentes que aprovecharán al máximo el vacío creado  por la precipitada e inoportuna retirada de Norteamérica. Pero como Donald Trump es tan impredecible…

sábado, 26 de octubre de 2019

Siria: los aliados de Putin - Irán (I)


Tras la retirada parcial de las tropas estadounidense estacionadas en Siria - si bien los asesores militares abandonaron sus bases, Washington pretende mantener un reducido contingente encargado de proteger los yacimientos petrolíferos de la zona, controlados por Norteamérica desde hace ya algún tiempo – Rusia se ha convertido en la principal potencia protectora del régimen de Damasco. De hecho, el Kremlin no tardó en exigir al actual inquilino de la Casa Blanca la rápida evacuación de los guardianes del oro negro sirio, sabiendo positivamente que la solicitud tropezará con el contundente rechazo por parte de la Administración Trump.

Los estrategas rusos, ganadores de esta compleja partida de ajedrez que tiene por escenario el territorio de un país otrora independiente, cuentan en este inacabable conflicto con numerosos aliados y vasallos. Aliados circunstanciales y vasallos permanentes: la guerra les une, las ideologías les separa. Es este el caso de los dos principales protagonistas de la mal llamada guerra civil: Irán y Turquía.
   
Desde el estallido de la guerra, en marzo de 2011, Irán y Turquía han estado en bandos opuestos; Teherán y Moscú desempeñando un papel fundamental en la supervivencia del régimen de al Assad y Ankara instando a su derrocamiento y apoyando la  rebelión.

Si bien la decisión de Erdogan de invadir el territorio kurdo en Siria llevó al presidente iraní, Hasán Rouhani, a condenar la ofensiva militar, considerando que ésta aumentaría la inestabilidad regional, los máximos exponentes del estamento militar de Teherán estiman que el operativo bélico de Ankara podría redundar – a medio o largo plazo – en potenciales beneficios para los intereses de su país.

Irán nos ha suministrado armamento y equipos desde el comienzo de la guerra, recordaba Bashar al Assad en una reciente entrevista televisiva, aludiendo a la ayuda militar, financiera y política recibida de la república islámica.

Los estrategas iraníes no disimulan su interés en expandir el radio de acción de su controvertida política internacional. En ese contexto, la invasión turca les plantea serias dudas. Pero Teherán no quiere arriesgar su relación con Ankara, que le permite eludir las sanciones económicas estadounidenses y le brinda la oportunidad de seguir suministrando su gas natural a los países europeos. La mejor opción consiste, pues, en…emular el ejemplo de Turquía.
 
Paralelamente al operativo turco, Irán lanzó una ofensiva de gran envergadura en las inmediaciones de la frontera con el país otomano. A la infantería y los carros acorazados se sumaron unidades especializadas en la lucha antiterrorista acantonadas en Siria, donde Irán tiene alrededor de 70.000 combatientes.

Nuestra Fuerza Basij cuenta con 42 brigadas y 138 batallones, confesaba el general Hossein Hamedani, comandante del cuerpo expedicionario iraní, al que se sumaron miles de voluntarios afganos y paquistaníes.

Los objetivos de la actual ofensiva iraní: dejar constancia de su preparación ante los turcos y acallar las protestas de la minoría kurda de Azerbaiyán, que condena la pasividad de los muyahidín ante una posible campaña de limpieza étnica llevada a cabo por las tropas de Erdogan. 
   
Por último, aunque tal vez lo más importante: el despliegue en la zona de las milicias sunitas apoyadas por Turquía, que podrían limitar la maniobrabilidad de los iraníes. Junto al ejército turco combaten algunos grupos salafistas-yihadistas, como Hay’at Tahrir ash-Sham, Jaish al-Islam o Suqour al-Sham. Estas milicias, derivadas del tronco de al-Qaeda, perciben al Islam chiita como una herejía que conviene combatir.

También hay otro factor que explica, aunque no justifica, la presencia iraní: se trata de la dimensión étnico-nacional. Las aspiraciones nacionales de la minoría kurda plantean un gran desafío a los cuatro países de la región que cuentan con población kurda: Irán, Irak, Turquía y Siria. El precedente del territorio autónomo kurdo en Siria resulta inaceptable para el establishment iraní, que aún recuerda el levantamiento que llevó a la creación, en enero de 1946, de la República de Mahabad.

A pesar de los intentos de Teherán de apaciguar a su minoría kurda, estimada en unos ocho millones de personas, se registraron numerosas protestas anti turcas en todo el país.  Las manifestaciones llevaban un mensaje de unidad con los kurdos de Siria: Rojava, estamos contigo. (Rojava es el nombre del Kurdistán sirio). Los ayatolás temen que el proyecto de un Gran Kurdistán y los sentimientos de afinidad nacional entre kurdos podría dar lugar a disturbios étnicos, que se sumarían a la oleada de protestas de sus compatriotas iraníes que llevan ya algún tiempo desafiando a los ayatolas con el slogan: Marcharos de Siria; pensad en nosotros.

Como lo señalábamos anteriormente, la ofensiva turca podría promover los intereses de los gobernantes de Teherán. Con las unidades turcas en el noreste de Siria, una presencia iraní en la zona podría considerarse legítima. A pesar de la coordinación táctica entre Irán, Rusia y Turquía, el deseo de Ankara de expandir su "zona de seguridad"podría ayudar a Irán a alcanzar el ansiado corredor terrestre que ha estado tratando de establecer durante años desde la frontera noroeste de Irán, pasando por Irak y el territorio sirio, hasta el Mediterráneo.

El régimen iraní confía en que la comunidad internacional centre su interés en la agresión turca o la lucha contra el Estado Islámico para poder expandir su control sobre la región, con el objetivo de alcanzar la frontera de su archienemigo: ¡Israel!

miércoles, 23 de octubre de 2019

Turquía – ¿futura potencia nuclear?


Dos destacados miembros del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, Jim Risch y Robert Menéndez, han presentado una enmienda que contempla la aplicación de sanciones contra el régimen de Ankara a raíz de la invasión del Norte de Siria. Asimismo, el proyecto prevé restricciones a la venta de armamento a Turquía, la imposición de sanciones contra funcionarios turcos y contra los Gobiernos que suministran material bélico a las fuerzas armadas que participan en la ofensiva contra las milicias kurdas abandonadas por Washington.

Detalle interesante: los senadores no dudan en cuestionar la participación futura de Turquía – miembro fundador de la OTAN - en las estructuras de la  Alianza Atlántica.

La ofensiva de los legisladores norteamericanos coincide con la publicación en la prensa neoyorquina de inquietantes informes sobre la posible adquisición de armas atómicas por parte de Turquía. En efecto, el prestigioso rotativo The  New York Times asegura que el presidente Erdoğan ambiciona convertir su país en una nueva potencia nuclear.

La información, difundida recientemente por redes de comunicación transatlánticas que mantienen estrechos vínculos con los servicios de inteligencia israelíes, no carece de fundamento. El propio Erdoğan aludió durante su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, a los Estados que no disponen de armamento nuclear. Unas semanas más tarde, el presidente turco aprovechó la celebración de una reunión de su partido – AKP -  para hacer hincapié en el hecho de que le parecía inaceptable que los estados que tienen arsenales nucleares prohíban a Turquía obtener sus propias armas atómicas.

Recordemos que la decisión de Ankara de adquirir de sistema antiaéreo de defensa antimisiles ruso S-400 y la intervención militar en Siria ha afectado seriamente sus relaciones con los países de la OTAN y, ante todo, con el hasta ahora incondicional aliado: los Estados Unidos.
  
La incapacidad de Washington y de sus aliados europeos de frenar el operativo bélico turco  en las áreas ocupadas por las Fuerzas Democráticas Sirias Kurdas pone de manifiesto la debilidad de Occidente a la hora de preconizar medidas contra Turquía. Por otra parte, ese estado de cosas demuestra la escasa capacidad de persuasión de los miembros de la OTAN para evitar que Ankara adquiera armas atómicas o inicie su propio programa nuclear.

Estiman los estrategas que la compra o la producción de armas nucleares por parte de Turquía podrían desembocar en un grave peligro para la estabilidad de las ya de por sí frágiles relaciones internacionales, ya que la imprevisibilidad de la política de las autoridades de Ankara conlleva un importante factor de riesgo.

Conviene señalar que Turquía ha estado desarrollando durante años tecnologías nucleares  que podrían emplearse para la fabricación de armamento nuclear. Según el New York Times, el país dispone de reservas de  uranio y está construyendo – en cooperación con Rusia - reactores atómicos.
John Hamre, presidente del Centro de Estudios Estratégicos Internacionales, estima que Turquía podría tratar de emular el ejemplo de Irán, logrando el mismo potencial nuclear que su satanizado vecino.

Por otra parte, The  New York Times recuerda que la gigantesca base militar de Incilrik almacena  bombas nucleares tácticas estadounidenses B61. A pesar de que las instalaciones  están utilizadas por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, la base pertenece a Turquía. Un posible enfriamiento de las relaciones entre Ankara y Washington podría conducir a acciones imprevistas por parte del Gobierno turco.

Por último, aunque no menos importante, es el acercamiento de Turquía a la Federación Rusa, las buenas relaciones entre Recep Tayyip Erdoğan y Vladimir Putin, su complicidad a la hora de abordar la cuestión siria. Cierto es que el inquilino del Kremlin se siente más comprometido con el régimen de Bashar al Assad, que facilita la presencia de instalaciones militares rusas en su territorio. Pero el zar Putin puede permitirse el lujo de… jugar a dos barajas.

sábado, 12 de octubre de 2019

Operación Manantial de Paz – la “traición” de Donald Trump


Donald Trump lo dijo claramente: la decisión de los antiguos inquilinos de la Casa Blanca de intervenir en Oriente Medio resultó ser la peor iniciativa de los Estados Unidos. Obviamente, el avispero meso-oriental dificulta los planes del multimillonario convertido en político o, mejor dicho, del aspirante a político obsesionado por los negocios.

A veces, las cosas se tuercen; un buen ejemplo del fracaso diplomático del clan Trump es el malogrado acuerdo de paz para Oriente Medio – el Acuerdo del Siglo – que no convenció a israelíes ni a palestinos, pese al incondicional apoyo del fiel aliado de Washington en la región: Arabia Saudita. Sin embargo, los saudíes no están en condiciones de imponer su voluntad a las demás naciones de la zona: el enfrentamiento con Irán, faro chií del Islam moderno, ha ensanchado la brecha existente entre las dos grandes corrientes del mahometismo. Hoy en día, el país de los ayatolás cuenta con numerosos seguidores en el espacio árabe-musulmán. Es un hecho novedoso, que los islamólogos estadounidenses, véase occidentales, tardarán en asimilar.

Cuando los actores deciden modificar el guion de la obra sobre la marcha, el desenlace puede ser dramático. Esta fue, al parecer, la percepción de muchas Cancillerías occidentales tras el anuncio de la retirada de las tropas estadounidenses estacionadas en el noreste de Siria, cuya presencia obstaculizaba el inicio de un operativo bélico de gran envergadura por parte del Ejército turco, encargado de acabar, de una vez por todas, con el llamado terrorismo kurdo.
  
Aparentemente, el operativo contaba, desde el pasado mes de agosto, con el visto bueno de Donald Trump, quien avaló la creación de una zona tampón de 480 kilómetros de largo y 30 kilómetros de ancho entre la frontera turca y el territorio sirio situado al Este del Éufrates. Un espacio que debía convertirse en el hogar de los refugiados asentados en Turquía.

En la región, controlada hasta ahora por las milicias kurdo-sirias, se hallaban varias instalaciones militares estadounidenses. La decisión de Trump de dar por terminada la guerra contra el derrotado Estado Islámico cambió radicalmente los datos del problema. Los militares norteamericanos abandonaron precipitadamente sus bases. Lo que siguió en harto conocido.

Recordemos que los kurdos sirios que integran las Unidades de Protección Popular (YPG) lucharon junto con los norteamericanos contra los yihadistas del Estado Islámico. Más aún: las milicias de YPG se encargan de custodiar a los 12.000 combatientes islámicos hechos prisioneros durante los combates de los últimos 24 meses. Curiosamente, asimilados por las autoridades de Ankara a los guerrilleros del PKK turco, corren el riesgo de convertirse en blanco de las tropas que participan en la operación Manantial de Paz.

Ante la sorpresa, la preocupación, cuando no la ira de los congresistas estadounidenses, el Presidente optó por corregir el tiro, amenazando a su frívolo aliado Erdogan. Si Turquía decide emprender acciones que superen los límites de lo permitido, yo con mi gran e inigualable sabiduría, procederé a la destrucción total de su economía,  advirtió el inquilino de la Casa Blanca.

La respuesta del Presidente turco fue igual de contundente: Seguiremos adelante (con la acción militar) pase lo que pase y pese a quien pese. A los países de la UE les dirigió la siguiente advertencia: Si os atrevéis a criticarme, abriré las fronteras dejando pasar a los millones de refugiados  que custodiamos… Más claro…

Ante la retirada estratégica de Norteamérica, que prefiere enviar refuerzos a Arabia Saudita, permanecen en el ensangrentado tablero sirio actores cuyos intereses son muy a menudo divergentes:  la Unión Europea, Irak, Irán y Rusia.

Mientras Irán defiende la presencia de sus brigadas de muyahidines en la zona – Siria y Líbano – Rusia se ha convertido en el valedor del régimen de Bashar al Assad. Irak trata por todos los medios de proteger su frontera; la UE mantiene su habitual postura ambigua. Pero todos, absolutamente todos, acusan a Norteamérica de… ¡traición!

Traicionar a los kurdos, a los sirios, a los aliados… Olvidan, probablemente la famosa frase de John Foster Dulles, Secretario de Estado con Eisenhower, atribuida años más tarde al maquiavélico  Henry Kissinger: Estados Unidos no tiene aliados; sólo tiene intereses.