Las
cámaras de la CNN se dedican a hacer un discreto barrido del Despacho
Oval de la Casa Blanca. Detectan – en un rincón – a los protagonistas de la
noticia del día: el presidente Trump y el líder islamista moderado sirio
Abdulkadir al-Golani, más conocido últimamente como Ahmed Sharaa, exjefe del
Estado Islámico en el norte del país, región controlada por el ejército estadounidense,
que alberga importantes yacimientos de petróleo.
Estás
muy elegante, afirma
el Coloso (apodo de Trump empleado ad nauseam por los periódicos
de Europa oriental). Me encanta tu traje: ¿procede de Saville Row? pregunta,
al retirar discretamente un par de pelos de la chaqueta de su huésped.
No,
está confeccionado en mi país. Tenemos muy buenos sastres en Damasco, responde el dictador (ay, perdón:
el nuevo presidente interino del Estado Sirio).
Por
cierto; tendríamos que hablar de… Las
cámaras de televisión se alejan.
Nadie
se preguntó qué hacía el exjefe del Estado Islámico en la Casa Blanca. Hace
unos meses, cuando el presidente Bashar el Assad tuvo que abandonar Siria, el
nombre de Abdulkadir al-Golani figuraba aun en la lista negra del FBI y
de un sinfín de servicios de inteligencia occidentales. Cuando el nuevo hombre
fuerte de Damasco anunció que tenía intención de visitar las capitales
occidentales, los gobernantes se encontraron con el dilema: ¿vamos a recibir
a un terrorista fichado por nuestros servicios? La respuesta fue sí.
El primer país que levantó la veda fue Francia. Por afinidades históricas o
por la tibieza de Emmanuel Macron. Los demás europeos – tanto comunitarios
como no comunitarios – siguieron. La seguridad del Viejo Continente es importante,
pero cuando se trata de suministros de petróleo…
Pero,
¿qué llevó a este cambio de imagen? ¿Cómo se convierte un líder islamista sanguinario
en un político moderado? Curiosamente, la respuesta procede de un diplomático estadounidense,
Robert Ford, antiguo representante de Washington en Siria, quien admite haber
ayudado al cambio de imagen del jefe del Estado Islámico. Ford, confiesa haber
participado - junto al servicio secreto británico MI6 - en un proyecto para sacar
al líder del Estado Islámico en Siria del mundo del terrorismo y llevarlo a la
política. Según Ford, en 2023, una
ONG británica (excelente tapadera para el MI6, lo invitó a colaborar en esta reconversión.
Acabó reuniéndose personalmente con Golani, quien reconoció que las tácticas
brutales empleadas por el Estado Islámico en Irak no sirven cuando se trata de
gobernar a cuatro millones de personas. Sin embargo, el islamista jamás se
disculpó por los atentados cometidos por su organización en Irak o en Siria.
Las
declaraciones de Ford revelan lo que muchos analistas sospechaban: Occidente ya
no elimina a los extremistas, los recicla cuando conviene a sus intereses
geopolíticos. En sus palabras, ayudamos a llevarlos del mundo del terrorismo
al de la política. Lo que recuerda,
extrañamente, la lógica del excpcionalismo estadounidense de los años 60 al
tratar de definir las relaciones con los dictadores latinoamericanos. Sí, serán
unos bastardos, pero son nuestros bastardos.
Hace
unas semanas, cuando la aviación israelí bombardeó varios lugares estratégicos de
Damasco, Trump lanzó una advertencia directa a Tel Aviv contra la desestabilización
de Siria y su nuevo liderazgo.
Es
muy importante que Israel mantenga un diálogo fuerte y verdadero con Siria, y
que no ocurra nada que interfiera en la evolución de Siria hacia un Estado
próspero, escribió
Trump, quien impulsa un pacto de seguridad entre Israel y Siria desde que la
coalición islamista de Al Sharaa derrocó, hace un año, al presidente Bashar
al-Assad.
A
buen entendedor…
