viernes, 21 de agosto de 2020

Cortinas de humo


La noticia pasó casi inadvertida. Los comentarios, la abundante cobertura televisiva, la airada condena internacional brillaron esta vez por su ausencia.  La aviación israelí atacó la Franja de Gaza el mismo día en que Donad Trump anunciaba el acuerdo sobe la “normalización de relaciones” entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos ¿Pura casualidad?
El operativo contra los llamados objetivos estratégicos está supervisado por el Ministro de Defensa israelí, Benny Gantz, el general en la reserva que dirigió, en 2014, la Operación Margen Protector, destinada a erradicar la estructura militar de Hamas en la Franja de Gaza. Benny Gantz alternará el cargo de Primer Ministro de Israel con Benjamín Netanyahu en noviembre de 2012. ¿Otra casualidad?
Lo cierto es que mientras el actual Primer Ministro hebreo se comprometía a aplazar la anexión de una tercera parte del territorio de Cisjordania en aras del “acuerdo histórico” con los Emiratos Árabes, el ejército seguía asestando golpes a la resistencia gazatí. Hamas – afirman los estrategas de Tel Aviv – depende de la ayuda financiera de otro país del Golfo Pérsico, Qatar, enemigo de la monarquía saudita y rival de… los Emiratos Árabes.  Por si fuera poco, Qatar mantiene inmejorables relaciones con la República Islámica de Irán, adversaria del “Gran Satán” (Estados Unidos) y del “Pequeño Satán” (Israel). ¿Afectará la presencia de una misión diplomática israelí en los Emiratos la estabilidad de las instituciones qataríes? Hoy por hoy, la hipótesis parece poco plausible. Sin embargo…
La decisión de los Emiratos Árabes causó un gran revuelo en el mundo musulmán. La catedrática palestina Hanan Ashrawi, miembro de la Ejecutiva de la OLP, acusó a los emiratíes de haber traicionado la causa palestina por “unas migajas”. Sustanciosas y suculentas “migajas” provenientes de la Casa Blanca… Por su parte, el Ministerio turco de Asuntos Exteriores califico de “extremadamente preocupante la iniciativa de los Emiratos Árabes, que desautoriza en Plan de Paz elaborado por la Liga Árabe en 2002, que cuenta con el apoyo de la Organización de Cooperación Islámica, engendro controlado desde hace tiempo por los sucesivos Gobiernos de Ankara. En efecto, para Turquía, país musulmán cada vez más volcado hacia el islamismo, la decisión de los emiratíes tiende a ignorar la voluntad del pueblo palestino.
¿Abandonar a los palestinos? En efecto, muchos países árabes productores de petróleo, empezando por Arabia Saudita, coquetean con la idea de “cerrar el grifo” a los palestinos. La ayuda económica, la tan cacareada solidaridad les ha costado cara y, además, les ha hecho perder puntos en el desigual diálogo con Washington. Y más aún, durante el mandato de Donald Trump, el multimillonario que prefiere respetar sus compromisos con la comunidad evangélica (proisraelí) y con los círculos sionistas norteamericanos.
Para Jared Kushner, yerno de Trump encargado de esbozar el “Acuerdo del Siglo” – léase los acuerdos de paz entre Israel y sus vecinos árabes – los palestinos, que rechazaron el tratado con los Emiratos Árabes, padecen de analfabetismo político. Cierto es que Kushner, cuya familia tiene importantes intereses económicos y financieros en Israel, no se dignó en consultar con los palestinos su proyecto de acuerdo. Su lema: la paz entre israelíes y árabes favorecerá a los palestinos.
La misma tesis fue desarrollada por el Ministro de Estado para Asuntos Exteriores de los Emiratos Árabes Unidos, Anwar Gargash, quien aseguró que el establecimiento de relaciones diplomáticas con Tel Aviv beneficiará también a la comunidad palestina. ¿Y la brecha en la unidad árabe a la hora de defender los intereses de sus hermanos palestinos? La causa palestina. Se trata, en realidad, de un concepto anticuado, que se desmorona ante los nuevos y tentadores proyectos ideados y servidos en bandeja de plata por los magos de Wall Street. ¿Convertir el Cercano Oriente en una zona de prosperidad? ¿Tener libre acceso a la tecnología puntera de Israel? ¡Por qué no! Si otros países de la región, como por ejemplo Bahréin y Omán, decidiesen arrimar el hombro, la experiencia podría resultar mucho más atractiva. El reino wahabita no se atreve a dar el paso; consideran que el andamio sigue siendo demasiado… frágil.
En realidad, Arabia Saudita no tiene interés alguno de involucrarse en el proceso. Riad sigue dirigiendo el guion pactado con Washington desde un segundo plano, velando por sus propios intereses. Porque hay más, mucho más…  La enemistad entre la Corona saudí y el régimen teocrático de Teherán, entre el Islam sunita y su rama chiita emerge como el telón de fondo de la versátil situación del Golfo Pérsico. Después de los ataques perpetrados hace unos meses contra las instalaciones petrolíferas saudíes, Riad no oculta su intención de castigar a los iraníes. Pero hay otro país en la zona interesado en hostigar a los ayatolás: Israel. En efecto, desde hace más de veinte años, los sucesivos Gobiernos de Tel Aviv advierten sobre la amenaza nuclear iraní. ¿Soluciones? Bombardear a Irán. No, no se trata de una propuesta descabellada. En las últimas décadas, la aviación israelí arrasó las instalaciones nucleares iraquíes y sirias. Los operativos se llevaron a cabo con sumo sigilo. En el caso de Irán, los israelíes tropiezan, sin embargo, con el veto de la Casa Blanca y de otros poderes interesados en mantener la cooperación tecnológica con Teherán. Tal vez por ello, al anunciarse la noticia del acuerdo entre Tel Aviv y Doha, algunas cabezas pensantes coincidieron en que se trataba de un primer paso hacia la creación de una alianza estratégica regional destinada a hacer frente al peligro nuclear iraní. Sin embargo, Israel, Arabia Saudita, Norteamérica y los países del Golfo se apresuraron en desmentir los supuestos rumores.  
Pero no se trataba de simples rumores. Quien rompió definitivamente el silencio fue el teniente coronel Raphael Ofek, asesor militar del Primer Ministro israelí, quien elaboró un documento de trabajo titulado El programa nuclear iraní como catalizador del acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Más claro…
Washington y Jerusalén han cooperado durante mucho tiempo en el esfuerzo por frustrar las ambiciones nucleares y los planes imperialistas de Irán, señala el documento, haciendo hincapié en el hecho de que los estados del Golfo no disimulan su inquietud ante los avances del régimen islamista de Teherán. Pero no fue sólo la amenaza nuclear iraní que condicionó la firma del acuerdo de paz con Israel. Los Emiratos Árabes Unidos, al igual que otras monarquías del Golfo, consideran a Israel como una potencia regional militar y tecnológica, cuya ayuda y apoyo debe buscarse.
Para la Administración Trump y, ante todo, cara a las próximas elecciones presidenciales del mes de noviembre, resulta sumamente importante tratar de posicionar al aliado israelí como factor estratégico en Oriente Medio.
Es obvio que, si Donald Trump consigue un segundo mandato presidencial, el régimen de los ayatolás será uno de sus primeros clientes. Hoy por hoy, su lema es: si quieres la guerra, firma la paz.
Mientras, los proyectiles siguen cayendo sobre Gaza. La anexión de Cisjordania… No, Netanyahu no renuncia a ella. La llamada paz de los pragmáticos es una simple cortina de humo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario