De hipócritas tildaron algunos los medios de comunicación de Europa
oriental las palabras de Vladimir Putin, al afirmar este que Rusia no tenía intención de ser una superpotencia
mundial. Inútil recordar que la Federación rusa, heredera de la extinta
URSS, sigue siendo una de las naciones más poderosas de la Tierra.
Las declaraciones de
Putin, recogidas por el rotativo alemán Bild
Zeitung en la primera semana de enero, coincidían extrañamente con la
publicación de la nueva Estrategia de Seguridad de Rusia, un documento que
contiene una serie de advertencias dirigidas al establishment de Washington y de la Alianza Atlántica e indica un
innegable cambio de rumbo en la política de defensa de Moscú.
En efecto, tanto el
tono como la argumentación han cambiado del otro lado de la primera línea del
frente. El Kremlin sostiene que el estacionamiento de nuevos efectivos de la Alianza
en los confines de Rusia refleja el deseo de Washington de ejercer su dominación
a escala planetaria, que conlleva, en este caso concreto, a una serie de presiones
políticas, económicas y militares contra el antiguo imperio de los zares.
Señala el documento
que la
expansión del potencial de la OTAN, así como el creciente protagonismo de
la Alianza a nivel mundial violan el espíritu del Tratado que rige las
relaciones entre la OTAN y Moscú. Más aún; la reciente activación de la
estructura militar del bloque presupone una amenaza directa para la seguridad
nacional del país.
Al pasar revista a las
opciones geopolíticas de los EE.UU., el documento hace especial hincapié en el
traslado hacia la región fronteriza de laboratorios
biológicos destinados a fines militares. Existe un gran peligro de
proliferación y utilización de armas químicas, que alimenta la incertidumbre
acerca de la presencia de armas biológicas y/o la capacidad de algunos países de
producirlos, estiman los estrategas moscovitas.
La nueva estrategia del
Kremlin parece una respuesta a las sanciones impuestas por Washington y
Bruselas contra Rusia tras la anexión, en 2014, de la Península de Crimea. Unas sanciones que, de paso sea dicho, han
generado más pérdidas a las economías de la UE – alrededor de 90.000 millones
de euros durante el período 2014-2015 – que a la economía rusa – 25.000
millones. Sin embargo, el informe subraya la necesidad de asegurar la
independencia alimentaria de Rusia.
También contempla la
nueva Estrategia un notable incremento del poderío militar y naval de la
Federación rusa. A partir de 2018, la Marina militar será dotada de nuevos
sumergibles, que disponen de modernísimos sistemas de control y comunicaciones,
difícilmente detectables por los servicios de vigilancia de la OTAN. Tampoco
podrán localizar los radares utilizados por el ejército de los Estados Unidos
los nuevos aviones de combate Sujoy PAK
FA o T – 50, capaces de despegar
desde la cubierta de los portaaviones.
Otra de las prioridades
sería el reforzamiento del papel desempeñado por los servicios de inteligencia.
Ello implica, según los estrategas, la capacidad de incidir de manera eficaz en
políticas planetarias.
Lo que de verdad preocupa
al Kremlin son las llamadas revoluciones
de colores, que representan un peligro
para la seguridad nacional. Alusión obvia a la revolución de Maidan y el derrocamiento del Presidente ucranio
Víctor Yanúkovich, obligado a abandonar el país tras las presiones ejercidas,
muy democráticamente, por Washington
y por Berlín.
Para Moscú, el
conflicto de Ucrania se ha tornado en una auténtica pesadilla. La consolidación de una ideología
nacionalista de extrema derecha, los esfuerzos deliberados de ofrecer una
imagen pública de Rusia – enemigo potencial – convierte a Ucrania en una fuente
de inestabilidad europea a largo plazo, señala el informe.
Además de temer por el
desmembramiento de la Federación, los posibles ataques contra la unidad y la
integridad territorial del país, la Estrategia denuncia los esfuerzos de Occidente
de obstaculizar la creación de la Unión Euroasiática, espacio
político-económico promovido por el Kremlin con miras a contrarrestar el peso
de la Unión Europea. Dichos esfuerzos, señala el documento, afectan de manera
negativa los intereses nacionales rusos.
Finalmente, al abordar
el tema de los refugiados, los autores de la Estrategia hacen hincapié en la vulnerabilidad del sistema de seguridad
de la región euro-atlántica controlada por la OTAN y la UE.
En resumidas cuentas,
el común denominador de las nuevas estrategias
de seguridad podría resumirse en una sola palabra: enemigo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario