Todo estaba cuidadosamente
preparado para convertir la solemne ceremonia de inauguración de la Embajada
estadounidense en Jerusalén en un sonado acontecimiento mediático. Ivanka Trump
y Jared Kushner ostentaban la representación del actual inquilino de la Casa Blanca, un crecido
Benjamín Netanyahu trataba de eclipsar, con su inconmensurable ego, la
presencia del Presidente de Israel, Reuven Rivlin; la plana mayor del Ejército
judío, fundamental pilar del Estado, recordaba que, en vísperas del 70
aniversario de su fundación, Israel sigue siendo un país en guerra. Una guerra
interminable, permanente, que tenía por escenario aquel día, la frontera con la
Franja de Gaza, de ese exiguo territorio superpoblado que el legendario David
Ben Gurion, primer jefe de Gobierno de Israel, tachaba, allá por los años 50,
de auténtica bomba de relojería.
La bomba estalló, muy
oportunamente, el día en que Trump regaló a Israel la capitalidad de Jerusalén,
el día en que los palestinos se aprestaban a celebrar la Naqba (la Catástrofe), fecha en la que se conmemora la expulsión de
los árabes tras la creación del Estado judío.
El balance de la protesta de Gaza
es harto conocido. La contundente intervención del Ejército judío arrojó un
saldo de 107 muertos y más de 10.000 heridos. Algo inimaginable en los peores
momentos de la primera Intifada. ¿La justificación de la severidad de la
tropa? Oficialmente, los disturbios de
Gaza fueron ideados por el movimiento terrorista
Hamas, que controla la Franja y teledirigidos por el régimen teocrático de…
¡Irán! Inevitable alusión al enemigo del Presidente Trump, a la bestia negra del establishment
político-militar de Tel Aviv.
Hemos perdido la batalla mediática; los palestinos se han apuntado otro
tanto, confesaba un alto mando del Ejército de Tel Aviv. Aparentemente, no
había comprendido que el verdadero campo de batalla se hallaba en Jerusalén, en
el faraónico escenario de la legación diplomática estadounidense. De hecho, fue
allí donde la bendición de Donald Trump desencadenó el conflicto que podría
desembocar en el resquebrajamiento de la Unión Europea.
Además de los tres Estados latinoamericanos
que optaron por trasladar sus respectivas legaciones de Tel Aviv a Jerusalén - Guatemala, Paraguay y Honduras – cuatro
países miembros de la Unión Europea – Austria, Republica Checa, Hungría y
Rumanía – estuvieron presentes en la inauguración de la Embajada estadounidense
en la Ciudad Tres Veces Santa, haciendo caso omiso de la normativa comunitaria,
que no reconoce la capitalidad de Jerusalén, decretada unilateralmente por
Israel en 1949. De hecho, casi todas las sedes diplomáticas permanecieron hasta
ahora en Tel Aviv, metrópoli designada como centro administrativo del Estado
judío en el plan de partición de la ONU de 1947.
El jefe de la diplomacia belga,
Didier Reynders, censuró el gesto de los cuatro rebeldes: Si queremos que
los europeos desempeñen un papel en la solución del conflicto de Oriente Medio, debemos tratar que Europa hable con una sola
voz, manifestó el ministro.
Conviene señalar que los rebeldes, los quintacolumnistas, pertenecen
al clan de los euroescépticos. Austria cuenta con un Gobierno populista; los
checos dirigen el llamado grupo de
Visegrad, que aglutina y gestiona el malestar provocado por las políticas
de Bruselas en los países de Europa Central y Oriental, los actuales dirigentes
de Budapest no disimulan su simpatía hacia la política del zar Putin, Rumanía
fantasea desde hace más de dos años con una estrepitosa salida de la Unión,
siguiendo el ejemplo británico.
¿Después de Brexit, Roxit? Ficticia o
real, la amenaza existe. A finales de la pasada semana, un medio electrónico
bucarestino reveló que durante la visita oficiosa
del presidente del Partido Socialdemócrata rumano, Liviu Dragnea, a Israel,
el primer ministro Netanyahu sugirió que los poderes fácticos podrían asumir, en caso del abandono de la Unión,
la deuda del país carpático con las instituciones comunitarias, asegurandole al
mismo tiempo el mantenimiento de la alianza estratégica con Washington. Al
regresar a Bucarest, Dragnea reclamó el traslado de la sede diplomática rumana
a… Jerusalén. Fue acusado, sin embargo, de alta traición y usurpación de cargo
público, ya que las decisiones en materia de política exterior incumben al Jefe
del Estado. Aún así, el Ministerio de Asuntos Exteriores asegura que los
aspectos jurídicos del posible traslado han sido estudiados; sólo falta
perfilar el modus operandi del cambio
de sede.
Sería prematuro hablar de una crisis
institucional en el seno de la UE. Mas
hay que reconocer que Washington o, mejor dicho, la actual Administración
estadounidense, no desea contar con una Europa fuerte.
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