Cazas F 26 de la Fuerza
Aérea estadounidense vuelan rumbo a Polonia. Aparentemente, para participar en
maniobras conjuntas con la aviación polaca. Dos barcos de guerra de la Sexta Flota
navegan hacia el Mar Negro. Visitarán las
instalaciones de las escuadras de Bulgaria y Rumania y llevarán a cabo
ejercicios conjuntos con las fuerzas navales de los dos países que se
enorgullecen de formar parte de la Alianza Atlántica. Pero en este caso
concreto, los gobernantes de Sofía y Bucarest no disimulan su inquietud; hay
quien estima aquí, en la extremidad oriental del Viejo Continente, que la
crisis de Ucrania podría desembocar en un enfrentamiento bélico de gran
alcance…
Pero no se preocupe,
estimado lector: la guerra de Crimea no tendrá lugar. Este conflicto, ideado y
orquestado por las superpotencias, sirve de cortina de humo destinada a ocultar
los verdaderos designios de quienes pretenden modificar los parámetros
estratégicos del planeta.
En realidad, la guerra
de Crimea empezó en 1991, poco después del derrumbamiento del imperio
soviético. Ucrania fue el primer país de la antigua URSS cortejado por la OTAN,
el primero en adherirse al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte, en formalizar
su presencia en el Partenariado para la
Paz. En las dos últimas décadas, las tropas ucranias participaron en las
operaciones y misiones de la Alianza. Pero las cosas se torcieron en 2008,
cuando los miembros de la OTAN invitaron a Georgia y a Ucrania – antiguos
territorios de la desaparecida Unión Soviética – a ingresar en la Alianza como
miembros de pleno derecho. El Kremlin frenó el ímpetu de los estrategas de Mons
(cuartel general de la OTAN), señalando que la integración de Ucrania en el
bloque militar occidental equivaldría a una acción
ofensiva. Los mandos de la Alianza optaron por congelar el proceso. Pero
los disturbios registrados en Kiev el pasado mes de noviembre sirvieron de
detonante para reactivar los planes de conquista diseñados por los estrategas
norteamericanos y europeos.
Conviene señalar que,
desde el punto de vista del reordenamiento de las estrategias planetarias, el
control de los confines europeos de Rusia reviste una importancia capital para
los designios de Washington. Los politólogos estadounidenses barajan la
hipótesis de un mundo tripolar, gobernado por Norteamérica, Rusia y China. Si
bien el interés de los tres grandes se centrará en la región del Pacífico,
cantera de potencias económicas emergentes, la presencia militar en las
regiones marginales, como por ejemplo la Europa oriental, constituye un factor sine qua non para el éxito del
operativo. Estados Unidos espera afianzarse en el Este europeo. Pero esta
opción implica también un cambio de estructuras socio-económicas de los países
de la región. En este caso, la economía de mercado vendrá de la mano de la
democracia. O viceversa… Lo cierto es que la UE no tardó en complacer a las
nuevas autoridades de Kiev, anunciando la concesión de una ayuda de emergencia
de 11.000 millones de euros. El Fondo Monetario, organismo poco altruista y
laxista, facilitará el resto – otros 20.000 millones – imponiendo sus impopulares reformas.
¿Y Crimea? ¿Cuál es el
porvenir de esta región autónoma, cedida por
Moscú en 1954 a Ucrania? Recordemos que el imperio zarista anexionó la
península en 1783. En la actualidad, la minoría rusa (¡que no rusófila!)
representa un 58 por ciento de la población. Un dato de poca relevancia para los gobernantes occidentales, quienes exigen
el respeto de la integridad territorial de
Ucrania. Ello presupone la retirada de las tropas estacionadas en Crimea y el
desmantelamiento de la gran base naval de Sebastopol, cuartel general de la
marina rusa en el Mar Negro, amén de otras desventajas económicas y
estratégicas para el Kremlin. En este caso concreto, los aliados crimeos de
Rusia decidieron jugar la baza del legalismo, anunciando la celebración
inminente de un referéndum sobre el porvenir de Crimea. Ficticia o real, la democracia juega a su favor.
Partiendo del supuesto
de que la guerra de Crimea no tendrá lugar, conviene plantearse la pregunta: ¿Y
el porvenir de Ucrania? Hace apenas un
año, el Secretario de Estado John Kerry afirmaba, en una reunión de empresarios
celebrada en Washington: “América
Latina es nuestro patio trasero (...) tenemos que acercarnos a ella de manera
vigorosa” ¿Y Ucrania?
¿De quién es este… patio trasero?
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