Los cimientos de la Fortaleza Europa empezaron a temblar en
agosto del pasado año, cuando la Canciller alemana, Angela Merkel, anunció la
suspensión del Reglamento de Dublín, compleja normativa jurídica que regulaba
el ingreso y la permanencia de refugiados sirios en la Unión Europea. Pocas
horas después del anuncio de Berlín, interminables columnas de personas
desplazadas emprendieron camino hacia Grecia, primer país comunitario situado
en los confines con el Cercano Oriente. En menos de seis meses, alrededor de un
millón de inmigrantes llegó a Europa, tierra de promisión para las víctimas de
los conflictos étnico religiosos de Siria e Irak. A los refugiados se sumaron inmigrantes
económicos afganos, paquistaníes, somalíes, magrebíes, deseosos de llegar a
Alemania, Suecia o Inglaterra. Alguien les había indicado que el paraíso
terrenal se hallaba en el Norte. A los inmigrantes, núcleos de aún inconfesados
yihadistas que buscaban nuevos escenarios para la pugna entre el Islam – la
llamada casa de la Paz – y Occidente
– la casa de la Guerra.
Quienes recuerdan los
flujos migratorios generados por la Segunda Guerra Mundial no dudan en hacer un
paralelismo entre los millones de refugiados europeos y las caóticas
formaciones de personas que recorren actualmente el Viejo Continente repitiendo
el mantra Alemania.
Resulta sumamente
difícil hacer un análisis objetivo de la situación creada por esa marea humana,
de las repercusiones socio-económicas de su presencia en suelo europeo, de los
aspectos culturales de su integración en una sociedad poco propensa a aceptar
las peculiaridades del otro, del ser
distinto que desconoce los códigos que rigen las normas de convivencia entre
europeos. En algunos países comunitarios, donde la religión católica está muy
arraigada, como Polonia o Hungría, por ejemplo, la llegada masiva de
inmigrantes mahometanos provocó un hondo malestar. Un ejemplo: las autoridades
polacas advirtieron que sólo aceptarían pequeños cupos de árabes cristianos.
Los musulmanes…
Detalle interesante:
la Administración Obama trata de convencer a los europeos que la llegada de
refugiados procedentes de Oriente Medio tendrá efectos benéficos para la
economía comunitaria. Algunos diplomáticos estadounidenses insinúan que Europa
necesitará más de veinte millones de inmigrantes en las próximas décadas. Y
advierten que las reacciones xenófobas registradas últimamente en algunos
países de Europa septentrional – Alemania, Suecia, Dinamarca – se deben ¡ay! a
la campaña de incitación al odio llevada
a cabo por los servicios secretos rusos, que emplean los viejos métodos de la
KGB.
Al inusual histerismo
del aliado transatlántico se suma la preocupación de algunos Gobiernos
europeos. Hace apenas unas semanas, el Gabinete de Angela Merkel encargó a los
servicios de inteligencia un informe sobre la posible participación de Rusia en
la campaña de desestabilización política en Alemania, así como la relación del
Kremlin con los movimientos populistas de extrema derecha. Por su parte, los
analistas políticos de la OTAN advierten: si el Frente Nacional capitaneado por
Marine Le Pen se alza con la victoria en las elecciones presidenciales
francesas, el responsable del fracaso de los partidos democráticos será…
Vladímir Putin.
Extraña manera ésta
de interpretar el origen de los acontecimientos. En resumen: Angela Merkel abre
la puerta a la inmigración masiva, Grecia se desentiende del control de sus
fronteras, pero el responsable del flujo migratorio está en el Kremlin.
¡Palabra de politólogo!
Por su parte, las
autoridades de Ankara no dudan en echar más leña al fuego, asegurando que los
bombardeos rusos contra objetivos del Estado Islámico en Siria constituyen una injerencia directa en la crisis de los
refugiados. El país otomano, que acogió en su suelo a más de dos millones de
personas desplazadas, recibirá de la UE alrededor de 6.000 millones de euros para
la custodia de los refugiados. Además,
Bruselas se compromete a suspender la obligatoriedad del visado para los
ciudadanos turcos que viajen al espacio Schengen y a reactivar las consultas
sobre la adhesión de Ankara a la UE.
Grecia, mero alfil en
este complejísimo tablero de la geopolítica germano norteamericana, no parece
muy propensa en asumir el papel de… campamento de refugiados de la Vieja Europa.
Huelga decir que al
aliado transatlántico le preocupa más en estos momentos el impacto de la futura
alianza entre Rusia y China. Y, por supuesto, el porvenir de su indomable
enemigo jurado: Vladimir Putin, encarnación
de todos los males. ¿Por qué será?
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