A Barack
Hussein Obama, cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, se le
recordará… ¿por? Hay quien estima que el segundo y último mandato del actual
inquilino de la Casa Blanca ha pasado el Ecuador con más sombras que luces. El
Presidente busca desesperadamente el equilibrio entre sus derrotas y sus
victorias para poder dejar huella en
la historia norteamericana.
Obama empezó
su carrera a la Presidencia de los Estados Unidos con un persuasivo Yes, we can (Sí, podemos). Una frase que
llenaba de optimismo a los ciudadanos de un país humillado por los ataques del
11 de septiembre, una gigantesca operación castigo contra el régimen talibán de
Kabul, que acabó en un atolladero, el fracaso de la intervención armada de
Irak, que engendró nuevos semblantes del radicalismo islámico. Yes, we can… Norteamérica estaba deseosa de olvidar el
sombrío pasado. Sus pobladores
apostaron, por vez primera, por un candidato afroamericano.
Apenas un
año después de su llegada a la Casa Blanca, el exsenador demócrata por Illinois
fue galardonado con el Premio Nobel por la Paz, por sus
esfuerzos para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre
los pueblos y su visión de un mundo
sin armas nucleares. Algunos politólogos no dudaron en tildar de
precipitada la decisión del Comité Nobel noruego. En efecto, durante la
presidencia de Obama los conflictos internacionales se multiplicaron. Las
turbulencias pusieron de manifiesto la fragilidad del hasta entonces
incontestable poderío de los Estados Unidos. Seis años después de aquel convincente Yes, we can, algunos analistas políticos
se dedican a poner en entredicho la gestión del Presidente.
A la hora de
evaluar los éxitos y los fracasos de la política de Obama, los medios de
comunicación procuran hacer hincapié en los aspectos positivos de ésta: el
acuerdo nuclear con Irán, que pretende evitar la proliferación de armas
atómicas en una de las regiones más inestables del planeta y la normalización
de las relaciones con Cuba, interrumpidas desde la década de los 60, pírrica
victoria del imperialismo yanqui sobre
el socialismo revolucionario castrista.
En ambos
casos, conviene estudiar con detenimiento el alcance de las medidas. El acuerdo
nuclear con Irán tendrá que contar con el visto bueno (y probable supervisión)
de las Cámaras, controladas por mayorías republicanas hostiles a la acción
exterior del Presidente y propensas a hacer suya la argumentación belicosa de
los halcones de Tel Aviv.
¿Sobrevivirá el acuerdo nuclear? Los dinamiteros de Washington y de Teherán
harán todo lo que esté en su poder para precipitar el naufragio.
La
normalización de las relaciones Estados Unido – Cuba ha tenido un gran impacto
a nivel continental. Sin embargo, sus detractores aseguran que se trata de un
mero intento de aislar al llamado grupo de países bolivarianos - Venezuela, Ecuador, Bolivia, ¿Argentina? – cuyos
gobernantes apuestan por la fuerte presencia rusa y china en el hemisferio Sur.
Ficticia o real, la amenaza se ha
convertido en la pesadilla de Washington.
Por su
parte, los detractores del Presidente (que son legión) prefieren destacar los
errores cometidos por Barack Obama desde su llegada a la Casa Blanca. Aluden al
fracaso de las mal llamadas Primaveras
árabes, el derrocamiento de Gadafi y el caos que se apoderó de Libia tras
la intervención de la OTAN, la caída de Hosni Mubarak, que dejó vía libre al
Gobierno liderado por los Hermanos Musulmanes, la crisis diplomática con
Israel, el fiel aliado de Washington
en la zona, el enfriamiento d las relaciones con Arabia Saudita, el otro incondicional de la política estadounidense,
la incapacidad de apreciar en su justo valor el poderío y, por consiguiente, el
peligro del Estado Islámico, el abandono prematuro de Irak y Afganistán, la
incomprensible permisividad frente al talente poco democrático del Presidente turco
Erdoğan…
Para Daniel
Pipes, politólogo republicano que defendió en su momento la política exterior
de George W. Bush, la doctrina de Obama
se resume en pocas palabras: buenas relaciones con los enemigos de los Estados
Unidos y frías con sus aliados.
Queda otra
incógnita: la postura de Barack Obama ante un posible enfrentamiento con Rusia
en el conflicto armado de Ucrania. En este caso concreto, las mayores
reticencias provienen de las capitales europeas: París y Berlín. Los
gobernantes del Viejo Continente prefieren la solución diplomática.
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