Cuatro años
después de su muerte, Osama Bin Laden vuelve a ser noticia. Y lo es por partida
doble: hace apenas unos días, el veterano periodista norteamericano Seymour
Hersh, autor de numerosos ensayos sobre los abusos cometidos por el ejército de
los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam o la ocupación militar de Irak,
publicaba en la prestigiosa London Review
of Books un amplio informe sobre la eliminación física del líder de Al
Qaeda, en el que denunciaba las falsedades de la versión oficial sobre
la muerte del multimillonario saudí. Según Hersh, la Administración Obama
ocultó deliberadamente una serie de datos que podrían comprometer las
relaciones de Washington con Paquistán y Arabia Saudí. Pocas horas después, la
Inteligencia Nacional estadounidense facilitaba al gran público un listado –
bastante incompleto – de los libros y documentos hallados en la biblioteca de
Bin Laden en su refugio de Abbottabad. ¿Simple casualidad? Los portavoces de la
CIA insisten en que los hechos no están relacionados.
Pero
procedamos por partes. La investigación
llevada a cabo por Hersh detecta una
serie de incoherencias, véase inexactitudes, en el relato oficial de la Casa
Blanca. Es falso, señala el
periodista, que los generales Ashfak
Parvez Kayani, jefe del Estado Mayor del ejército paquistaní, y Ahmed Shuja
Pasha, director de los servicios de inteligencia, no hayan sido informados
sobre la misión de la unidad de élite de la Marina encargada de eliminar a Bin
Laden. Ambos estaban al tanto de la
presencia del líder de Al Qaeda en el país; ambos sabían dónde estaba recluido
el rehén Bin Laden. De hecho, Osama contaba con la complicidad y la protección
del estamento castrense paquistaní. El jefe de Al Qaeda fue detenido a
comienzos de 2006 por los agentes del Servicio de Inteligencia de Islamabad
(ISI), quienes lo trasladaron a Abbottabad, pequeña localidad situada a tres
kilómetros de la Academia Militar de Paquistán y a unos minutos de la base ultrasecreta
de Tarbela Ghazi, centro de formación de oficiales de la inteligencia militar. Aparentemente, los paquistaníes estaban
dispuestos a negociar la entrega de Bin Laden a las autoridades
norteamericanas. Pero el toma y daca no llegó a materializarse.
A mediados
de 2010, un alto cargo del ejército de Paquistán facilitó a la CIA detalles
acerca del escondite del saudí. A cambio, eso sí, de la recompensa de 25
millones de dólares ofrecida por Washington a los informadores. Al comprobarse
la veracidad de los datos, el militar fue trasladado junto con sus familiares a
Washington. En comparación con Roma, Norteamérica paga a los espías…
Durante
meses, los servicios de lucha antiterrorista estuvieron barajando las posibles
opciones para la eliminación de Bin Laden. Se descartó la utilización de armas
antibúnker o el envío de drones. Cuando Washington se decantó por la operación
aérea, los estrategas llegaron a la
conclusión de que necesitaban el apoyo logístico de Paquistán. No fue una
decisión precipitada; el general Shuja Pasha se había entrevistado en numerosas
ocasiones con su homólogo de la CIA. Curiosamente, tanto los paquistaníes como
los norteamericanos temían una hipotética intervención de los servicios de
inteligencia saudíes, que habían
protegido a Bin Laden en todo momento, desde su marcha a Afganistán hasta la
reclusión en Abbottabad.
Según Hersh,
tanto el Estado Mayor como el Servicio de espionaje militar paquistaníes
participaron – directa o indirectamente – en la operación aérea. Detalle
interesante: los militares que custodiaban la residencia del saudí fueron retirados un par de horas antes del
inicio del operativo. Por si fuera poco, toda la información relativa a la actuación
del comando de marines fue eliminada
de los ordenadores del Pentágono. El expediente pasó a la base de datos confidenciales
de la… CIA.
También
asegura el periodista norteamericano que el funeral
islámico celebrado a bordo del buque
de guerra Carl Vinson jamás tuvo
lugar. ¿Y el entierro en alta mar? El autor de esas líneas dudó de la veracidad
de la versión oficial.
Algunos
medios de comunicación estadounidenses critican a Hersh por no haber facilitado
la identidad de sus informadores. Pero ¿acaso alguien conoció la verdadera
identidad de Garganta Profunda, la misteriosa
fuente de información que desató el caso Watergate?
La Oficina
de Inteligencia Nacional nos ofreció, por su parte, un breve esbozo de lo que
parece haber sido la biblioteca de Osama Bin Laden. Con los inocentes comentarios de la casa, que
insinúa que el saudí estaba interesado en desestabilizar la economía francesa,
provocando una reacción en cadena en el mundo industrializado. Los demás títulos
desclasificados reflejan el interés del líder de Al Qaeda por la geopolítica.
Extraño, ¿verdad? Hasta los terroristas leen. Y, al parecer, leen mucho…
No hay comentarios:
Publicar un comentario