“Mi objetivo
es tener un Estado palestino”. Con esas palabras se estrenó la nueva Alta
Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mongherini,
socialdemócrata italiana que ostentó durante unos meses el cargo de jefa de la
diplomacia de su país.
Esa
politóloga de 41 años de edad tiene la nada desdeñable tarea de coordinar la
política exterior de los 28 miembros de la Unión, lograr que Europa llegue a
adoptar medidas comunes y concertadas, que la UE hable con una sola voz en los
foros internacionales. Algo que parecía difícil, cuando no imposible, durante
el mandato de su antecesora, la baronesa británica Catherine Ashton, una
burócrata sin conocimiento alguno de los entresijos de la diplomacia. Ashton
limitó su actuación a los Balcanes, apuntándose el éxito del acuerdo sobre la
normalización de las relaciones entre Serbia y el enclave secesionista de
Kosovo. También desempeñó un papel importante en la preparación del convenio
sobre la supervisión del programa nuclear iraní, negociado por las grandes
potencias – Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, China y Alemania. Pero
la baronesa trató de obviar la delicada situación de Oriente Medio – conflicto
israelo-árabe, la dramática situación de los pobladores de Palestina, las
repercusiones de las llamadas primaveras
árabes para la estabilidad en el Mediterráneo. Ficticia o real, su
incapacidad de abordar los problemas de la cuenca meridional del Mare Nostrum ha
convertido a Europa, primer socio comercial y primer donante en la región, en
mero espectador. Y ello, en un momento en que tres potencias regionales de
corte islámico – Arabia Saudita, Irán y Turquía – se disputan el liderazgo
geoestratégico en la zona.
Federica
Mongherini decidió realizar su primer viaje oficial a Israel y Palestina. La
nueva Alta Representante confía en que antes del final de su mandato, en 2019,
Palestina sea un Estado; un Estado reconocido por la totalidad de los países de
la Unión. Si bien es cierto que algunos de los miembros, como por ejemplo
Bulgaria, Chequia, Chipre, Hungría,
Malta, Polonia y Rumanía reconocieron el Estado palestino antes de su
incorporación al club de Bruselas, conviene
señalar que en los últimos años, y más concretamente después del operativo bélico
llevado a cabo por Israel en la Franja de Gaza en 2012, los socios comunitarios optaron por un endurecimiento de
su postura frente a las autoridades de Tel Aviv. En la declaración conjunta de
los miembros de la UE publicada al término de la ofensiva contra Gaza, se subraya por vez primera la necesidad
de contar con dos Estados – Palestina e Israel – y se condena, por ilegal la
política de colonización de los territorios ocupados.
Los cambios
registrados en la percepción comunitaria, tanto a nivel de la clase política
como de la opinión pública, coinciden con el fracaso sistemático de las consultas de paz patrocinadas por los Estados Unidos. Mientras las
iniciativas estadounidenses llevan de antemano su certificado de defunción, los
operativos bélicos del Gobierno israelí y la colonización permanente y
sistemática de Cisjordania y Jerusalén se convierten en respuestas habituales a
las innumerables propuestas de paz o diálogo ideadas por la diplomacia
estadounidense.
La
pasada semana, el nuevo Gobierno sueco provocó una auténtica tormenta al
reconocer unilateralmente a
Palestina. Se trata de una verdadera primicia, puesto que la postura oficial (y
ambigua) de Bruselas se escuda en la socorrida frase buscar una solución pactada que facilite la creación de un Estado
palestino junto al israelí. Pocas
horas después de la escandalosa decisión
de Suecia, los parlamentarios ingleses exigieron al primer ministro David
Cameron que reconozca el Estado palestino. Lo mismo sucedió en el Senado de la
República de Irlanda.
Actualmente,
el Estado judío cuenta con defensores en
el seno de la UE. Se trata de los Países Bajos, Dinamarca y Alemania, que
apoyan (casi) incondicionalmente la política llevada a cabo por las autoridades
de Tel Aviv. La postura de Francia, Inglaterra y España parece más… ambigua.
Las dos grandes potencias coloniales del siglo XX procuran ocultar sus verdaderos
designios. España, por su parte, sigue a la zaga de…
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