Muchos
fueron los errores de cálculo cometidos por el octogenario inquilino de la Casa
Blanca en política internacional o geopolítica planetaria. Empezando con la
caótica retirada de tropas estadounidenses de Afganistán, coincidiendo con el
inicio de su mandato, en enfrentamiento con el presidente Erdogan, que impuso
en veto de Ankara al ingreso en la OTAN de Suecia y Finlandia, cuyo “rescate”
le costó al Tesoro norteamericano la friolera de 13.500 millones de dólares, el
espectacular abandono de Arabia Saudita, que sucumbió a los cantos de sirena de
Pekín, sumándose sorpresivamente al bloque
de los BRICS, liderado por Rusia y China, potenciales enemigas de Washington, los
roces con algunos países comunitarios, que contemplan la creación de un sistema
de defensa europeo, el espaldarazo “incondicional” a las autoridades de Tel
Aviv ante la incursión en la Franja de Gaza.
Se trata,
qué duda cabe, de desatinos que la diplomacia estadounidense tendrá que
corregir, cueste lo que cueste, para preservar el papel hegemónico de los
Estados Unidos en el mundo. Lo contrario supondría una claudicación, el
reconocimiento implícito del estrepitoso fracaso de la tan cacareada Pax
Americana.
Durante
décadas, Norteamérica nos había acostumbrado a aceptar la dicotomía democracia
– soborno; todo se compra, todo se vende. Los países y sus gobernantes
tienen un precio. Lo que había funcionado en algunos países suramericanos, en
el “patio trasero” del Imperio, tiene que amoldarse al resto del mundo. Sin
embargo…
En el caso
del actual conflicto de Oriente Medio, la mal llamada guerra de Gaza, los
cálculos del presidente Biden no se ajustaron a la realidad. Lo que podía haber
sido una operación de castigo relámpago, dirigida contra los batallones de
Hamas, se tornó en una intervención militar prolongada del Ejército judío, en
un combate contra un enemigo invisible, que empleaba las viejas, aunque no obsoletas,
tácticas del Vietcong. Y todo esto, coincidiendo ¡ay! con una fecha clave para
el inquilino de la Casa Blanca: la celebración de las elecciones
presidenciales.
Joe Biden,
el aliado incondicional de Netanyahu en la lucha contra el terrorismo
palestino, necesita cuidar a sus electores, a sumar votos. Pero las
movilizaciones pro palestinas en los campus universitarios norteamericanos,
generadas por el rechazo a los métodos empleados por las tropas israelíes en la
Franja de Gaza, requieren respuestas transparentes por parte de la
Administración. Pese a las recientes desavenencias con el archiconservador
Netanyahu, poco propenso a aceptar las sugerencias del octogenario presidente,
Biden mantiene su inquebrantable apoyo a Israel.
Eso le va a
costar muchos votos, estiman los políticos demócratas, señalando que su principal contrincante,
Donald Trump, adopta una postura muy prudente frente al cisma social provocado
por la rebelión de los jóvenes.
Pero Biden
no rectifica. Reconoce la existencia del malestar en los campus, pero no
considera necesario pronunciarse al respecto. Su fiel escudero, Antony Blinken,
responsable de la política exterior de Washington, cosecha un sinfín de
fracasos durante sus giras por Oriente Medio. Hace unas semanas, al comprobar
el aparente rechazo de Hamas a la última propuesta de tregua de Tel Aviv y
Washington, Blinken contactó con el primer ministro de Qatar, Mohammed bin Abdulrahman
Al Thani, instándole que expulse a la plana
mayor de Hamas refugiada en el emirato si el movimiento sigue negándose a aceptar
las condiciones de la tregua, presentada en las conversaciones de El Cairo.
Extraña manera de solucionar una crisis internacional. Lejos quedan los tiempos
en los que un huraño doctor Kissinger conseguía el acercamiento entre
Washington y Pekín durante… un partido de ping-pong.
Al
desacierto de Antony Blinken se suma también la última amenaza de Netanyahu, quien
advirtió a la plana mayor de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que las
presiones ejercidas por el gobierno de Ramallah para que la Corte Penal Internacional
(CIP) emita órdenes de detención contra políticos hebreos podrían desembocar en
una ofensiva de Tel Aviv que conduciría al colapso de la Autoridad Palestina.
Huelga decir que en la solicitud cursada por la ANP figuran el propio
Netanyahu, su ministro de defensa, Yoav Gallant y el jefe del Estado Mayor del
Ejército, el teniente general Herzi Halevi.
Por ahora, tanto
Washington como Londres aseguran que no acatarán una hipotética orden de
arresto del CIP contra los dignatarios hebreos, que gozarán de una inmunidad
diplomática especial en sus desplazamientos en el extranjero.
De momento, la Corte Penal Internacional se limitó a emitir una segunda orden
internacional de detención contra… Vladímir Putin. Ya lo decía el padrecito
de todas las Rusias, José Stalin: Hay guerras justas y guerras que no lo
son…
La tan manoseada manía del imperio de querer globalizar el mundo bajo su mando despótico... Gracias Adrián.
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