Se rumorea que una
advertencia de última hora de los servicios de inteligencia rusos salvó la vida
del Presidente Erdogan durante la intentona golpista del 15 al 16 de julio. La
noticia no ha sido confirmada por las autoridades de Ankara. El propio Erdogan –
sultán de un país moderno recientemente islamizado – se limitó a confesar que
la información acerca de golpe se la había facilitado… ¡su cuñado! Algo así
como el no menos irracional “me he enterado por la prensa” que puso de moda un
afamado Presidente de Gobierno español.
Pero en Oriente todo es
posible. Lo irreal se convierte en concreto; lo metafórico, en material. Un
ejemplo: el 24 de noviembre del pasado año, un avión del Ejército del Aire
turco derribó un caza bombardero ruso en la frontera con Siria. El incidente desencadenó
una crisis sin precedentes: Moscú decretó sanciones contra Turquía; las
relaciones económicas e industriales quedaron congeladas, el turismo ruso,
totalmente interrumpido. No era un asunto baladí: el país otomano recibía anualmente
alrededor de dos millones de visitantes rusos. También quedaba en suspense el proyecto
del gaseoducto TurkStream, que
contempla el envío de 31.500 millones de metros cúbicos de gas natural a
Occidente a través del territorio turco, así como la construcción de la central
nuclear de Akkyu, una inversión de varios miles de millones de dólares.
Pero en Oriente todo el
posible. El sultán Erdogan pidió disculpas y el zar Putin las aceptó. Sólo faltaba un buen apretón de mano para
sellar las paces, para anunciar el inicio de una “nueva etapa” en las
relaciones ruso-turcas. El acercamiento pudo lograrse merced a la intervención discreta
de los estadistas caucásicos: el presidente de Kazajistán, Nursultan Nazarbaev,
y su homólogo de Daguestán, Ramazan Abdulatipov. Ambos tenían contactos
directos con Ankara y Moscú. El 24 de junio, el asesor de política exterior el
Kremlin recibió una misiva de Ankara, en la que Recep Tayyip Erdogan no sólo lamentaba
el incidente del 24 de noviembre, sino que pedía disculpas al dueño del
Kremlin. La carta se publicó unos días más tarde, el 27 de junio, en las dos
capitales, abriendo la vía a la reconciliación. De hecho, tras el reciente encuentro
de San Petersburgo, las aguas volvieron a sus cauces. Las dos partes anunciaron
la revitalización de la cooperación económica y comercial.
Y como en Oriente todo es
posible, hace apenas unas horas se supo que los pilotos turcos involucrados en
el derribo del caza ruso fueron detenidos por la autoridad militar. Se sospecha
que pertenecen a una célula “gülenista” y que el operativo estaba destinado a “desestabilizar
las relaciones entre Turquía y Rusia”. Pues
sí; sólo faltaba en este rocambolesco libreto el clérigo Fetullah Gülen,
cerebro oculto del golpe y responsable de todos los males que afectan actualmente
a Turquía.
Fetullah Gülen, del que
hablaremos en otra ocasión, reside en los Estados Unidos desde 1999. Se refugió
en Pensilvania cuando la justicia turca abrió una investigación relativa a las
finanzas de su imponente telaraña de empresas “Hizmet”. Desde el fracaso de la
intentona golpista, alrededor de 60.000 personas – militares, policías, jueces,
funcionarios públicos, catedráticos y periodistas – fueron detenidas o
separadas de sus respectivos cargos bajo sospecha de pertenecer a la “maléfica”
red de Gülen, organización que la prensa pro gubernamental turca acusa de
emplear símbolos masónicos o satanistas, de difundir el ideario de los Illuminati
y… de estar sometida al control de la CIA y del FBI. En ese contexto, no hay
que extrañarse si las autoridades decidan poner en cuarentena la base aérea de Incirlik, donde supuestamente se
entrenaron algunos golpistas. Sin embargo, al tratarse de la mayor instalación
militar utilizada por la OTAN en la guerra contra en Estado Islámico, cabría
preguntarse: ¿llegará a tachar el sultán de Ankara a Norteamérica de… Gran Satán? Es cierto:
estamos en Oriente, pero hoy por hoy ello parece poco probable.
Sin embargo, muchos
analistas políticos de la zona especulan con la posible creación de un eje
estratégico Moscú – Ankara – Teherán, un engendro que favorecería los designios
del Kremlin, aunque también de los ayatolás iraníes y… de otros vecinos de la
Madre Rusia. Lo importante es – y eso lo ha demostrado en encuentro de San
Petersburgo – aprovechar la tensión reinante en las relaciones entre Turquía, Norteamérica
y la Unión Europea.
No cabe duda de que la próxima
crisis será protagonizada, dentro de pocas semanas, por Ankara y Bruselas. De aquí a entonces, el sultán contará, muy
probablemente, con nuevos aliados.
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