domingo, 18 de septiembre de 2022

Historias de Samarcanda


No, las calles de Samarcanda no están desiertas. Es cierto que la fastuosa capital del imperio de Gengis Kan – el Gran Mongol - ha perdido el esplendor de antaño. Aun así, la lúgubre imagen ofrecida por las cadenas de televisión estadounidenses enviadas a la milenaria ciudad uzbeca para cubrir la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), no corresponde a la realidad.

Tampoco reflejan la realidad los algo precipitados comentarios del Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, que apuntaban hacia un aislamiento político de Rusia tras los encuentros de Vladimir Putin con su homólogo chino, Xi Jinping, o con el primer ministro hindú, Narendra Modi, ambos partidarios de hallar una solución rápida al conflicto de Ucrania.

Xi expresó sus dudas sobre la oportunidad de la contienda. Sin embargo, acabó apoyando la postura de su gran y querido amigo Putin tras oír las alegaciones del dueño del Kremlin. Por su parte, Modi reiteró su rechazo al conflicto entre países eslavos con una sibilina frase: ahora no es momento para la guerra. Dos posturas criticas o tal vez titubeantes interpretadas por Blinken como muestras del aislamiento de Putin.

La siempre activa maquinaria de propaganda anglosajona no dudó en convertir la OSC – alternativa al orden mundial capitaneado por los Estados Unidos (según sus promotores), en alianza concebida para desafiar a los Estado Unidos (versión atlantista).

Pero la OSC, foro creado en Pekín en el verano de 2001, no es la OTAN asiática, como pretenden algunos, sino una alianza controlada por las dos superpotencias – China y Rusia – a la pertenecen actualmente las antiguas repúblicas soviéticas del Cáucaso: Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán.

La presencia en Samarcanda de representantes de las potencias regionales – Irán y Turquía – irrita sobremanera al establishment norteamericano. Con razón; la república islámica de Irán se sumará a la agrupación a partir de 2023. Otros países barajan esta alternativa: Turquía y Bielorrusia, que podrían solicitar su ingreso en la Organización en la próxima reunión ministerial.

Durante el encuentro de los jefes de Estado de la OSC celebrado esta semana, Paquistán trató de negociar la compra masiva de gas natural ruso. Dicho y hecho: el gasoducto ruso-paquistaní transitaría por territorio chino.

Horas antes del inicio de la cumbre de Samarcanda, el presidente Biden llamó a su homólogo chino, Xi Jinping, para recordarle cuales serían los parámetros de una colaboración correcta entre Pekín y Moscú, aceptable para los Estados Unidos. No es la primera vez que el inquilino de la Casa Blanca trata de aleccionar al líder chino. La respuesta de Xi se ha limitado siempre a un educado y muy significativo silencio.   

Si para Vladímir Putin la cumbre de Samarcanda sirvió para superar los intentos de acorralamiento deseados por Washington, el líder chino pretendía aprovechar su estancia en Uzbekistán para impulsar los proyectos bilaterales o multilaterales de cooperación económica, tecnológica y militar elaborados en los últimos meses.

Rusia y China se habían comprometido en centrar sus relaciones bilaterales en los suministros de gas natural y petróleo, la ampliación de los intercambios comerciales o la adquisición de tecnología puntera china destinada a la obsoleta estructura industrial rusa. Para evitar las sanciones de Occidente, las empresas chinas – sobre todo, las multinacionales - han trasladado algunos de sus centros de investigación o producción a Rusia. La decisión molestó a Washington, aunque los estadounidenses suelen emplear los mismos procedimientos en las relaciones con terceros países.

Pero hay más: la semana pasada, el Ejército Popular Chino estuvo presente en las maniobras militares organizadas por Moscú en la región asiática de la Federación Rusa, en la que participaron alrededor de 50.000 efectivos procedentes de Rusia, India y otros países de Asia, aliados de Moscú. Otro quebradero de cabeza para los expertos del Departamento de Estado y el Pentágono. Con todos los esfuerzos desplegados para justificar la política de sanciones económicas destinada a aislar a Vladímir Putin…

De hecho, es preciso señalar que la política de Washington en el caso de Ucrania no cuenta con el apoyo de ¡un 87 por ciento de la población mundial! Es lo que se desprende de un artículo de opinión publicado en el último número del semanario Newsweek. Sus autores, David H. Rundell y Michael Gfoeller, altos cargos del Departamento de Estado y el Comando Central de las Fuerzas Armadas, advierten que el estallido de la Segunda Guerra Fría hizo que países que alguna vez fueron socios de los Estados Unidos o países no alineados se vuelvan cada vez más multi-alineados. De ahí el nerviosismo de Joe Biden y su afán por seducir a la clase política mundial.

Obviamente, la perspectiva de la creación de un nuevo bloque de países capitaneado por China y Rusia, que rechaza en globalismo y pretende promocionarse como una alternativa al orden mundial dominado por Occidente, preocupa a los poderes fácticos que rigen los destinos del Planeta. Si bien el espectro de la ansiada ruina de Rusia e, implícitamente, de un aparatoso fracaso del proyecto de unidad europea parecen desvanecerse, subiste el interrogante: ¿y en enfrentamiento con China? ¿Para cuándo la colisión?  

No, Samarcanda no e una ciudad fantasma.


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