La Agencia Europea para
el control de fronteras – Frontex – lanzó recientemente un grito de alarma: los
confines de la Unión se han convertido en un auténtico coladero para los
radicales islámicos, quienes aprovechan la llegada masiva de inmigrantes
procedentes de Oriente Medio para infiltrar yihadistas en suelo europeo.
En un informe publicado
hace apenas unas semanas, la Agencia denuncia una serie de errores cometidos
por los servicios de seguridad de los 28,
que facilitaron la entrada de personas que llevaban documentación falsa en los
principales países receptores del caótico flujo migratorio: Grecia e Italia. De
hecho, algunos pasaportes sirios falsos o sustraídos fueron encontrados tras
los mortíferos atentados de París.
Pese a la gravedad de las
alegaciones, el informe elaborado por Frontex pasó casi inadvertido. ¿Simple
dejadez de las altas instancias comunitarias? ¿Deseo de ocultar los verdaderos
designios de la sospechosa generosidad
de la Canciller Merkel? ¿Complicidad de los Gobiernos centroeuropeos? Lo cierto
es a las críticas formuladas por los ultranacionalistas alemanes y escandinavos
se suma la negativa de algunos Estados de Europa oriental de acoger
refugiados/emigrantes procedentes de Oriente Medio. Sería sumamente arriesgado
tildar su postura de meramente egoísta. ¿Miedo?
¿Inseguridad? ¿Rechazo de una política comunitaria del ordeno y mando? Obviamente,
la crisis humanitaria divide a los ya de por sí poco cohesionados miembros de
la UE.
Pero hay más. A comienzos
de 2016, la Agencia para el control de fronteras denunció la existencia de
campamentos del Estado Islámico en algunos
países balcánicos. Se trata de campos de entrenamiento dirigidos por
instructores del EI, donde los reclutas aprenden a matar al enemigo, a decapitar a sus rehenes. ¿Países balcánicos? La fórmula ambigua empleada por Frontex pretende ocultar el nombre del territorio:
Bosnia.
Expertos ingleses y
alemanes hacen hincapié en la presencia de radicales islámicos en varias
localidades del norte de Bosnia y, concretamente, en Dojna Slapnica, Bosanska
Bojna y Velika Kladusa y otras aldeas shariá,
donde rige la ley islámica. Aunque los servicios de Seguridad del Estado bosnio
niegan la existencia de asentamientos islamistas, la Fiscalía antiterrorista de
Sarajevo asegura haber detectado en la región septentrional, cerca de la
frontera con Croacia, país miembro de la UE, a decenas de familias que siguen a
rajatabla las normas de la shariá. En
dichas localidades se hallaron decenas de armas de fuego y… ¡banderas del
Estado Islámico!
La Fiscalía acusó al imam
Husein Bilal Bosnic de ser el predicador
del odio. El religioso fue condenado a siete años de cárcel por incitación
al terrorismo y reclutamiento de
voluntarios para el Estado Islámico. ¿Simple campaña de desacreditación? No, en
absoluto. Según los informes del Centro Internacional para el Estudio de la
Radicalización, con sede en Londres, alrededor de 300 radicales abandonaron Bosnia
en 2015 para alistarse en las filas del Estado Islámico. Alrededor de 50
voluntarios que combatieron en Siria o en Irak regresaron recientemente al
país. ¿Son la punta de lanza de la hidra en Europa, la avanzadilla de un ejército
llamado a trasladar la yihad al Viejo Continente?
De todos modos, no se
trata de un fenómeno reciente. La islamización
de la comunidad musulmana de Bosnia empezó en 1992, durante la guerra de
los Balcanes. En aquel entonces, los países islámicos – Turquía, Jordania,
Irán, Arabia Saudita - se sintieron obligados a mandar misiones al teatro del conflicto. Algunos se limitaron a facilitar
ayuda humanitaria a la población. Otros, como por ejemplo Irán o Arabia
Saudita, aprovecharon la presencia de sus contingentes para introducir armas,
propaganda o formadores religiosos,
encargados del adoctrinamiento de sus correligionarios bosnios. Todo ello, con
la aquiescencia del entonces Presidente de la República de Bosnia-Herzegovina,
Alija Izebegovic, discreto protector de los emisarios de Al Qaeda infiltrados en
el país. En algunos casos, los servicios de información de la OTAN lograron
desarticular las incipientes estructuras jomeynistas o salafistas; en otros…
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