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martes, 5 de diciembre de 2023

Moldova: la Caperucita Maia y el Feroz Oso Vladímir


Tal vez cueste imaginar que un uno de diciembre, fecha en la cual los rumanos celebran su fiesta nacional, miles de ciudadanos de la República Moldova, territorio controlado hasta 1990 por la extinta Unión Soviética, salgan a la calle para bailar la hora, la danza popular que ameniza los jolgorios de varios pueblos balcánicos y carpáticos: rumanos, búlgaros, serbios o griegos. La hora se baila en círculo; puede sonar una música lenta o rápida, siempre adaptada al estado de ánimo de los bailarines, hombres y mujeres que suelen entonar estrofas de canciones folclóricas o patrióticas aprendidas desde la más tierna infancia.  

Pero el pasado sábado – uno de diciembre – las celebraciones han revestido un carácter particular. Miles de habitantes de la ex república soviética salieron la calle ondeando enormes banderas rumanas y cantando la Hora Unirii – himno de la unión – escrita para celebrar la unificación, hace más de un siglo, de los principados que iban a conformar el joven reino de Rumanía. A los pobladores de Moldova, país vecino de Ucrania y de la Federación Rusa, este uno de diciembre les brindaba la oportunidad de refirmar su pertenencia a una nación separada por fronteras artificiales. Su patria – Besarabia – fue troceada por el imperio austrohúngaro, el reino de Polonia, la revolución rusa de 1917. No hay que extrañarse, pues, si muchos moldavos sueñan con la reunificación, con la vuelta a… Rumania, el país creado en 1862 por los unionistas liberales de Moldova y Valaquia.

Mas no todos los pobladores de Moldova comparten este deseo. Pera la presidenta Maia Sandu, una economista formada en los Estados Unidos, que llegó a ostentar un importante cargo en el Banco Mundial, el provenir de su país pasa forzosamente por la integración en las estructuras euroatlánticas.  Sandu no descarta la colaboración con las autoridades rumanas, muy generosas a la hora de apoyar, tanto política como económicamente, este exiguo territorio que apenas cuenta con 2,7 millones de habitantes; algo menos que la población de Bucarest o de Madrid.

Huelga decir que los contrincantes de Sandu en la campaña por la presidencia de Moldova fueron el político prorruso Igor Dodon, líder del Partido Socialista, que se las ingenió para tener unos ingresos extra de 45.000 dólares mensuales procedentes de las arcas del Kremlin, y también el avezado hombre de negocios Ilan Șor, que fundó su propia agrupación política, el Partido Chance, convertido en el altavoz de la propaganda mscovita en Chișinău.

Dodon, acusado de corrupción, desaparecio de la palestra hace unos años. Por su parte, Șor, que hace gala de su doble nacionalidad – moldava e israelí - navega entre Chișinău y Tel Aviv. Sus contactos con los organismos oficiales rusos son archiconocidos. El Servicio de Inteligencia y Seguridad de Moldova (ISS) afirma tener constancia de varias transacciones de dinero ruso destinado a Chance a través de ciudadanos de terceros países, como por ejemplo… Kazajstán.

Pero hay más; el ISS asegura que entre los contactos rusos de Ilan Șor destacan el empresario Igor Ceaika, hijo del ex fiscal general de Rusia y amigo personal de Vladímir Putin, así como el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, artífices ambos de proyectos destinados a derrocar a la presidenta Sandu y devolver Moldova a la zona de influencia de Rusia. El rotativo estadounidense Washington Post se hizo eco de la noticia, citando como fuente tanto a la inteligencia moldava como al servicio de contraespionaje ucranio, que suministró datos concretos sobre la financiación de los intentos de desestabilización por parte de Rusia. Aparentemente, Moscú se habría gastado entre 55 y 90 millones de dólares en la campaña contra las instituciones moldavas. A ello se suma un rocambolesco plan que contemplaba el envío de un ejército de mercenarios extranjeros – rumanos, búlgaros, sirios, turcos y kazajos – encargado de llevar a cabo atentados terroristas.

Ficticia o real, la situación de inestabilidad política generada por el feroz oso ruso incita a Maia Sandu a recurrir, una y otra vez, a su mantra: Urge nuestra integración en la OTAN.

viernes, 17 de marzo de 2023

Moldova (III) - La desestabilización

 

Al cumplirse un año desde el inicio de la ofensiva rusa en Ucrania, los contrincantes llegaron a la triste conclusión de que el operativo bélico se hallaba en un callejón sin salida. El blitzkrieg (guerra relámpago) ideada por el Kremlin había fracasado; el discurso triunfalista del presidente Zelensky oculta un sinfín de fallos, de fracasos militares.

No, las huestes de Moscú no lanzaban sus ataques armados con simples palas, como pretendía la todopoderosa maquinaria de propaganda militar británica; la heroica resistencia de las unidades ucranias se debía, en gran parte, a la escasez de municiones. No había motivo alguno para echar campanas al vuelo.

Pero como las palabras desanimo y derrota no figuran en el decálogo de la propaganda psicológica escrito hace un siglo por el político británico Arthur Ponsonby, los amos de la desinformación optaron por recurrir a otros argumentos - indudablemente conflictivos, aunque inéditos - la inestabilidad política en los países de la zona candidatos a la adhesión a la OTAN o la UE: Moldova y Georgia.      

El parlamento de Georgia debatió a primeros de marzo un proyecto de ley sobre agentes extranjeros, equiparable a la normativa legal adoptada recientemente en Rusia o a la ley mordaza española. Al día siguiente, centenares de manifestantes se congregaron ante la sede del poder legislativo, reclamando la retirada del borrador de ley. La protesta surtió efecto; el debate sobre la ley rusa quedó congelado.

¿Ley rusa?  La prensa moscovita no tardó en recordar que la primera normativa legal sobre la identificación y el registro de agentes extranjeros – aún vigente - fue aprobada en 1938 por… el Congreso de los Estados Unidos. Por otra parte, la propia UE coquetea con la idea de vigilar a los detractores de su política atlantista. Conviene, pues, correr un tupido velo.

Las miradas se dirigen rápidamente hacia el otro candidato: Moldova. Pero, ¡ay! surge el golpe de teatro. Veinticuatro horas antes de presentar la escenificación de un golpe de Estado contra el Gobierno pro occidental de la presidenta Maia Sandu, las autoridades de la secesionista República Moldava del Dniéster - prorrusa - informan sobre un intento de asesinato del presidente Vadim Krasnoselski, hijo de militar y militar soviético, ordenado por el servicio de seguridad de Ucrania – SBU.

El Ministerio de Seguridad del Estado de Transnistria informó que el Land Rover de Krasnoselski debía haber explotado en pleno centro de Tiraspol. El vehículo contenía una carga de 8 kg de RDX, tornillos, tuercas y alambre.

Los autores del atentado contaban también con la eliminación física de otros altos cargos de Transnistria.

La televisión presentó al presunto cerebro del atentado: Vyacheslav Kisnichan, originario de Tiraspol, que se trasladó a Odessa hace 12 años. En 2022, Kisnichan empezó a colaborar con el SBU, familiarizándose con el uso de explosivos.

La seguridad ucrania se apresuró a desmentir la noticia, calificándola de burda provocación del Kremlin.

Detalle interesante: apenas 72 horas después de la crisis transnistriana, la policía de la República Moldavia informó que se había frustrado un complot urdido por agentes rusos, entrenados para provocar disturbios callejeros durante las protestas contra el gobierno pro occidental de Maia Sandu.

Las protestas, organizadas por el autodenominado Movimiento por el Pueblo, contaban con el apoyo de la agrupación política moldava Shor, partidaria de Rusia, que ocupa seis escaños en el parlamento.

Además de pedir la renuncia de la presidenta Sandu, los manifestantes exigieron que el gobierno de Chișinău cubra los costos de las abultadas facturas de energía eléctrica de los meses de invierno y no involucre al país en la guerra de Ucrania.

El anuncio de la policía moldava se produce pocos días después de que funcionarios de inteligencia estadounidense dijeran que habían identificado a personas vinculadas a los servicios secretos rusos, que  planeaban utilizar las protestas como plataforma para fomentar una insurrección contra el gobierno.

La ministra del Interior, Ana Revenco, manifestó por su parte que las protestas tienen por objeto debilitar la democracia y socavar la estabilidad del país.

Debilitar la democracia. Si algo han puesto manifiesto los constantes intentos de desestabilización política, los simulacros violentos – véase golpistas – de Tiflis, Tiraspol o Chișinău, son los intentos de provocar un constante deterioro de las ya de por sí frágiles estructuras democráticas del espacio postsoviético.   

Un peligro que, reconozcámoslo, nos acecha a todos. 

jueves, 9 de marzo de 2023

Moldova (I)

 

Su café, señor. La muchacha rubia hablaba con un indeterminado acento extranjero.

¿Es usted rumana, Alina?

No señor, soy moldava.

Pero habla rumano o moldavo, ¿verdad?

No, sólo hablo ruso. Es mi idioma materno. Mis padres hablaban rumano, pero como los trasladaron a la región oriental de la República, los rusificaron; nos rusificaron. Era una práctica bastante frecuente. Yo estudié magisterio; en ruso. Para lo que me ha servido…

Alina, la moldava rubia rusificada en la época de los soviets, sirve cafés en una terraza del madrileño Paseo de la Castellana…

La República Moldova – el país más pobre de Europa – volvió a la palestra recientemente, cuando los medios de comunicación del Viejo Continente se hicieron eco de rumores sobre una posible invasión de las tropas rusas que operan en Ucrania. Unos rumores destinados a contrarrestar las informaciones, no menos fidedignas, sobre la también inminente invasión de la región secesionista de Transnistria – feudo de la ortodoxia soviética – por el ejército de Kiev.

Durante una semana, las autoridades de Chișinău – la capital de Moldova – vehicularon rumores sobre la existencia de una conjura del Kremlin, destinada a derrocar al Gobierno legítimo de la república, deseoso de preservar la neutralidad del país, consagrada en la Constitución.

Cierto es que los ataques de Moscú no faltaron. El propio jefe de la diplomacia rusa, Seguéi Lavrov, afirmó recientemente que Occidente quiere convertir a Moldova en otra anti-Rusia, al poner al mando del país, mediante métodos poco democráticos, a una presidenta – Maia Sandu – que tiene la ciudadanía rumana, desea ingresar en la OTAN o fomentar la unión con Rumanía, país miembro de la Alianza, que patrocina a las autoridades de Chișinău. Se trata, claro está de un patrocinio paternalista; los rumanos jamás olvidaron que el territorio les había sido arrebatado por José Stalin al final de la Segunda Guerra Mundial.

En cuanto a las culpas o los pecados de Maia Sandu, economista con una brillante hoja de servicios en la administración estatal moldava, basta con recordar que cursó estudios en la Universidad de Harvard y trabajó entre 2010 y 2012 en calidad de consejera de la dirección del Banco Mundal.          

Si en algo no se equivoca Lavrov es en la evaluación de los sentimientos de los moldavos. De hecho, una encuesta realizada recientemente por un instituto local revela que el 60 por ciento de la población estima que el Gobierno de Chișinău está manipulado por potencias extranjeras. El 59 por ciento considera que el país está en la órbita de Washington o de la Unión Europea. Conviene recordar que el junio de 2022 el Consejo Europeo otorgó a Moldova (y a Ucrania) el estatuto de candidatos a la adhesión a la UE. 

De momento, sólo hay indicios de la integración paulatina de Moldova a la esfera de influencia rumana. Hace apenas unos meses, el parlamento aprobó una ley que cambia el nombre del idioma oficial – moldavo – al rumano. La decisión, impugnada por los partidos de oposición, no fue cancelada por el legislativo.   

La inmediatez de la guerra de Ucrania suscitó recciones distintas en la opinión pública. Mientras las agrupaciones políticas progubernamentales se dedican a organizar actos en apoyo de Gobierno de Kiev – contra la guerra (de Moscú) – el prorruso Partido Socialista organiza manifestaciones contra la participación de Moldova en el conflicto. Los socialistas estiman que es preciso analizar la situación socioeconómica del país, los niveles extremos de pobreza - antes de contemplar el envío de armas a Ucrania.  

La obsesión por un hipotético golpe de Estado fomentado por el Kremlin generó la noticia del no menos hipotético descubrimiento por parte del Servicio de Información y Seguridad de una red de agentes (rusos) que se dedicaba al espionaje y a los intentos de cambiar el orden constitucional. El Presidente del Parlamento, Igor Grosu, miembro del partido en el que milita Maia Sandu, exigió a la Unión Europea imponer sanciones contra el opositor Ilon Shor, un millonario de origen judío exiliado en Israel, y el oligarca Vladimir Plahotniuc, banquero perseguido por fraude fiscal, acusándolos de desestabilizar las instituciones republicanas.

Las salidas de tono de Grosu son proverbiales. En vísperas de las elecciones generales para la Asamblea de la región autónoma de Găgăuzia (Gagauzia), territorio poblado por una minoría étnica turcomena que abrazó la fé cristiana, pero mantiene las constumbres de sus antepasados selúycidas, el presidente del Parlamento de Chișinău tachó a la gobernadora de Gagauzia, Irina Vlach, de quintacolumnista y agente de Rusia. El crimen cometido por los gagaúz: no haber apoyado el programa electoral del Gobierno moldavo. Irina Vlach estima que el objetivo principal de la campaña de Grosu es provocar un golpe de palacio. Obviamente, a los políticos de Chișinău les siguen gustando las intrigas de los señores feudales.

Mas a las voces de los Grosu se suman los llamamientos de codiciosos hermanos transfronterizos. La pasada semana, el vicesecretario general de la OTAN y expresidente del Senado rumano, Mircea Geoana, apareció ante las cámaras de la televisión moldava para lanzar un patético mensaje: Ha llegado el momento de que Moldavia elija entre la vía europea de desarrollo y Rusia, manifestó el número dos de la Alianza Atlántica. Ya es hora de salir de la pobreza… si quieren quedarse como están, es vuestra decisión. Pero si quieren venir con nosotros a Europa, a un mundo democrático y civilizado y más próspero, es el momento de tomar una decisión y temer menos a Rusia.  

Las relaciones oficiales entre Moldova y la OTAN se remontan a1992, cuando el país se unió al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte. Sin embargo, no hay planes para solicitar oficialmente la adhesión a la Alianza.   

Conviene recordar, sin embargo, que Moldova está limitada por dos grandes vecinos: Rumanía, baluarte de la OTAN, y… Ucrania.

Sería realmente superfluo insistir sobre su actual valor estratégico.