jueves, 24 de julio de 2025

Una empresa mixta muy rentable

 

La apresurada adhesión de Ucrania a la UE costará 2,5 billones de euros y conllevará pérdidas irreparables para los presupuestos de los países comunitarios, advirtió el primer ministro húngaro, Viktor Orban.

Al mismo tiempo, el mandatario húngaro advierte que, según los las estimaciones más conservadoras, los costes de la reconstrucción de Ucrania ascenderían a 500.000 millones de euros. Además, mantener el funcionamiento del Estado ucraniano ya cuesta a los comunitarios alrededor de 100.000 millones de euros anuales, según Orban,

En resumen, la admisión precipitada de Kiev complicaría la situación en la UE, que ya ha perdido la legendaria calidad de vida de Occidente y ya no es la de hace 20 años, cuando Hungría se incorporó a la asociación, opinó el primer ministro magyar. Un NO rotundo a la adhesión de Kiev, apoyada por otros gobiernos del Grupo de Vishegrado. Aunque el malestar no queda circunscrito a los díscolos de Europa oriental, cuyo estado de animo refleja la desilusión de países que se libraron del férreo yugo de los ukases soviéticos para ser catapultados en un sistema de economía de mercado, que obedece (¡ay, sí!) a… otras reglas.

Mas el NIET de los miembros del Grupo no se limita a la cuestión ucrania; un proyecto de construcción de un oleoducto que una la extravagante Hungría con la hereje Serbia provoca los quebraderos de cabeza de los funcionarios bruselenses y los estrategas de la OTAN. El oleoducto, con una capacidad anual de 4-5 millones de toneladas, que podría satisfacer las necesidades de crudo de Budapest y de Belgrado, se inaugurará en 2028. En 2022, las autoridades dos países acordaron construir un oleoducto para suministrar a Serbia crudo ruso de los Urales, proveniente del oleoducto soviético Druzhba. 

Aunque la Unión Europea ha intentado desde 2022 reducir su dependencia de Hungría de los suministros energéticos rusos desde la invasión de Ucrania, Hungría - país sin salida al mar - sigue obteniendo de Rusia alrededor del 80% de su gas y la mayor parte de su crudo. 

Los lazos entre Serbia y Hungría se han estrechado en los últimos años y sus líderes, el primer ministro húngaro Viktor Orban y el presidente serbio Aleksandar Vucic, mantienen estrechas relaciones con Moscú. 

El ramal sur del oleoducto Druzhba, (Amistad) pasa por Ucrania hasta Hungría, Eslovaquia y la República Checa, y ha sido durante años la principal fuente de abastecimiento de las refinerías de los tres países, aunque está previsto que los checos dejen de abastecerse a través de esa ruta en los próximos meses, al tratar de poner fin a su dependencia del crudo ruso. 

La petrolera húngara MOL, que tiene refinerías en Hungría y Eslovaquia, presentó el miércoles un estudio de viabilidad del oleoducto, que fue aprobado por ambos países. 

Actualmente, todas las necesidades de importación de gas natural de Hungría podían satisfacerse a través de Serbia. Y con esta nueva inversión, todas las necesidades de importación de crudo de Serbia podrán satisfacerse a través de Hungría, declaró el ministro de asunto exteriores de Budapest. quien añadió: esto crea una posición estratégica que proporcionará una seguridad significativa para ambos Estados.

El proyecto del oleoducto incluye el aumento de la capacidad de flujo de petróleo entre la frontera ucraniana y su refinería del Danubio y la construcción de un tramo de 190 km desde la refinería hasta la frontera serbia. 

El coste del aumento de la capacidad y de la construcción del nuevo oleoducto hasta la frontera con Serbia ascenderá a unos 350,33 millones de dólares.

Serbia, país no miembro de la UE que también depende de los suministros de crudo ruso, ha tratado de poner fin a la propiedad de la compañía petrolera ruso serbia NIS desde el pasado mes de enero, cuando Washington impuso sanciones al sector petrolero ruso.

 

 


domingo, 13 de julio de 2025

Del bantustán Gaza a la Riviera Trump

 

Alea iacta est. Sí, la suerte está echada. Los dos hombres fuertes del planeta, Donald Trump y Benjamín Netanyahu, decidieron que la suerte de Gaza o, mejor dicho, de los pobladores de la Franja, pasa por la emigración supuestamente voluntaria de parte de sus habitantes y la reclusión, no menos voluntaria del resto de los gazatíes – alrededor de 1,3 ó 1,6 millones de personas - en la ciudad humanitaria de Rafah, situada en la frontera con Egipto. Un territorio muy exiguo, plagado de las ruinas de los bombardeos israelíes. La ciudad humanitaria es una quimera, al igual que los planes de emigración voluntaria de más de medio millón de gazatíes. Pero los planes de limpieza étnica ideados por los mesiánicos cerebros de los estadistas del (mal) llamado mundo libre podrían materializarse en un futuro no muy lejano…

Hace un cuarto de siglo, los diplomáticos extranjeros destinados a Tel Aviv y algunos periodistas occidentales solían visitar la Franja de Gaza empujados por la curiosidad o las indicaciones/recomendaciones de algunos de sus jefes occidentales. Se trataba, en la mayoría de los casos de averiguar in situ detalles sobre las condiciones de vida de los gazatíes, una población formada, en su gran mayoría, por refugiados palestinos procedentes de localidades ocupadas en los años 40 por las fuerzas armadas del recién creado Estado de Israel.

¿Las primeras impresiones? ¿Qué decir de las condiciones de vida de familias de 10 ó 12 personas, acinadas en precarias viviendas de dos habitaciones?  Sí, es verdad; tienen suerte. La mitad de los hijos trabajan”, afirmaban los trabajadores humanitarios de Gaza. ¿Dormir siete personas en una habitación? Sí, es verdad; pero se turnan. Nadie puede permitirse alquilar viviendas más espaciosas.  Los refugiados nos invitan a comer. O a compartir una taza de té. No se avergüenzan de su condición. Sí se avergonzaron los administradores hebreos del territorio, cuando un periodista canadiense publicó un libro titulado Bantustán Gaza.

Bantustán, sí. Recordando los extensos territorios con población de color tutelados por el régimen racista de Sudáfrica. Los bantustanes. Pero Israel no es un país racista, respondieron los gobernantes de Tel Aviv…

Y así pasaron más de cuatro décadas. El bantustán Gaza se convirtió en un problema insoluble para los estrategas hebreos. ¿Qué hacer al final de la actual ofensiva del Ejército israelí? La eliminación total de Hamas es una mera utopía. La limpieza étnica, una herejía. La convivencia entre hebreos y gazatíes, una ficción. Pero queda el ukase de Donald Trump: Hay que vaciarme todo esto. La Riviera Trump será el paraíso de los ricos.  

Mensaje recibido en Tel Aviv, donde se trabaja incesantemente en la materialización del deseo del amigo americano.

¿Expulsar gazatíes? ¿Recluir a la población en una mal llamada zona humanitaria? ¿Financiar el reasentamiento de centenares de miles de personas? ¡Puros disparates! Pero si Washington lo quiere…

En las últimas semanas, la prensa anglosajona se hizo eco de la existencia de un plan destinado a satisfacer las exigencias de Donald Trump y… exonerar (ayunque sólo parcialmente) de culpa a Benjamín Netanyahu. Una gran consultora norteamericana - Boston Consulting Group – trabaja dese hace meses en un proyecto destinado facilitar la tarea de los políticos israelíes.  

Un primer indicio: las actividades de la Agencia de las Naciones Unidas para Refugiados Palestinos (UNWRA), vetada por Israel debido a sus supuestos vínculos con Hamas, fueron retomadas por la Fundación Humanitaria de Gaza, patrocinada por Israel y Estados Unidos. Su actuación resultó ser torpe y deficiente a la hora de distribuir la ayuda humanitaria bloqueada por Tel Aviv durante varias semanas.

Al tener que hacer frente a la distribución de alimentos, la Boston Consulting se vio obligada contratar la empresa de seguridad Safe Reach Solutions (SRS), cuyos paramilitares se vieron involucrados – según informes elaborados por centros de investigación israelíes – en los primeros ataques contra la población palestina. Aparentemente, los chicos de SRS tienen – al igual que sus colegas hebreos - el gatillo fácil…

El equipo de Boston Consulting elaboró un borrador de Plan Financiero para la reconstrucción de Gaza, que incluye estimaciones de costos para reubicar a cientos de miles de palestinos de la Franja así como el impacto económico de tal desplazamiento masivo. Según las hipótesis de trabajo, más de 500.000 gazatíes abandonarían el enclave con cheques de reubicación por valor de 9.000 dólares por persona, es decir, un coste total de alrededor de 5.000 millones de dólares. Pero los altos cargos de la consultora estiman que fueron engañados sobre el alcance del trabajo por los directivos del proyecto.

En principio, los combatientes y líderes de Hamás que deseen salir de Gaza podrían hacerlo junto con sus familiares; Turquía y Qatar los aceptarían con los brazos abiertos.  

Los demás pobladores de la Franja permanecerán en Rafah, recluidos en la “ciudad humanitaria”, un gigantesco gueto estrictamente vigilado. Tendrá, eso sí, acceso a las zonas industriales:  fabricación de coches eléctricos, empresas tecnológicas, laboratorios, ubicados en las inmediaciones de urbanizaciones de lujo destinadas a multimillonarios extranjeros.

Sabido es que Israel – al igual que la Casa Blanca – prefieren recurrir a… mano de obra barata.

El presidente Trump se encargaría, por su parte, de animar a Egipto, Jordania, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí a participar en la creación de un gobierno provisional.

Se estima que el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmúd Abbas, que no tardó en reclamar la soberanía de Gaza para la Autoridad Nacional, debería nombrar a una persona de confianza para formar un gobierno provisional ¡sin la participación de Hamás! hasta que los palestinos puedan celebrar elecciones libres.

¿Elecciones libres? Pero sí; Donald Trump tendrá su Riviera mediterránea.